Lo que el novio no acuerde con la novia antes del día de la boda nunca lo obtendrá después. Es un dicho popular, todo lo rancio que se quiera, pero muy útil para metaforizar el presente caso. Parece mentira que los socialistas, si es que conocen a Mario Gómez, no pactaran con él la distribución de competencias del nuevo gobierno municipal capitalino antes de la ceremonia de la moción de censura. Una vez consumado el hecho, el de Cs tiene campo abierto para obtener del PSOE lo que quiera y más. Han tenido quince días para diseñar la redistribución competencial, y están dando lugar a un espectáculo poco estimulante, pues lo lógico es que a las 11 de la mañana del día siguiente al de la toma de posesión del nuevo alcalde hubieran convocado una rueda de prensa para dar a conocer el programa y el equipo de gobierno, lo que habría transmitido una imagen de trabajo previo y de solidez política del pacto, más allá de la concordancia básica en echar al PP.

A PSOE y Cs en el ayuntamiento de Murcia les está ocurriendo lo mismo que a López Miras con su Gobierno, pues el presidente no termina de cerrar su negociación con los exVox una vez que salvó el gaznate gracias a ellos, pero en su caso cabe el eximente de que lo suyo fue un aquí te pillo, aquí te mato, de modo que salvó los muebles al ya te veré.

EL ‘DÍA DESPUÉS’ SIN RETORNO. Sin embargo, en la moción de censura municipal, socialistas y naranjas tuvieron tiempo suficiente para preparar ‘el día después’, y es obvio que no lo han hecho, pues no se explica que todavía estén emitiendo mensajes negativos sobre el adversario, el PP, después de que éste haya sido vencido, y no contemos de inmediato con una propuesta clara de acción en firme. Tumbar al PP después de 26 años de poderío está muy bien, pero esto solo será suficiente para la clá adicta cuya motivación es ‘que vengan los míos’, vengan como vengan. No es suficiente. Lo que importa al conjunto es saber lo que traen los que vienen, no solo el consuelo de suplir a los que han estado. Y parece que no lo tienen muy claro. Los nuevos socios están negociando los flecos del pacto, dicen, pero deben ser unos flecos kilométricos cuando es obvio que han tenido suficiente tiempo para estructurar la alternativa, tanto en lo programático como en lo funcional, el aparato ejecutivo que ha de llevarla a cabo.

ESTÁN EN LAS TONTÁS. De momento, lo que se observa es que José Antonio Serrano, y es triste decirlo, está en la burbuja de las tontás. Lo primero que ha hecho como alcalde, dice (todo lo que sigue está en Twitter), es abrir las ventanas de su despacho para ventilarlo con el aire de la calle, y una de sus concejalas, Teresa Franco, que debía estar presente en tamaño acto, levitó al posar su mirada en la de alguien que pasaba por la calle y al hacerlo sintió su conexión con el pueblo; así de cursi viene la cosa, y eso que lo he mejorado. Por su parte, de manera más explícita, Mario Gómez celebraba que la apertura de esa ventana aireara veintiséis años de pestilencia de gobiernos del PP, seis de los cuales, que no es poco, se prolongaron gracias a su apoyo, a sus pactos y a su colaboración, de modo que hemos de suponer que tamaño aireamiento también se llevara algo de sus propios efluvios.

El paroxismo de todo este postureo se produce cuando el nuevo alcalde parece sorprendido de que como tal dispone de coche oficial: «Ah, ¿es que tengo un coche?». Si no sabe que los alcaldes de las grandes capitales disponen de coche oficial podemos preguntarnos qué otras cosas son las que desconoce. Lo del coche oficial no se lo puede afear a José Ballesta porque es obvio que piensa utilizarlo, pero él lo hará, claro, con modestia y resignación, con humildad. Tenemos un nuevo alcalde que practica un discurso frailuno en la modalidad progre, versión laica del santurronismo.

De lo que no se percata es de que todo esto está ya muy redicho. Empezando por su propio antecesor, Ballesta. Hace seis años, el que ha sido alcalde del PP proclamaba que sacaría los plenos municipales a la calle, que haría reuniones con los vecinos en las plazas públicas y que abriría el principal edificio del poder municipal a los ciudadanos, también él entonces abducido por una voluntad ingenua. Nunca se ha celebrado un pleno en la calle, porque habría sido otra tontá; es verdad que al principio tuvo algunos ‘encuentros ciudadanos en plazas’, que pronto fueron suspendidos a la vista de que a ellos solo asistían militantes incondicionales del PP, y la apertura del Consistorio a los ciudadanos se ha limitado a instalar en los bajos del edificio de La Glorieta una oficina de reclamaciones y una sala de exposiciones de arte. Y es que los ciudadanos huyen de alcaldes ‘cercanos’, es decir, demagogos, y lo que exigen es que se atiendan sus problemas sin necesidad de que al alcalde tenga la ventana de su despacho abierta, sino de que éste contemple los problemas generales del municipio y sepa manejar los instrumentos para resolverlos. Es decir, que tenga un programa, un plan, un proyecto general de ciudad concertado con los vecinos. Todo lo demás es populismo barato, sea derechista o pijoprogre. Menos mal que la experiencia nos indica que las tontás de los alcaldes se suelen superar a los pocos meses de ejercicio, que es cuando empiezan a trabajar. Algunos.

