El liderazgo político no se otorga; se conquista. Que te nombren a dedo no basta. Hay que currárselo. Hay que hacer mucha carretera, hablar con los militantes, si es posible con todos (fácil en un partido pequeño), saberse el nombre de pila de la gente, qué problemas tienen sus hijos, hacerse ver y dejarse tocar para que el personal compruebe que quien sale en la tele es real. Sonreír, comprender y no dejar entrever incomodidad cuando te dan la paliza. Tienes que ser el último que te vas de las reuniones, aguantar a los pesados, aceptar invitaciones que te trastocan tu agenda personal y familiar, participar en paelladas, estar presente en la sede del partido cuando éste pierda elecciones aunque tú no te hayas presentado. Tienes que dejar claro que eres el jefe, pero también uno más. Estás condenado, los fines de semana, a prescindir de escapadas ecológicas, culturales o románticas así como del sofá y la mantita.

Ser líder es una putada, pero tienes que hacer que parezca que te encanta. No puedes retirarle la palabra a los compañeros de partido que no te agradan o que adviertes como adversarios; al revés, debes invitarlos a comer, frecuentarlos más que a los que consideras leales y cerrarles toda puerta a través de la cual quieran justificar su disidencia. Tienes que demostrar que no tienes estómago. También es necesario que atiendas a todo el mundo, incluidos los periodistas o medios incómodos o los representantes de sectores que pueden mantener una actitud crítica contigo porque, hagas lo que hagas, tendrán una posición ideológica sesgada. El liderazgo se construye. Y cuando se construye no hay quien lo destruya.

Pero en Cs no quieren líderes. Quieren delegados. En Cs solo hay un líder, antes Rivera, ahora Arrimadas. Y esto queda muy claro en la propia denominación de los cargos: Arrimadas es la presidenta, pero en Murcia Ana Martínez Vidal es llamada la coordinadora, y así en el resto de autonomías. Hasta en Vox, que no cree en las autonomías, el título de Antelo es el de presidente regional y es elegido en primarias. El único partido de España que nombra a dedo a los líderes territoriales y los convierte en coordinadores, es decir, en delegados del poder central, es Cs (también IU denomina así a sus representantes autonómicos, pero porque el líder nacional es asimismo llamado coordinador, ni presidente ni secretario general).

Esto, que puede parecer un rollo, lo explica todo. A Martínez Vidal el partido se le ha ido de las manos porque se había contentado con un liderazgo delegado en vez de fabricárselo a pie de obra. Empezó por no incluir en su ejecutiva a la vicepresidenta del Gobierno siquiera como vocal ni a nadie de su entorno, dando ya paso a una imagen de fractura, en vez de conciliar. El Grupo Parlamentario se ha hecho añicos al primer envite porque, aparte de cuestiones políticas, nadie está dispuesto a inmolarse por la gracia de Dios para entronizar con su voto a quien te condena al ostracismo. Y la rebelión municipal de los concejales de Cs en los cuatro municipios, aparte del de Murcia, en que deberían cambiar su alianza con el PP en favor del PSOE es bien demostrativa de que el liderazgo no está aceptado, pues Cs, a pesar de su estructura no democrática, no es precisamente en cuanto a disciplina ‘porque sí’ el Partido Comunista de la Unión Soviética.

Un partido no partido

Antes del desarrollo parlamentario de la moción de censura, una de las ya exdirectoras generales de Martínez Vidal en la consejería de Empresa, María José Ros, personalidad muy bien acreditada dentro y fuera del partido, se preguntaba en un escrito en apoyo implícito a quien ha sido su jefa que la oportunidad del debate permitiría comprobar qué democracia queremos. Y cabe responder: la democracia que queremos, se supone, es la que se sustenta en partidos democráticos, pues muy mal se puede construir la democracia si los instrumentos que facilitan la participación no son democráticos.

