¿Por qué hemos escuchado el disco de C. Tangana? Nos ha dado igual que no hubiéramos escuchado antes demasiado Tangana ni supiéramos con certeza todavía lo que realmente es todo eso que revolotea sobre el viejo reggaetón noventero con su toque flamenco. Ha dado igual, digo. De repente un vendaval de necesidad nos ha invadido el cerebelo, nos ha tocado la tecla esa que es la pepita de la voluntad, el punto g del capitalismo, lo que hace que hagamos cosas, que nos interesemos por ellas, que queramos comprarlas, saber de ellas, con ellas, por ellas. Y entonces hemos escuchado el disco. Sí, os compro todos los motivos que tengáis para escucharlo. Pero el caso es que lo hemos hecho y hemos estado las últimas semanas de trasiego vital pandémico, ilusionados con las cifras, avanzando de dos en dos y de cuatro en cuatro en las terrazas de los bares, con el espectro de Tangana girándose mirándonos con ese maravilloso quasidesprecio de madrileño que apaga colillas en las chanclas de playa en La Manga y se baña en la piscina fumando y con calzoncillos, ahí, en el hombro, como si fuera un loro mosca que nos acompaña.

Los caminos de la imagen son maravillosos. Los que de alguna forma nos dedicamos a esto creemos verlos y confiamos en que hay gurús de verdad que los ven con los ojos cerrados como si todo esto fuera un Matrix con leyes matemáticas que funcionan. Yo tengo la teoría de las esencias. Si vemos la esencia de algo nos lo quedamos ahí, en la pepita del interés. La esencia es lo que nos hace click. Ser capaz de tocar esa fibra interna. Como si los mensajes de una imagen, una canción, un momento, se fundieran en mil tópicos, ideas previas, amasadas casi sin darnos cuentas a través de nuestra experiencia, aglutinadas en un conglomerado de realidad. La realidad es siempre importante. Luego la vistes, la adornas hasta el infinito, que deslumbre, y ya lo tienes.

Pues ahí está C. Tangana. También contemos con el acierto que es rodearse de algunos de los que escucharíamos siempre un tema nuevo suyo. A mí con Calamaro ya me habías ganado, Tangana. Y me siento Renée Zellweger en Jerry McGuire: «Ya me tenías con el hola» Así somos los de pepita fácil. ‘El madrileño’, ahí estaba el concepto desde el inicio de los tiempos. Ahí mismo. En la cola de coches entrando a La Manga en agosto de 1985. Admiración por la capacidad de ver lo que está ahí desde siempre. ¿Un producto? No hombre, esto es arte. ¿De qué cojones sirve arrepentirse? Vale.