DE OFICIO, CONSPIRADOR. La principal incógnita del nuevo mandato es quién va a ser el alcalde aquí, aparte de quien ejerza el cargo de manera formal. Serrano es un señor bienintencionado, pero Gómez, su socio, se las sabe todas, y además cuenta con la experiencia de seis años de ejercicio del poder a las faldas del PP, con una trayectoria pletórica de intrigas y conspiraciones, proceder para el que siempre le ha resultado indispensable, tanto en su partido como en las instituciones, la existencia de un enemigo interior o exterior. No se conoce etapa de este político en que no haya estado bregando contra alguien en concreto, de tal manera que a pesar de los ampulosos cargos que ha venido ejerciendo en el gobierno municipal presidido por un alcalde del PP se desconocen sus realizaciones como concejal, y de existir alguna ha quedado empañada por su actividad principal de permanente actitud de denuncia a sus socios políticos. Los nuevos socios, el PSOE, hablan de abrir los cajones y levantar las alfombras, sin percatarse de que Mario Gómez, el nuevo copropietario de la vara municipal, es también el depositario de los cajones y de las alfombras, ya que no hay factura cursada por alguna de las concejalías del PP que no haya pasado por sus manos como responsable, en última instancia, del control de la contratación municipal. Incluso ha puesto su propia rúbrica en algunos de los contratos que denuncia, lo que le acerca a sus excompañeros de Cs que firmaron una moción contra el Gobierno regional y después se retractaron. Los archivos de Gómez, que son los del Ayuntamiento, están en la UDEF, de modo que ese trabajo ya está hecho.

Pero es tal el cinismo político de Gómez que incluso ha justificado en parte la moción de censura contra el PP en la mala gestión de la pandemia y en la crisis económica subsiguiente cuando entre las competencias de los concejales de Cs en el ayuntamiento de Murcia están los Servicios Sociales, de una parte, y la ordenación del sector de la hostelería, de otra, dos frentes fundamentales para atacar el impacto socioeconómico del coronavirus. La asistencia social y la atención a los hosteleros sobre la ampliación de terrazas y exenciones tributarias correspondía a su equipo, de modo que cualquier reproche al respecto tocaría a su ámbito competencial. Pero Gómez no es gestor sino conspirador, y no está en su ánimo cargar con responsabilidades que puede desplazar hacia los figurantes principales del poder político municipal. Es verdad que si esto se puede decir de Gómez, no cabe atribuirlo a algunos de los otros miembros de su equipo, que se empeñan en desarrollar su trabajo con la máxima eficiencia, pero el protagonismo de su portavoz a la contra empaña incluso la labor positiva de su propio núcleo político.

ALCALDE EN LA SOMBRA. Esta es una de las razones por las que podría resultar inquietante que en la subasta de competencias, negociada a posteriori de la moción de censura, Gómez pretenda, como parece, adjudicarse con tan solo cuatro concejales, la mitad de las responsabilidades principales y, sobre todo, la mitad del presupuesto municipal, incluidos los fondos europeos. Ballesta era, para él, una personalidad intratable y distante, pero Serrano, desde su perspectiva, es un político inexperto, inseguro y manejable, y además su poder es más frágil que el de su antecesor, pues depende en la práctica de un tripartito, una de cuyas patas está fuera del gobierno, Podemos. Por cierto, grupo éste liderado en el Ayuntamiento por un señor, Ginés Ruiz Maciá, que en el pleno de la censura ofreció la mejor imagen de entre todos los portavoces de los partidos, hasta el punto de que cualquier espectador no adscrito podría haber lamentado que no fuera el candidato a la alcaldía.

Este gobierno municipal nace inevitablemente desde una fotofija: Serrano es un alcalde instrumental de Gómez. El primero va de sermones progres sin sustancia, mientras el segundo gobierna. Este es el marco, se quiera ver o no.