A Martínez Vidal la arropó como coordinadora regional de Murcia un tal Fran Hervías, con su dedo mágico, el mismo siniestro personaje al que ahora ella, con tanta intuición como buena información, describe como el urdidor de la crisis interna de Cs en la Región, pues no hay duda de que el paso decisivo para captar el tercer voto necesario, el de Valle Miguélez, para abortar la moción de censura, se debe a una gestión coordinada entre Hervías, valedor principal de Valle en su etapa, y Teodoro García Egea. Hizo, pues, mal Martínez Vidal en desdeñar a Miguélez, pues ésta conservaba sus lealtades, mientras la nueva coordinadora se puso en manos de su nuevo valedor, Carlos Cuadrado, quien hasta que fue elevado a vicesecretario de Cs era el que le llevaba los cafés a Hervías, y que para desquitarse de su papel de secundario ha pretendido pilotar una operación política de alto calado que ha concluido en chapuza. Dicen de Valle Miguélez quienes mejor la conocen que es una mujer que nunca mira al suelo, a pesar de su supuesta timidez, sino que lo hace siempre hacia lo alto y concretamente al punto donde quiere ir, y es por esto que su decisión no ha respondido a voluntariedad emotiva, como tal vez en el caso de Isabel Franco y Francisco Álvarez, sino a la llamada expresa de la cúpula del PP respaldada por quien siempre la tuvo en consideración, Hervías, y aunque éste permitió que Vidal la ninguneara, siempre es posible embastar viejas relaciones mediante el efecto de los ‘amores reñidos’, que suelen ser más fuertes que los rutinarios.

Mario Gómez, en sus cosas

Puede que la razón de que Cuadrado no fuera destituido en la reunión de la ejecutiva de Cs del 15 de febrero tras el fiasco de las elecciones catalanas, cuya campaña coordinó, se debiera a que por esos días ya estaba negociando con Moncloa las sucesivas mociones de censura en Madrid, Castilla-León y Murcia, y Arrimadas pudo considerar imprudente cambiar al interlocutor con el PSOE. De hecho, Isabel Franco se debió oler algo sobre el cambio de estrategia de su partido cuando, antes de todo esto, llamó a Francisco Igea, su colega de Castilla-León, para advertirle de que estuviera atento a la proposición de una moción de censura del PSOE, a lo que el vicepresidente de aquella Comunidad no dio credibilidad. Se supone que los de Arrimadas tienen especial inquina a Igea, pues fue quien compitió con ella en las primarias para el liderazgo nacional (tendría gracia ahora que la reciente deserción de una diputada de Cs llamada María Montero facilitara el Gobierno de esa región al PSOE sin el escrúpulo de aceptar éste el voto de una ‘tránsfuga’).

Hasta se sospecha que las mociones de censura encadenadas habrían empezado por Castilla-León si no fuera porque Mario Gómez, portavoz de Cs en el ayuntamiento de Murcia, hubiera apremiado en Madrid a empezar por este tajo ante la ‘situación insostenible’ de su alianza con el PP, aunque en realidad lo que le preocupaba es que se materializara el pacto entre Martínez Vidal y el alcalde, Ballesta, mediante el que la primera ‘vendía’ colateralmente a Gómez, destituyéndolo como portavoz en el marco de la negociación general con los populares para intercambiar la reforma de la Ley de Presidente que facilitaría a López Miras un nuevo mandato por una ‘reforma estructural del Gobierno’ en la que ella sería designada vicepresidenta. El olfato de Isabel Franco detectó que algo se cocía ya definitivamente a este respecto en el acto de la entrega de premios del 8M, en el que López Miras hizo expresivos elogios a la labor de la consejera responsable del departamento de Mujer: «Esto ha sonado a despedida», comentó entonces Franco en su entorno.

Mario Gómez, quien regresó el pasado lunes de su cita en la sede de Cs en Madrid con la probable garantía de la presentación de las mociones de censura, pasa por sospechoso en el entorno de Martínez Vidal de ser el chivato que advirtió a López Miras de lo que se le venía encima. De hecho, el presidente asegura que recibió una llamada de ‘un concejal naranja’, lo que puede ser verdad o una treta para encubrir (algo innecesario a estas alturas) que fue Isabel Franco quien lo alertó. ¿Qué interés podría haber tenido Gómez en informar a Miras, personalmente o a través de ‘un amigo de un concejal naranja’ como en otro momento ha dicho el presidente? Bien sencillo: torpedear a Vidal, a sabiendas de que nadaba en arenas movedizas, mientras él tenía su operación municipal cerrada, ya que los otros tres concejales de su grupo se habían juramentado en Madrid.

Hay una frase determinante de Gómez: «Ésta», refiriéndose a Vidal, «se la va a hacer también a Jero». Jero Moya es el compañero sentimental de la coordinadora del partido, portavoz de Cs en Cehegín, que tiene pactado con el PP suceder al actual alcalde popular dentro de unos meses hasta el final del mandato. Hay cierto morbo político en relación a este pacto, pues en el PP pueden alegar que el giro de Vidal en favor de los socialistas los libera de este compromiso mientras que Vidal no puede responder rompiendo otros pactos locales con el PP, pues ya hemos visto que se niegan a hacerlo los concejales de su partido.

