Va para tres años que no tengo pareja. Y oye, no es que me queje o me vaya mal. Pero siempre soy la coja del grupo; y lo peor, no me han dejado apuntarme a clases de swing, porque según la maestra es una disciplina para bailar de dos en dos.

Ya. Y me creo yo que en la primera década del siglo XX todas las negras de Nueva Orleans, Chicago y Nueva York que improvisaban bailes sobre acordes de piano tenían novio. Pero, bueno, tampoco era plan de darle una charla a la señorita Debbie Allen (Fama) y ahí me quedé, sin ser la reina del Lindy Hop por no tener acompañante. A ver de dónde sacaba yo en plena ola de pandemia a un chulazo que quisiera ensayar conmigo bailes de salón vía Skype.

Cómo casi para todo de un tiempo acá, contacté con mis oráculos. Mi amiga Judith de Burgos y mi amigo Hilario de Albacete, que realmente tampoco tienen pareja, pero las risas en la consulta estaban aseguradas. Ambos coincidieron en el consejo: «Mi niña, ábrete un Tinder». Y me vine abajo. Aunque, bueno, ya a esta edad y con la situación que tenemos tampoco es plan de ir por la vida de tiquismiqui, pero una se cree con dignidad y no me veía pasando fotos como si de la carta de un restaurante se tratase. Yo, para el ligoteo siempre he sido muy terrenal, de las que toca primero el paño.

Me desconcertaron sus propuestas sobremanera. Judith me aconsejaba entablar conversaciones con tipos majos, que tuviesen don de palabra, fueran bien vestidos y se les viera educados desde el primer momento, mientras que Hilario me proponía indagar en si tenían tierras, tractor y supieran de bricolaje... Lo que os decía, una risa.

Alea jacta est, sin pensarlo acabé dada de alta en la aplicación, con más miedo que vergüenza, que esto va por ratio y no me podía pasar de un perímetro de 80 kilómetros. De repente empezaron a aparecer caras y torsos como si de una feria de ganado fuese la jugada, hasta que una imagen me hizo detener absorta: ¡era el marido de mi amiga Silvia! ¿Desde cuándo estos dos que se casaron en La Fuensanta tenían una relación abierta? ¿Lo sabría ella? ¿Me abría visto él a mí? Ipso facto dejó de importarme; si estaba él podía estar yo.

Hasta que el karma me la devolvió en forma de sillazo: ¡Mi ex! El bueno y sensato de mi ex en esta red social, y de nuevo un bajón: ¿me habría visto? El caso es que seguí indagando. Cómo es posible que haya tantos hombres en un perímetro tan reducido y no me haya cruzado con ninguno de los de 1,85m, ojos verdes, deportista que no fuma, no bebe, con estudios universitarios, amante de la naturaleza, la música y de la buena mesa. ¿Acaso era un patrón? Porque si no, no me lo explico.

El caso es yo que me las doy de sibarita; entre mis conquistas hay un premio Ortega y Gasset de fotoperiodismo de guerra, un campeón de ultramar maratón, un torero y un teclista americano que llena estadios con su grupo. No podía conformarme con Ramón, de Ulea, aficionado a la petanca. Y filtré por el tema cultural. No es que me guste basar mis citas en hablar de Pérez Galdós, pero, oye... Un poco de Antonio Iturbe, otro de María Zambrano, leernos un par de poemas de Axioma de mi amigo Jesús Alonso, y ya doy la cita por buena, me tienes ganada.

¡Batacazo! No entenderé nunca a quien dice que ama la música y no conoce a Link Wray, o al que presume de lector empedernido y te suelta un ‘haiga’. ¡Menuda criba hice! Aparqué la cultura un rato y me puse a mirar bocas; no es que sea yo muy perfeccionista con la estética, pero durante una temporada tuve un novio sin dientes y, mire usted, yo en la cercanía soy divertidisima ¡y no veas cómo lo pasaba cada vez que el susodicho se reía y enseñaba sus despobladas encías! Venga, los de la boca cerrada descartados...

Volví a mirar un poco más el fondo y me centré en ideales políticos. Si en la mascarilla pone Vox o lleva una banderita de España, ni sigo. Que a mí a patriota no me gana nadie, te diré, pero últimamente los que pegan ostias van con este outfit, es una ideología con la que nunca comulgaré, me voy para el lado opuesto. Y cuando creí que los predicadores del ideal comunista eran mi salvación, aparecen las fotos que los delatan. Pelo al viento, kufiya pro Palestina, una Gibson Citation HB colgada en la pared, un paquete de Camel en la mesa y bebiendo Ron con Coca Cola, pero eso sí, con el puño bien alto por la liberación de Willy Toledo... Comunistas de todo a cien, que diría mi admirado amigo y escritor de relatos Crivi en una de nuestras charlas. ¿Dónde están los de centro izquierda normales?

Descartados también profesiones de riesgo; fuera militares, policías, bomberos, musicos y hosteleros, que yo enseguida me engancho y no es plan de andar sufriendo con cada acto de servicio. Pero, claro, hoy día el que es científico, investigador o periodista tampoco lo cuenta por miedo a ser repudiado. Como siguiera filtrando nada más me iba a quedar con los ciclados de gym, vestidos de camiseta de tirantes fosforitos y esos tatuajes tribales, y por ahí sí que no estaba dispuesta a pasar. Por contrapunto, los que decían beber y fumar esporádicamente emanaban un olor a ducados retestinado y Brummel que se percibía desde la pantalla del teléfono, y yo soy muy de El Fary y Los Chichos, pero para tenerlos sonando todo el día como que no.

Volvió a salir mi ex, sigo buscando. Suprimí a los que iban con cinta en el pelo, a los que llevaban las cejas depiladas, los de perilla perfilada, a los de la uña del meñique larga, a los que eran muy blancos de piel y a los medio calvos que intentan disimular cubriendo su cabeza con el cabello que les queda después de hacerse la raya a un lado. Eliminé de un plumazo a los que amaban los ritmos latinos pero no tenían ni idea de quién es Héctor Lavoe o Pérez Prado. Rechacé a los que tienen pinta de querer salvarte la vida pero se parecían a Johnny Thunders, que por esos me cuelo. A los que en sus redes no tienen fotos con antiguas parejas, por los lobos solitarios no vuelvo a pasar. Hasta que en la pantalla apareció un estridente piloto rojo que decia :

«Qué hace una chica como tú en un sitio como este? ¿Qué clase de aventura has venido a buscar? Los años te delatan, nena, estás fuera de sitio. Vas de caza. ¿A quién vas a atrapar? No utilices tus juegos conmigo, mujer fatal, siempre con problemas...».

Y es que la vida de muchos es eso, una canción de Burning, un fotograma continuo de Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010), dónde el amor es imposible por mucho que lo busques o lo cuides si crees haberlo encontrado. Pero no es un final triste, he de decir que justo antes de dar por finalizada mi efímera experiencia de 24 horas en una red social de citas, apareció un mensaje muy sugerente de un tipo majo que me invitaba a lentejas. Mira que si estoy a un click de encontrar al hombre de mis sueños y ando por aquí escribiendo...

Canción que escucho

mientras escribo:

Lonely Man, Tito Ramírez

❤❤❤