Don Lorenzo era un maestro de escuela de los de antes, el que le tocó en suerte a mi padre, hace ya algunos años. Según dice, era un hombre grande, aunque esto tienes que verlo con la mirada de niño, claro.

Don Lorenzo enseñaba matemáticas, historia, urbanidad o lengua. En general cualquier cosa que un chaval de entonces debiera saber. Y estaba por lo visto dotado de una mirada petrificadora, con la que regañaba a quien se saliera del tiesto.

Gracias a lo que le había enseñado de niño Don Lorenzo, al morir mi abuelo y quedarse fatalmente huérfanos, mi padre hizo en un solo curso el ingreso, y los tres primeros años de bachiller, en tres convocatorias sucesivas de junio, septiembre y de nuevo junio, haciendo en un solo curso, verano incluido, un avance notable.

Al ver estos días a la chavalería enfervorecida quemando contenedores en las calles, me pregunto qué harían esos desgraciados de haber vivido una posguerra como la que vivieron nuestros padres. Y en parte me gustaría saber qué hemos hecho mal, para que, en nombre de la libertad de expresión, se asalten negocios, se quemen coches, o se apedreen farolas.

Hasta hace poco, pensaba que estos animales son hijos de la LOGSE. Pero Daniel ha dicho algo que me ha hecho cambiar el prisma: aunque cambie el sistema educativo, siguen siendo los mismos profesores y sigue habiendo familias. Supuestamente los lugares en los que uno adquiere un nivel cultural digno. Pero es que, encima, ahora tenemos un acceso mucho más amplio a libros, al cine y a todas esas disciplinas que también educan. ¿Qué ha pasado entonces? ¿es que hemos perdido el interés por educar? ¿ya no hay don Lorenzos?

A la vista de lo que hacen esos energúmenos, teóricamente en defensa de la libertad de expresión de un pedazo de animal que pregona que hay que matar a todo el que no le guste, qué va a pasar cuando, por ejemplo, no ganen las elecciones los suyos. Es de esperar entonces que ardan literalmente las ciudades. Y que seguramente sea, igual que ahora, en nombre de la libertad y abajo los opresores.

Como esta guerra la va a ganar la gente, y ahora nos ha salido un nuevo frente, no nos queda más remedio que convertirnos cada cual en don Lorenzos. Hay que recuperar la educación, el sentido común, el respeto, el ánimo de progreso. Si puede ser, con mirada petrificadora incluida, que evite descarrilamientos a tiempo.

Un propósito colectivo que, llegado el momento nos haga tener a todos sentido de la justicia y de la educación. De la justicia para que a cada cual se le ponga donde le corresponda. Para bien o para mal. Y de educación para que hagamos de la educación un desafío propio, de cada cual.

Una responsabilidad que como sociedad tenemos todos. Y a ver si a fuerza de ponernos en modo Don Lorenzo consiguiéramos que este triste capítulo, si puede ser, no se repitiera más.