Los largos tentáculos de la extrema izquierda española están intentando hacer, en todo el mundo, de Pablo Hasél, un nuevo mártir de la libertad, como en 1909 hicieron con Francisco Ferrer Guardia. De ahí las movidas nocturnas de fuego y terror, tan del gusto del amarillismo de portada por todo el globo. Ferrer Guardia intentó inaugurar, en Barcelona, un paralelo a la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid; esto es, una enseñanza laica, libertaria, sin Dios y sin leyes burguesas. Mateo Morral, el terrorista que atentó contra el cortejo nupcial de Alfonso XIII, había sido alumno suyo, tiempo atrás, en una de sus escuelas. Pero no tenía ya ninguna relación con el maestro.

En 1907 se organizó en Barcelona la llamada Semana Trágica, con el ejército en las calles. El balance fue de 78 muertos, de ellos 75 civiles. Ferrer y Guardia había venido a Barcelona por las mismas fechas y se le acusó de instigador. Juicio militar sumarísimo, y fusilamiento. De la iniquidad del juicio da cuenta el hecho de que, posteriormente, la autoridad militar devolvió los bienes confiscados (tan parte de la sentencia como la pena de muerte), a los familiares. Un asesinato jurídico-militar en toda regla. Aunque lo de la regla no sé si sobra. Unamuno tachó a Ferrer Guardia como ‘mamarracho’. Don Miguel, desnortado, como tantas veces.

Bien, Pablo Hasél, nieto de militar represor del maquis en el Pirineo e hijo de potentado, no ha fundado ninguna escuela. Ha sido enjuiciado por un tribunal independiente, que ha aplicado leyes salidas de un parlamento democrático. Y ha sido condenado. Tuvo derecho a una defensa apropiada y correcta. Sus delitos eran incitación al odio, a la destrucción, amenazas a personas, y otras cosas, que están específicamente tipificadas en el Código Penal. Porque la libertad de expresión no puede ser eso. Todos tenemos derecho a que nadie nos amenace en público, pidiendo nuestra muerte. A Hasél no se le ha juzgado y condenado por hacer mofa del rey ni de la democracia burguesa, se le ha condenado por amenazas de muerte, y por incitación a la lucha armada y al terrorismo.

Por eso, cualquier similitud con Ferrer Guardia es improcedente, salvo que quien lo haga demuestre utilizar el llamado pensamiento débil que en este caso sería: «Hasél es de izquierdas, es cantante, es español, es antisistema, luego esté encarcelado por esas causas». Tal pensamiento débil ya ha cundido en Maduro y en López Obrador, de Venezuela y de México respectivamente.

Y seguirá cundiendo. Donde triunfa el pensamiento débil ya no entra el pensamiento fuerte, que lleva la razón en sí, pero exige hilar fino.

Lejos de nosotros la funesta manía de pensar, viejo adagio español, que hemos exportado con éxito.