Mala noche y peor madrugada las del 9 y 10 de marzo (¡anda, qué previsible, los idus de marzo!) las sufridas por el todavía presidente de la Comunidad, Fernando López Miras. Ring, ring, le llegó el chivatazo a altas horas: PSOE y Cs han firmado una moción de censura contra su excelentísima presidencia. Incredulidad, sorpresa, pasmo, terror. Y de inmediato, como primer gesto, llamada a Teodoro García, el hombre que nunca duerme: «¡Que vienen los vikingos!». «¿Cómo? ¡Qué disparate, no es verdad, Arrimadas no me ha dicho nada! Es un bulo», replicaba el secretario general. Pero poco a poco se fue despejando la verdad, llamada va y llamada viene, hasta que el propio Teodoro debió filtrarlo a Carlos Herrera, quien a las ocho de la mañana presentó ‘lo que se cuece en Murcia’ algo así como una frikada, y le faltó poco para desvelar las fuentes de la confidencia original con nombres y apellidos, cosa que López Miras trató de reparar a mediodía de ayer desviando la atención hacia ‘un concejal naranja’.

A partir de esa hora, las 8AM, nadie cogía el teléfono en ninguno de los partidos. «Luego te llamo», respondían todos por escrito a los periodistas que pretendían confirmar el notición. Naturalmente, nadie llamaba, y el ‘luego’ se alargaba hasta el ‘nunca’. El silencio confirmaba el hecho, pues hay silencios que delatan.

Empezaba el día con el pleno ordinario de la Asamblea, y allí estaban todos, en sus escaños, como si nada ocurriera, disimulando malamente algunos, veintitrés diputados en concreto, la bomba que llevaban bajo el brazo. Antes de que estallara consultaban en sus móviles la web de LA OPINIÓN: «López Miras se despierta con una moción de censura». Lo único probablemente inexacto, pero metafórico, era ese ‘se despierta’, porque cabe suponer que no durmió en toda la noche. Y al poco, unos diputados de PSOE y Cs se levantaron de sus escaños para dirigirse al registro y en ese instante comenzó la cuenta atrás para poner punto final a veintiséis años de Gobiernos sucesivos del PP en la Región de Murcia. Ayer fue un día histórico, porque las tres últimas generaciones de murcianos tuvieron noticia de algo insólito en sus vidas: la derecha no forma parte de la genética gubernamental en estos lares, y es posible otro tipo de asociación política.

La tarde-noche del martes, los diputados autonómicos y los concejales capitalinos de Cs fueron convocados a la sede regional de Centrofama, donde fueron recibidos por el vicesecretario nacional del partido, Carlos Cuadrado, quien los ilustró sobre la nueva estrategia y el dato más extraordinario: la coordinadora regional del partido sería la nueva presidenta del Gobierno, a pesar de que el nuevo socio, el PSOE, cuenta con 17 diputados mientras Cs aporta seis, y no precisamente bien avenidos. Pero en ese mismo punto y hora, todos firmaron como si se tratara de una sola persona. La reunión se prolongó más de lo previsto, hasta el punto de hacer imposible una cena concertada entre Cuadrado y la actual vicepresidenta del Gobierno, Isabel Franco, pues el toque de queda limita el horario disponible. Puede que esa cena se justificara en la necesidad de renovar la confianza con los diputados críticos, y lo curioso es que éstos firmaron la moción sin replicar, aun a sabiendas de que la nueva estructura del Gobierno conllevará la retirada del título de vicepresidenta a Franco y muy probablemente también el cargo de consejera. Curiosamente, quien más resistencia ofreció en esa reunión a validar el pacto fue el viceportavoz municipal de Murcia, Mario Gómez, quien no parecía entender que no se le destinara a la alcaldía y que el pacto fuera al revés de como otras veces había sido imaginado: el socialista Diego Conesa a la presidencia de la Comunidad, y Gómez, en compensación, alcalde de Murcia, aunque fuera durante un año en alternancia con el socialista Serrano, como él mismo había pactado con éste. Pero Gómez, a regañadientes, acabó aceptando, y lo hizo, salvando su viceconcejalía un día antes de que el popular Ballesta lo destituyera de sus competencias en Fomento. Las tornas se han vuelto de improviso en un giro de guion que está haciendo temblar no solo a la Regón de Murcia sino al resto de Comunidades en que los respectivos Gobiernos responden al concierto PP-Cs.

Es obvio que ese giro se ha venido fraguando desde hace algún tiempo, más o menos en la frontera de las elecciones catalanas, y que sus diseñadores han sido los máximos dirigentes de PSOE y Cs en un ejercicio de discreción insólito en la clase política, lo que ha impedido cualquier filtración o sospecha. Incluso en el caso de Martínez Vidal cabe apreciar habilidades de jugadora de mus, un arte en el que no está permitido engañar con las señas, pero sí despistar con la palabra. De las pullitas tuiteras a Mario Gómez que aquí hemos reflejado hace días a la rueda de prensa conjunta que ambos protagonizaron ayer hay un paso de alta prestidigitación.

Mientras tanto, López Miras exhibió ayer su caducidad al recurrir a conceptos como ‘traición’ para calificar la actitud de Cs y acusar a sus exsocios de «facilitar que la izquierda asalte las instituciones» (literal), como si 17 más 6 no sumaran 23, mayoría absoluta. La derecha gobierna; la izquierda asalta el Gobierno. Más luego la salsa del socialcomunismo, el nacionalismo, Bildu y el mediopensionismo. Rutina y agotamiento.

Parece claro que después de los últimos e intensos jaleos en la gestión de las vacunas y en la chapuza del intento de reforma de leyes para consumo unipersonal, con este giro se alumbra una nueva etapa en la Región que responde a la necesidad de estabilidad y progreso sin rémoras pin-parentales y ocurrencias regresivas. El Gobierno entrante tiene muchas cosas a su favor: la sintonía con la Administración central, la inauguración del Ave soterrado, la financiación extra de la Unión Europea, la ilusión del nuevo impulso.

Lo malo del nuevo Gobierno es que, siendo la alianza natural que dictaron las elecciones, llega tarde. Pero mediante este giro de guion, llega.