Es una pena que no haya indicio alguno de que José Ballesta sea un político corrupto. Sería estupendo que lo fuera, pero no hay manera de demostrarlo. Ahora bien, si nos empeñamos en difundir esa posibilidad con insistencia, el personal acabará sospechando que algo habrá, sobre todo si quien se emplea en sugerirlo es su propio socio de gobierno, Mario Gómez, quien en el anterior mandato le facilitó la alcaldía mientras permanecía en la oposición y que en el actual ha hecho lo mismo, pero ya incrustrándose en el gobierno municipal. Se entiende, pues, que Ballesta haya llegado al límite.

Este leal socio, Gómez, dedica desde hace seis años todas las horas del día a tratar de demostrar que los contratos de azafatas para los actos protocolarios del Ayuntamiento se hacen a dedo, lo cual debe ser un escándalo internacional. Pero a la vez que denuncia que la Administración local recurre con frecuencia a los ‘contratos menores’, como si éstos no fueran un recurso legal, resulta que los ‘contratos mayores’ como el multimillonario de parques y jardines, los firma él mismo de su puño y rúbrica, y después va y los lleva a la UDEF para que se investiguen las posibles irregularidades de la operación. Tal vez no se da cuenta, o sí, de que si ese contrato fuera ilegal el responsable político y jurídico del mismo sería el abajo firmante, es decir, el propio Mario Gómez. Se trata, pues, de un político que se denuncia a sí mismo por ver si puede quedar como tuerto en el país de los ciegos. Y a la vez tienta al PP a que rebusque, si es que estuviera predispuesto a hacerlo, en los contratos mayores y menores de la líder de su partido, Cs, en la etapa en que fue concejala del PP en el mismo ayuntamiento de Murcia.

Es verdad que mientras Gómez recopila dossieres para pasarlos a los socialistas en la oposición o llevarlos él mismo ante la Policía, su actividad como concejal con competencias de gobierno es más bien escasa, porque la conspiración no le deja tiempo para la gestión. Ni siquiera ha tenido cinco minutos para desmentir que el pasado jueves se reunió con los concejales de Cs para instarles a que se pasaran al Grupo Mixto y desde él activar la moción de censura pactada con el PSOE, con el apoyo de Podemos, una iniciativa retenida por las cúpulas socialista y de su propio partido desde hace meses, cuando la gestionó a espaldas del PP con el pretexto de las medidas de reactivación presupuestaria por las incidencias de la pandemia. 

Tampoco se ha dado mucha prisa en aclarar, cuando debiera haberlo hecho hace meses, que las dos carreras que exigía la plaza que ocupa en excedencia en el hospital de Yecla son resultado en realidad de un curso online en el chiringuito de la Universidad de León para la adaptación a Grado de su título universitario, y así se adelantó en la bolsa de trabajo del SMS, si bien tiene la disculpa de que dicha bolsa es un coladero para casos como el suyo. El anterior director del SMS aseguró en su día que lo de Gómez sería irregular si su caso fuera diferente al de otros anteriores, de lo que cabe deducir que es una circunstancia reiterada, y que a quienes cumplen realmente con las bases de los concursos se las vienen dando con queso. ¿Dónde están los sindicatos? Ah, perdón, son de izquierdas, y pasan la mano en estos casos ante la expectativa de que se produzca la moción de censura contra el PP, pues de otro modo no se explica que no denuncien este estado de cosas. 

El que fue destituido del cargo de coordinador regional de Cs por intentar colocar unas facturas de la campaña electoral de su partido, confetis y batukadas, como gastos propios del Grupo Parlamentario en la Asamblea anda empeñado ahora en tratar de demostrar que el gobierno municipal de Ballesta, al que él mismo pertenece, emplea sus propios trucos, incluso con la participación de su firma, pero hasta ahora sin resultado, aunque con mucho ruido. 

Con su actitud pretende blindarse ante la segura destitución por sus deslealtades conspiratorias, hasta el punto de provocar que la líder nacional de su partido, Inés Arrimadas, incurriera ayer en una nueva contradicción de las suyas, al afirmar que será «implacable contra la corrupción en Murcia», pero quiere mantener a la vez el gobierno local con el PP. A ver cómo se come esto:si quiere ser implacable contra la corrupción que supuestamente genera el PP ¿cómo es que quiere seguir siendo socia del PP? Legítimamente podríamos sospechar que se ha olido que hay algo que repartir, pues de otro modo no se explica, a no ser que sea consciente de que las acusaciones son un montaje, pero no quiera desautorizar a su portavoz regional.

A la vez, la jefa regional del partido, Ana Martínez Vidal, echaba balones fuera al asegurar que no tiene disposición a sentarse con el PP de Ballesta en la comisión de seguimiento del pacto municipal (es decir, a considerar el ‘caso Gómez’) si antes no se produce la destitución del concejal Felipe Coello por el ‘caso vacunas’, una posición políticamente muy razonable que coloca al alcalde en un callejón sin salida. El problema de Ballesta es que si retira las competencias a Gómez debiera repartirlas entre el resto de concejales de Cs, pero si éstos no las aceptan quedará claro que la ruptura no es solo con Gómez sino con Cs, y esto son palabras mayores. Debiera destituir antes a su concejal de Salud, pero éste es más peligroso que Gómez, porque no está dispuesto a asumir su evidente responsabilidad. Martínez Vidal casi parece pedirle socorro a Ballesta al afirmar que la indecisión de éste respecto a Coello le parece ‘incomprensible’, como si le dijera: «Necesito la cabeza de Coello para darte la de Gómez». Pero Coello no se presta, como un obispo. Así que a ver cómo salimos de ésta. Mal, seguro.