Un año después he vuelto a subirme en metro. Un año después vuelvo al estrés de la vida rápida, esa en la que caduca la comida porque no comes en casa y cuando llegas por la noche estás tan cansada que ni abres el frigorífico. Esa en la que tienes mil mensajes por contestar y estás perdida cuando entras en Twitter y no te enteras de nada, esa en la que parece que pocas cosas han cambiado desde la última vez que vi un telediario.

Me quedé en los resultados de las elecciones catalanas, y el sorpasso de la ultraderecha a los populares y naranjas, obteniendo diputados en todas las provincias de Cataluña, poca broma, mientras el PSOE y el efecto Illa de Redondo parece que ha funcionado, pero aunque muchos de ustedes no me entiendan, para mí Salvador Illa no ha ganado las elecciones; mi concepto de ganar es poder gobernar. Quizás estoy diciendo una burrada, pero de poco le va a servir haber ganado en votos por mucha voluntad que le ponga a la investidura.

¿De qué ha servido el ruido y la turra electoral? Pregunto. Poner en riesgo a la sociedad en un momento muy delicado de la pandemia, dejándonos la jornada electoral imágenes muy marcianas (de esto también les hablaré más tarde); me impactó ver a todos los interventores y miembros de las mesas electorales enfundados en EPIS, me parece de locos haber llegado hasta aquí con una incidencia que triplicaba el de las elecciones vascas o gallegas, aunque pienso que ninguna debería haberse celebrado. Pero una vez vistos los resultados y las reacciones de los partidos, me paro a pensar lo alejados de la realidad que están algunos y cómo era un poema la cara de Teo García Egea al salir a justificar la derrota con la poca participación y por la estrategia política de poner en la diana el caso Bárcenas.

(Solo decir que la fecha del caso estaba puesta desde hace un año, y en el caso de que fuera estrategia, a lo mejor lo que tendrían que hacer es tomar apuntes de las estrategias de Iván Redondo, porque hasta el momento los resultados de la era Casado son muy preocupantes).

Mientras Ciudadanos cae en picado, no seré yo quien me alegre por la caída de un partido, pero es que... Rivera sembró la caída e Inés Arrimadas no deja de ser un daño colateral, acompañado de una nefasta estrategia, así como su papel en el juego político y sus bandazos e incongruencias han hecho el resto. Quizás sería un buen comienzo para que hicieran autocrítica en ambos casos, viendo como Vox les adelanta por la derecha, ¡espabilen!

Y mientras en el gallinero del Congreso siguen perdiendo el tiempo y dando espectáculos lamentables mientras la incertidumbre nos come, la economía se desploma, y la sociedad se agota y se agita. Como agitadas han sido las manifestaciones por el encarcelamiento de Pablo Hassel, revueltas que critico igual que a los de las cacerolas, palos de golf y náuticos del barrio de Salamanca. ¡Estamos en una pandemia! No toca salir a la calle a gritarle al mundo que se nos ha olvidado que seguimos en riesgo y que tenemos que hacerlo bien para volver a bailar.

Es difícil hablar de la libertad de expresión, me cuesta darles una opinión, desconozco sus letras, al igual que he leído que es reincidente por cometer otros delitos de apología del terrorismo, etc. Pero si Hassel entra en la cárcel ¿qué hacemos con la influencer nazi que en un discurso hipnótico que he visto por redes, hacía apología del nazismo, señalando a los judíos como el enemigo? ¿Cómo es posible que se permitan estas manifestaciones?

Es igual de grave para mí, no entiendo ni siquiera como les permiten manifestarse. Así como habría que decirle a Echenique que se olvide del iPad o que alguien se lo quite para que deje de publicar mensajes arengando a la gente a salir y apoyar las manifestaciones, un portavoz del grupo que gobierna gracias a su coalición con el PSOE. Un despropósito.

Definitivamente creo que los responsables de los gabinetes de comunicación de nuestra clase política están descontrolados. Aunque me resulte divertido y me cueste creer lo que leo, les diría que basta la broma ya. Unos y otros, háganlo por su bien y modifiquen su estrategia porque están perdiendo tiempo y dinero. La gente se está hartando, y con razón.

Los espectáculos a los que estamos siendo testigos no nos los merecemos. Bárcenas, Génova y pega la vuelta, gran éxito de Pimpinela, en este caso Pablo Casado haciendo de ella y Bárcenas de él. Por eso, vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta, o el remake de la película Una rubia muy legal protagonizada por Cristina Cifuentes. Siempre he pensado que si el PP cuando salió la sentencia de la financiación ilegal, en vez de esa moción de censura surrealista con desaparición y bolso incluidos, hubiera salido Mariano Rajoy, días antes, tal y como le reclamaban desde muchos frentes, a dar una rueda de prensa, asumiendo y queriendo investigar de verdad lo ocurrido y reconocerlo, creo que muchas cosas habrían cambiado. Ahora solo falta que Galicia despierte de la mayoría absoluta y dé un salto a la capital, pero si yo fuera Feijoo, me daría pereza.

Si lo pienso, no me extraña que Vox escale a fuego lento y vaya ganando enteros. Sus rivales están en plena crisis, y si no que se lo digan a Ciudadanos: mal empezaron con la campaña electoral de Cataluña y los abrazos, aunque pensándolo mejor, la caída en picado empezó mucho antes, con Rivera, la gran decepción del centro derecha. Pero sin irme tan lejos, crisis del partido naranja no solo hay en Cataluña, imagino que han sacado las palomitas en la Región de Murcia, duelo a lo Dinastía con Joan Colins y Linda Evans. Sus máximas representantes no se soportan y no dejan de dar titulares a base desplantes en ambas direcciones, perdiendo el tiempo y mostrándonos sus diferencias infantiles con un cinismo que, de verdad, creo que nos toman por tontos. Y mientras, el PSOE desaparecido; les diría que aprovechen y busquen a Gabilondo, otro que tal.

Pero a pesar de todo, la vida sigue, y mientras yo entraba de nuevo en la vida caótica, cuatro llamadas perdidas y un mensaje de mi hermano después, diciendo llámame, eran la llamada que llevábamos esperando semanas; han vacunado a mi madre con la primera dosis, como a la madre de Leti, que me escribió para decirme que a la suya también la vacunaban.

No diré nada más de lo que dije en su momento sobre todos aquellos que se han vacunado cuando no les tocaba, así como sobre el clero, que nos faltaba para un guion de Berlanga, y después de la farsa del obispo y los capellanes, podemos rodar la secuela de la Escopeta Nacional.

A pesar de no haber estado a su lado, el de mi madre, me quedo con su frase al teléfono tras preguntarle qué tal la vacuna: «Hija, no tengo miedo a nada».

Esto es lo importante, la vida pasa y la pandemia nos está restando días. Tenemos que proteger a los que más lo necesitan, nuestros mayores, y a todos aquellos que están expuestos. Dejen de tirarse reproches y dar titulares, vacunen mañana, tarde y noche.

El contador va en nuestra contra y no hay que dejar ni un beso sin dar ni un abrazo que ofrecer.