Me cuesta mucho decirlo, pero estoy de acuerdo con Pablo Iglesias cuando dijo que «no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España». Aunque por motivos muy distintos. No hay una normalidad democrática cuando permanentemente unas minorías intentan condicionar los derechos y libertades de la gran mayoría democrática.

No hay normalidad democrática cuando unos individuos, mayores y menores de edad, incumplen nuestras normas democráticas, destrozan lo público, que es de todos, coartan la libre circulación de la mayoría, sin que el Estado tenga mecanismos para impedirlo y condenarlo.

No hay normalidad democrática cuando quienes quieren destrozar nuestra normalidad democrática están en las instituciones haciendo todo lo posible para dinamitar las propias instituciones que configuran los pilares de nuestra democracia.

No hay normalidad democrática cuando las promesas electorales que hacen a unos llegar al poder se incumplen desde el primer momento en que el poder se ocupa, sin consecuencia alguna.

No hay normalidad democrática cuando los que salieron de esa anormalidad democrática del anarquismo callejero llegan a dirigir nuestro Gobierno.

No hay normalidad democrática cuando el uso del castellano supone una limitación para el movimiento por todo el territorio nacional, para el acceso a la educación, para el acceso a la función pública, para sentirse español en cualquier rincón del territorio nacional.

No hay normalidad democrática cuando las inversiones y financiación estatal están al servicio de las minorías independentistas o regionalistas que chantajean al Gobierno de la nación y al propio Estado.

No hay normalidad democrática cuando el Gobierno de la nación y los mecanismos del Estado no pueden anular las manifestaciones ilegales que tienen a delincuentes como excusa.

No hay normalidad democrática cuando un individuo puede insultar a un policía (cualquiera de las Fuerzas de Seguridad) a menos de un metro de su cara, o puede lanzarle objetos contundentes, y no hay ninguna consecuencia.

No hay normalidad democrática cuando mafias y delincuentes ocupan la propiedad privada de otro (un pilar esencial de la democracia), con el apoyo y la defensa del propio Gobierno de la nación.

No hay normalidad democrática cuando la Justicia se cuestiona desde otra institución del Estado.

No hay normalidad democrática cuando nuestras fronteras son continuamente asaltadas y el Estado, y su Gobierno, no ponen remedio.

No hay normalidad democrática cuando los sistemas fiscales y financieros son diferentes según la Comunidad donde vivas, permitiendo los fueros y el trato especial de algunas Comunidades.

Es cierto, yo quiero una democracia plena, quiero un Estado que defienda a la mayoría de personas buenas y cívicas de este país que contribuyen a su crecimiento. Quiero un Estado que persiga a los delincuentes, en el más amplio sentido. Quiero un Estado que actúe contundentemente contra el desorden público. Quiero un Estado que no distinga dónde nací para determinar qué derechos tengo en los distintos rincones de mi país. Quiero un Estado que defienda al que camina libre y respetuosamente y persiga al delincuente y al terrorista callejero. 

Quiero más Estado, que apueste por la mayoría democrática y cívica que se siente acobardada por la minoría y por los delincuentes.