Las remodelaciones de Gobierno no se anuncian por anticipado. Si lo haces te puede pasar lo que ha ocurrido, a saber, que quien se ve remodelable se adelante al acontecimiento. El gesto es bien sencillo: me voy antes de que me echen. Caso Beatriz Ballesteros, consejera de Transparencia.

Su dimisión se ha producido de manera calculada: envió una carta al presidente del Gobierno en la mañana de ayer mismo, poco antes de que se celebrara la habitual reunión del Consejo, de tal manera que a López Miras no le dio tiempo de leerla antes de sentarse a la Mesa, y allí mismo se enteró del suceso por boca de la protagonista, que tomó la palabra antes del inicio oficial de la sesión, sin duda consciente de que por eso mismo su intervención no quedaría reflejada en el acta.

Ballesteros inició su discurso sorpresa asegurando que en su día se hizo cargo con ilusión de un departamento cuyas competencias casan, dijo, «como la lechuga y el huevo» (Protección Civil y Transparencia). Pero desde hace algún tiempo ha venido observando un distanciamiento con la líder del partido, Cs, al que, juez de profesión, no pertenece, y ha recibido mensajes de que no cuentan con ella, aparte de que ha deducido por informaciones de prensa que para una nueva etapa sería sustituida. Dijo que por esas razones estaba experimentando una pérdida de autoridad en su cargo, agravada por el hecho de que no se sentía cómoda en un lugar donde percibe que no la quieren. Fue muy emotiva al subrayar el agradecimiento al presidente y al resto de los consejeros, en los que siempre había encontrado amparo; en la carta a López Miras detalla, además, que como gestora de la dramática situación producida por la DANA, que se desencadenó al poco de su toma de posesión, se sintió muy fortalecida por el aliento del presidente, y especifica literalmente que desde hace algún tiempo «he echado en falta el apoyo de quien me ofreció formar parte de este proyecto», es decir, sin mencionarla, Ana Martínez Vidal.

En efecto, la hemeroteca registra, mucho antes de que Martínez Vidal fuera designada coordinadora de Cs en la Región, que la actual lideresa presumió de haber sido quien había propuesto para sus respectivos cargos a Ballesteros y a Miguel Motas (Trabajo y Universidades), que entraron como independientes, aunque al poco el segundo tomó el carné del partido, si bien su trayectoria política anterior estaba ligada a Juan María Vázquez, que fue candidato a rector de la UMU y alto cargo de la administración educativa en Gobiernos del PP.

Y aunque la consejería de Transparencia le fue ofrecida en primer lugar al magistrado Joaquín Ángel de Domingo, quien la aceptó ante Martínez Vidal, por alguna razón, a la hora de la verdad, fue Ballesteros la destinataria del cargo, si bien parece que el primer destino de la jueza habría sido el de secretaria general de la propia consejera de Empresa. Según se dice en Cs, la actual coordinadora conocía a Ballesteros porque en aquel momento era instructora de su entonces marido en unas oposiciones a la judicatura o a notarías, para las que todavía se prepara mientras ejerce de asesor en el ayuntamiento de Majadahonda, gobernado por el PP.

Cabe deducir que la relación inicial entre Martínez Vidal y Ballesteros era de plena confianza. Además de ‘la ilusión por el proyecto’ que le fue ofrecido, la jueza tenía razones de satisfacción por el hecho de que su marido e hijos viven en Murcia mientras ella dispone ahora de plaza en la Comunidad Valenciana, de modo que su cargo de consejera le permitía ‘conciliar’. Ballesteros venía avalada por su excelente actuación en su condición de magistrada tras la crisis económica de 2008, ya que desde el tribunal de lo contencioso en Murcia supo manejar con especial delicadeza los concursos de acreedores de muchas empresas en crisis que se salvaron por su gestión desde el juzgado.

Sin embargo, a pesar de que en lo que se refiere a la DANA tuvo una buena actitud preventiva (con la pena de que se cruzó por en medio la inevitable destitución de su director de Protección Civil, pillado en el teatro mientras caían chuzos de punta sobre la Región), como consejera de Transparencia ha desempeñado una gestión más bien gris, a pesar de que sus competencias en esa cartera eran las más identitarias en origen de Cs y las más pormenorizadas en el pacto de Gobierno con el PP. Poco se ha avanzado en Transparencia en esta legislatura, hasta el punto de permitir un retroceso en favor del control político al sustituir en el Consejo de la Transparencia a un gigante como el recientemente fallecido José Molina por alguien tan candoroso en el trato con el poder político como Pérez Templado, cuyo segundo apellido vale la redundancia. Es probable que Ballesteros, al ser independiente, no dispusiera de toda la autoridad para imponerse políticamente, pero también podría decirse que precisamente por su condición de independiente estaba obligada a significarse. Su tributo final a López Miras, de un partido diferente al que la llevó al Gobierno, es indicativo de que tenía vocación de ‘consejera correcta’, actitud que cabe en cualquier consejería menos en la de Transparencia. Se va sin que la conozcamos realmente, pues ha sido enormemente discreta, discreta hasta la opacidad, que es lo contrario de la transparencia.

En su intervención de despedida, en la antesala del Consejo de Gobierno, concitó emociones, y recibió un aplauso cerrado, también palmeado por Martínez Vidal, quien después, en su habitual tribuna de Twitter, calificó de ‘impecable’ la gestión de la consejera saliente, aun cuando Ballesteros la había señalado sin pudor como responsable de su dimisión. La todavía vicepresidenta, Isabel Franco, debió sentirse identificada en el discurso de Ballesteros (sobre todo en el frase «estoy en un sitio donde no me quieren») y esperó a que se trataran los asuntos de su cartera en el Consejo de Gobierno para inmediatamente después levantarse de su silla y ausentarse de la sesión de la manera que suele describirse como ‘visiblemente emocionada’.

Primera lección práctica de ciencia política: si vas a hacer cambios en el Gobierno, hazlos ya, no esperes a que te los hagan.