Los que somos de la generación EGB asociaremos más que probablemente el título de esta columna a uno de los hits de Mecano que cuenta la historia de dos mujeres que se aman en secreto. La preposición contra que hay entre las dos féminas que protagonizan el tema del exitoso grupo español se refiere a la cercanía entre ambas, aunque suponga una contrariedad para ellas. Hoy, reproduzco el mismo título, pero el término contra se adapta más a sus significados más habituales, relativos a estar en oposición o enfrentado a alguien, a avanzar o estar situado en dirección contraria a alguien. Me explico.

Resulta paradójico, pero una jornada que pregona y promueve la igualdad, la valía, el empoderamiento y la unión de las mujeres, como el 8M, está logrando el efecto contrario, de tal modo que está contribuyendo cada vez más a enfrentar a las propias mujeres entre sí. Y no lo digo yo, ya que algunas podrían acusarme de no ser objetivo por el simple hecho de ser hombre. Lo dicen muchas señoritas y señoras, cada vez más, que manifiestan que no se sienten representadas por ciertos sectores, de cuyas iniciativas y comportamientos se avergüenzan.

Son mujeres que no están ciegas ni se muestran sumisas ante una sociedad que quizá conserve síntomas graves de discriminación hacia las féminas, como la brecha salarial, los techos de cristal o la mayor incidencia del paro femenino, en especial, en situaciones de crisis como la actual.

Son mujeres que denuncian estas y otras situaciones desfavorables que se encuentran en sus hogares, en sus carreras profesionales o en las calles.

Pero también son mujeres que reclaman un tratamiento igual e igualitario respecto a los hombres, pero no pisotearlos ni señalarlos como potenciales maltratadores o asesinos. Mujeres para los que los hombres somos necesarios compañeros de viaje, que debemos y podemos avanzar unidos y para las que la violencia o el maltrato no va ligado al sexo con el que se nace, sino a los actos que comete cada uno. Son mujeres que saben que la inmensa mayoría de los hombres somos los primeros en condenar a los asesinos machistas, somos los primeros en apoyarlas y hasta en apoyarnos en ellas cuando las necesitamos. Son mujeres para las que el enemigo no es el hombre, cualquier hombre, por el mero hecho de serlo. 

Y, sobre todo, son mujeres para las que luchar por todas ellas no consiste en sostener una pancarta y lucirla durante un único día. Mujeres que pelean los 365 días del año, que luchan sobre el terreno de la vida real y no en unos mundos de Yupi, que alzan la voz en los despachos y oficinas para reclamar y exigir sus derechos. Pero no lo hacen con insultos ni proclamas agresivas más o menos ocurrentes contra el otro sexo. Lo hacen con las armas que saben que serán verdaderamente efectivas, las que surten efecto y consiguen resultados. Armas que no son otras que la formación, el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio. Y son conscientes de que muchos logros les siguen costando más que a sus compañeros, pero pelean por la igualdad de condiciones, en lugar de por reproducir los mismos errores que los hombres, al tratar de imponerse porque sí. 

Afortunadamente, nuestra Cartagena puede presumir de contar con muchas mujeres en primera línea. Empezando por nuestra alcaldesa, Ana Belén Castejón, que en unos meses, intercambiará su papel con otra mujer, la actual vicealcaldesa Noelia Arroyo. Ambas han compartido y lo siguen haciendo la representación y protección de la ciudad en medio de una pandemia histórica. Habrán tenido fallos y aciertos, pero lo que no se les puede echar en cara es que no hayan trabajado a destajo para tratar de llegar y ayudar a los cartageneros que lo han necesitado, en la medida de sus posibilidades.

Otra mujer maneja desde hace año y medio el timón de la Autoridad Portuaria de Cartagena. Yolanda Muñoz no ha parado ni un instante desde que llegó al cargo. No se ha conformado con cuidar y conservar los talentos heredados, sino que ha seguido capitaneando el crecimiento, capeando el temporal del coronavirus y el de la lengua azul y propiciando nuevos proyectos presentes y futuros, como el que ha presentado esta semana para conducir a nuestro Puerto hacia la industria de las plataformas off shore, que generará riqueza y trabajo en nuestra comarca y nuestra Región. Además, se ha mostrado generosa, al aumentar las inversiones en infraestructuras portuariasl para fomentar el empleo en un momento enormemente delicado para las listas del paro. Y su generosidad ha derivado hacia la solidaridad, al destinar parte de sus beneficios a subvenciones para garantizar la continuidad de las ONG y colectivos sociales de la ciudad y evitar su desaparición.

El tándem que forman la presidenta de la COEC, Ana Correa, y su vicepresidenta, Nuria Castillo, también es un ejemplo de trabajo y lucha por los empresarios de la ciudad, por todos, hombres y mujeres, sin distinción ni enfrentamientos y empujando en la dirección del progreso y desarrollo de Cartagena, aunque las incompetencias, desidias y luchas de partidos de las Administraciones nos lleven a retrasar la presunta llegada del AVE nada menos que a 2025.

También nuestra sede del conocimiento se sustenta ahora sobre la primera rectora de la Universidad Politécnica de Cartagena, Beatriz Miguel, que también ha sido solidaria con la cesión de espacios por la pandemia y que mantiene la calidad y reputación de la institución docente en su etapa más complicada.

Ellas ponen rostro a la defensa real y con hechos por los derechos de la mujer, pero son solo la punta de lanza de cientos y miles de ellas que siguen su ejemplo y su camino, se ponga quien se ponga por delante.

Si habrá o no manifestaciones por el 8M quedará para los titulares de las portadas de estos días. Y esperemos que se quede ahí y no tengamos que adjudicar a la lucha de algunas las muertes de otras cuantas decenas de miles de personas, en una cuarta ola de la que no podemos decir que no nos están advirtiendo.

De lo que no hay duda es de que mientras unos mantienen debates tan mediáticos como infructuosos sobre cómo empoderar a la mujer, en Cartagena, podemos sacar pecho y presumir de que contamos con sobrados ejemplos de las que dan la cara por las suyas y por los suyos cada día, con o sin pancarta.

Feliz 8M a todas y todos. Os necesitamos todo el año. 

Y lo que opinen los demás está de más.