Señores de los partidos, renuncien a arrogarse la representación de todos los murcianos cada vez que hablan en estos días tan tristes para la democracia de la Región.

Dice Juan Fueyo, investigador en Estados Unidos, de esos que echamos del país por falta de oportunidades, que los políticos consumen un diez por ciento de sus energías en gobernarnos mientras que el otro noventa lo reparten entre pelarse por el poder y preparar venganzas contra sus rivales.

No me siento identificado con los lamentables protagonistas de la política de estas dos semanas en esta autonomía y creo, modestamente, que no están autorizados para camuflar sus ambiciones personales, sus egos y vanidades detrás del discurso de interpretar la voluntad del ‘pueblo’.

Si realmente se interesaran por las necesidades, inquietudes y desvelos de sus votantes se darían cuenta de que están a años de luz de las del reparto de consejerías, las dobles traiciones por acaparar el mando, la mercadería de voluntades y la anteposición del interés patrimonial individual por encima del colectivo. Las antípodas del noble ejercicio de la ‘res pública’ a la que se supone que deben dedicar todos sus esfuerzos .

Para hablar por boca de los ciudadanos hay que acercarse en estos tiempos de pandemia a las colas de los comedores de Cáritas o de Jesús Abandonado y observar cómo se alargan y en qué ha cambiado el perfil de los que no tienen nada.

Hay que consultar las listas de parados y reconocer que 25.000 de esas 125.000 personas en nuestra Comunidad no estaban ante las oficinas virtuales del SEF hacen un año y que la mayoría son jóvenes y mujeres.

Por no hablar de la angustia de otros 15.000 trabajadores colgando del cada vez más fino hilo de los ERTE.

Hay que abrir las ventanas de los despachos y escuchar el sonido del cierre de las persianas de los negocios de los hosteleros, los comerciantes y los autónomos. Acudir a las consultas de los centros de salud y hospitales e interesarse por las listas de espera o averiguar en qué brazos se quedaron las dosis de vacunas indebidamente inyectadas.

Hay que escuchar a las puertas de los colegios la preocupación de progenitores y profesores, no por el pin parental, sino por la merma de la formación que provocan las aulas semivacías y la brecha digital.

Entonces les creeríamos cuando dicen que conocen la voluntad del pueblo. Mientras tanto, déjennos en paz y sigan a lo suyo.