PROBLEMAS SOSLAYADOS. El tiempo dirá si Serrano es capaz de madurar y aprender el oficio, de ahuyentar la toxicidad de su socio, e incluso de priorizar los problemas, aparte del toletole de las pedanías-centro ciudad, que es un recurso primario: cada maceta que Ballesta instalaba en una plaza pública del centro urbano parecía un agravio a Aljucer, como si no fuera necesario embellecer la parte referencial de la capital para promover una identidad turística. En Murcia había un motivo fundamental y gravísimo para llevar a cabo una moción de censura contra el PP, que sin embargo pasó inadvertido para todos (solo apenas esbozado de paso por el portavoz del Grupo Socialista): el transporte público. No hacía falta nada más, pues con esta apelación se habría justificado todo, y no existiría el riesgo de que la Fiscalía o la UDEF, pasado un largo tiempo, concluyeran que las denuncias sobre corrupción pudieran ser endebles. El gobierno municipal que solucione el problema del tercermundista servicio de transporte público habrá avanzado medio siglo en la construcción de la ciudad. Pero ni PSOE ni Cs aludieron a esta cuestión principal como pretexto de la moción de censura porque tampoco ellos tienen elaborado un proyecto, y peor aún, no lo consideran, en la práctica, como el saliente PP, una prioridad que debiera ser abordada desde ya en toda su complejidad.

Es verdad que tampoco ha ayudado mucho a Ballesta que anteponga a las reglas básicas de la política su amistad con ciertos concejales fallidos, apuestas personales suyas sobre las obligadas por la estructura del partido, como antes Roque Ortiz y ahora Felipe Coello, lo que le permitirá, sin duda, seguir compartiendo tertulias y cervezas con ellos, sin ser conscientes éstos de que le han puesto la soga al cuello. La casualidad quiso que, por razón de edad, el vacunado Coello presidiera la sesión de la moción de censura, y como una imagen vale más que mil palabras, su sola presencia al fondo de la tribuna de oradores parecía justificar sin palabras la oportunidad de la iniciativa.

Ha llegado el cambio político a la capital de la Región. Pero es aconsejable que, aparte de que el hecho en sí mismo, después de dos décadas y media, pueda resultar estimulante, no lo celebremos todavía. Porque hasta hoy mismo solo hemos escuchado palabricas. Y ese cambio se produce en sociedad con quien, desde la irrelevancia electoral, es indudable que aspira a gobernar, no ya como vicealcalde, sino como bialcalde. Dos alcaldes para Murcia son demasiados, sobre todo si uno de ellos se dedica a recitar progrerías de manual mientras el otro gobierna a sus espaldas. Ya sabemos que no hay otra opción, pero ¿quién se fiaría?

LOS TÍOS DE LA VARA. En la imagen superior, José Antonio Serrano, tras tomar posesión de la alcaldía de Murcia, ofrece gestualmente un trocito de la vara a su socio Mario Gómez, quien mira el símbolo de la autoridad con cierta prevención, aparentemente sorprendido. En la siguiente foto, Gómez muestra ya alguna avidez, mientras la mirada al frente de Serrano parece sugerir:«No te cortes, es también tuya». En la tercera fotografía, el de Cs toca tímidamente la vara, apenas con los dedos, y vuelve su mirada hacia al alcalde como si requiriera de una aprobación más explícita, mientras Serrano ofrece su conformidad, distraída la mirada al frente, aunque es claro todavía que empuña la vara con las dos manos y con sendas palmas cuando Gómez solo la roza. En la última imagen, ya son ambos dueños de la vara, con el efecto todavía más simbólico de que Gómez la aferra por la empuñadura, y hasta la mira con una sensación de melancolía, como si en realidad pensara que debiera ser suya al completo.

LOS TÍOS DE LA VARA. En la imagen superior, José Antonio Serrano, tras tomar posesión de la alcaldía de Murcia, ofrece gestualmente un trocito de la vara a su socio Mario Gómez, quien mira el símbolo de la autoridad con cierta prevención, aparentemente sorprendido. En la siguiente foto, Gómez muestra ya alguna avidez, mientras la mirada al frente de Serrano parece sugerir:«No te cortes, es también tuya». En la tercera fotografía, el de Cs toca tímidamente la vara, apenas con los dedos, y vuelve su mirada hacia al alcalde como si requiriera de una aprobación más explícita, mientras Serrano ofrece su conformidad, distraída la mirada al frente, aunque es claro todavía que empuña la vara con las dos manos y con sendas palmas cuando Gómez solo la roza. En la última imagen, ya son ambos dueños de la vara, con el efecto todavía más simbólico de que Gómez la aferra por la empuñadura, y hasta la mira con una sensación de melancolía, como si en realidad pensara que debiera ser suya al completo. Israel Sánchez