Hola, me llamo X [me dijo su nombre ], y soy quien grabó el vídeo en que aparecen Mario Gómez y tu compañera del periódico».

Ocurrió pocos días después de haber tenido acceso a esa grabación. La versión de quien me la proyectó era que Mario Gómez filtraba a la prensa documentos confidenciales del Ayuntamiento. En el fragmento que pude ver se observaba al portavoz de Cs dejando sobre la cesta de la bicicleta de la periodista una carpeta mientras se desprendía de su mochila, que posaba en el suelo para extraer de ella otra carpeta cuyo contenido parecía leer a su interlocutora. La interpretación de estas imágenes podría dar a entender que Gómez, en plena calle, estaba trasladando documentos municipales a la periodista, sobre los que ésta basaría informaciones incómodas para la gestión municipal del PP que se habrían publicado días después. (El total del vídeo, al parecer, se extendía hasta los cuarenta minutos, pero yo solo pude ver ese principio, que es el que ha sido divulgado).

El 'vídeo-espía' del encuentro entre Mario Gómez y la periodista de LA OPINIÓN

El vídeo del encuentro entre Mario Gómez y la redactora jefa de LA OPINIÓN, Lola García L.O.

No sería nada extraño de haber sido como se sugería, pues la obligación de los periodistas es la de obtener información desde cualquier instancia y proceder a contrastarla rigurosamente después. Lo que parecía estar en cuestión era si el portavoz de Cs estaba filtrando información reservada para dañar a sus socios de gobierno en su propio interés. Mi compañera, cuando la advertí sobre el asunto, lamentó que la película no fuera tan interesante como la versión que tradujo las imágenes, pues Gómez no le había depositado documento alguno, el encuentro callejero había sido casual, ya que ambos viven en la misma zona de la capital, y el concejal se había limitado a informarle sobre una denuncia acerca de una pintada que alguien había hecho en la fachada de su domicilio. Los papeles depositados en la cesta de la bicicleta eran un documento que Gómez llevaba en mano y del que tuvo que desprenderse circunstancialmente para abrir su mochila por aquello de que solo tenemos dos manos. Cuando se despidieron, ningún papel que portara el concejal quedó en manos de la periodista. Sin embargo, el PP basó su denuncia contra Gómez en la evidencia, para ese partido, de que su socio estaba haciendo dejación de la custodia de documentos públicos. Los populares hicieron, además, el ademán de convocar una rueda de prensa para exhibir el vídeo como prueba inexcusable de la deslealtad de Gómez, acto que finalmente fue suspendido. Pero a esas alturas ya era público que existía una supuesta prueba gráfica que confirmaba las artimañas de Gómez para combatir la estabilidad del gobierno del que formaba parte, y en el ámbito de éste se programaba una contraofensiva en la que se describía que los populares habían recurrido a ‘las cloacas’ y al espionaje para intentar desacreditar a un denunciante incómodo. Las suspicacias eran variadas, y así lo apunté en un artículo: el vídeo habría sido realizado por encargo del PP o bien por alguna de las empresas con contratos municipales que Gómez venía señalando como favorecidas por el Ayuntamiento.

Y así fue como, al poco, se me presentó la espía. Digo bien, la espía, pues se trataba de una mujer. Me dio su nombre, su profesión y otros datos personales, entre ellos que también era vecina de los dos protagonistas del vídeo. Su relato, en síntesis, es que mantenía una conversación telefónica con una amiga mientras accedía a su coche, y cuando se instaló en él constató que en la acera de enfrente estaban charlando el concejal y la periodista, a los que conocía perfectamente. «Espera, espera», dijo a su amiga, «mira a quien tengo aquí, al protagonista de la actualidad de estos días. Te cuelgo, y luego te lo cuento». Colgó y empezó a grabar. Una grabación muy deficiente y sin audio (hay quien dice que es lo que suelen hacer los detectives para que estos testimonios no parezcan profesionales), y después, por afinidad o militancia, la trasladó a un alto cargo del PP. Sospecho que pudo ser Enrique Ujaldón, uno de los miembros de la ejecutiva regional, pero no podría asegurarlo con certeza, antes de que el vídeo fuera transmitido al Gobierno municipal. Se podría pensar que el testimonio ante mí de esta ‘espía’ ocasional y voluntariosa podría ser un truco propio de una detective profesional, pero tengo razones poderosas para afirmar que en este caso no es así.

Es una lástima, pero aparte de relatos peliculeros no hay una trama en el gobierno del ayuntamiento de Murcia para espiar a los socios ni a los oponentes políticos. El vídeo del concejal y la periodista fue grabado por una espontánea que pasaba por allí. Literalmente.

Y ya que estamos, viene a cuento traer aquí otro episodio de espionaje que podría titularse, conocido éste, El Cazador Cazado. Me remonto a la anterior legislatura, un día en que quedé a almorzar en un restaurante cercano a LA OPINIÓN con el entonces portavoz regional de Cs, Miguel Sánchez, en plena efervescencia del escándalo de las ‘facturas falsas’ que acabó con la destitución de Mario Gómez como coordinador regional de su partido. Estábamos solos, junto a dos camareros, en la zona interior del local, situado en un espacio alto, lejos de las aceras de las calle. Cuando terminó el encuentro, nos despedimos y me dirigí a pie hacia la sede del periódico. A los diez minutos y antes de llegar a ella, recibí una llamada de Sánchez: «Me acaba de llamar Argüeso [el lacayo del siniestro Fran Hervías para la organización del partido en el Sureste, ambos ya fuera del partido] para decirme que sabe que acabo de comer contigo, que tiene una foto, y que ya dispone de la prueba de quién filtra a ese periodista». Pena que la prueba, como ahora, fuera falsa.

Años más tarde, no hace tanto, el ahora senador Miguel Sánchez, al coincidir en la Cámara Alta con Hervías, también senador, éste le dijo un día en que se mostró confidencial: «Tengo fotos, vídeos, whatsapp y audios tuyos para alicatar mi cuarto de baño». Se los enviaban desde Murcia, claro, y desde su propio partido. Y le dijo el nombre del corresponsal, que es obvio.

«Qué escándalo, aquí se graba», parece decir ahora Mario Gómez, cuando sabe que en Cs todos se tienen grabados, capturados y fotocopiados. Es una ruina para los detectives privados profesionales.