He aquí una prueba más de cómo las relaciones personales interfieren en las políticas: Jero Moya y Mario Gómez son íntimos amigos, pero el segundo no soporta a la novia del primero, pues sabe que pactó destituirlo, aunque en esta fase estén obligados a ir de la mano para afrontar la estabilidad interna de Cs. Pero hay pocos que duden de que si prospera la moción de censura en el Ayuntamiento capitalino, el triunfante Gómez aspirará a ser el coordinador regional en sustitución de la ‘fracasada’ Vidal. Y eso que hace años ya fue destituido de ese cargo por pasar facturas falsas a la Asamblea Regional, algo muy parecido a lo que de ahora acusa sin pruebas al gobierno municipal y que constituye el principal pretexto para justificar la moción de censura. Gómez está convencido de que en el ayuntamiento de Murcia hacen lo que él hizo en la Asamblea, con la desgracia de que a él lo pillaron mientras sus acusaciones están por probar.

A dos bandas

Es evidente que desde Cs había una negociación a dos bandas en la política regional: por un lado, la moción de censura con el PSOE, y de otro la continuidad del pacto con el PP para incrementar el poder de Martínez Vidal en el Gobierno. Pero puede sospecharse que ésta estaba implicada en la segunda, como es notorio por la hemeroteca, y que desconociera lo que se tramaba en Madrid hasta poco antes de ‘dar el golpe’. Los contactos con los socialistas murcianos a lo largo de los dos últimos meses habrían estado encaminados a la negociación de los presupuestos más que a la moción, prueba de lo cual es la precipitación con que se elaboró el ‘programa de Gobierno’ conjunto.

Vidal es una crack en sus relaciones con otros partidos, aunque ya es evidente que no se desenvuelve con habilidad en el suyo ni en el de sus socios. Al socialista Diego Conesa intentó convencerlo desde el principio de la legislatura de que tenía más afinidades con el PSOE que con el PP, pues de éste conocía el percal, ya que fue cuatro años concejala de Murcia en su nombre, cuatro de los veintiséis que ahora denomina de corrupción, más los dos en el actual Gobierno. Desde la tribuna de la Asamblea, López Miras le dijo que ella nunca se fue del PP, sino que recurrió a otro partido cuando desde el PP no contaron con ella. Y a la vez de sus coqueteos políticos con el PSOE ha venido echando los tejos al portavoz del Grupo de Vox, aunque expulsado de este partido, Juan José Liarte, para que aceptara la candidatura de Cs a la alcaldía de Cartagena en las próximas elecciones.

Liarte y Castillo

Los dos fenómenos de esta historia son precisamente Liarte y, de otro lado, Alberto Castillo. El primero ha dado muestras de su capacidad para enredar a todos con su práctica falsamente ambigua, hasta el punto de que a la vez que comprometía al PSOE en una ‘negociacón-no negociación’, asustaba al PP por si fuera verdad que estuviera dispuesto a refrendar la moción. De ello ha sacado una consejería, con la que a la vez pone en un brete al Vox oficial, pues será difícil distinguir que con la misma ideología y el mismo programa lo que haga o deje de hacer Mabel Campuzano en el Gobierno sea distinguible de lo que haría otro consejero con el carné de Vox. La reunión del portavoz de la ejecutiva socialista, Francisco Lucas, en el domicilio de Campuzano en Totana, no fue un intento de negociación, según el PSOE, y la propia anfitriona se presta a confirmarlo, pues parece que en esa visita se pretendía apelar a la memoria de la diputada exVox, hija de quien fuera en su día secretario general de una de las agrupaciones socialistas de Cartagena. La vena sentimental, no el pin parental. Por intentarlo que no quede. Esa es la versión oficial.

En cuanto a Alberto Castillo, presidente de la Asamblea, queda claro que ante la dispersión de su partido ha decidido tirar por el camino de enmedio y situarse en la posición del Rey de España, que no vota en las elecciones. Es un papel que le va. Ya está en trance de confundir su persona, diputado de Cs, con la institución que preside precisamente por pertenecer a Cs, de lo que dio muestras en la primera jornada del debate cuando respondió a una alusión de Conesa sobre el previsible sentido de su voto como si el socialista hubiera escupido sobre una sacrosanta institución del Estado. Aunque Castillo firmó, como todos, la moción de censura, se abstuvo en la votación, lo que significa que se saltó, como Franco, Álvarez y Miguélez, la disciplina de partido, pero el partido se cuidará mucho de expulsarlo, a diferencia de lo que ha hecho con estos otros, pues si lo hiciera el Grupo de Cs pasaría a estar gestionado por los expulsados.

La democracia a dedo es lo que tiene.