Estos días deberíamos estar evaluando los resultados de FITUR (Feria Internacional de Turismo), una de las más importantes del mundo, que se celebra anualmente en enero en Madrid. Las noticias hablarían del número de visitantes y expositores, alardeando de una industria que posiciona a España como líder indiscutible del sector. Qué panorama tan diferente al que tenemos ahora. Una de las últimas publicaciones de la revista Hosteltur indica que en el año 2020 la aportación del turismo a la economía española ha caído del 12,4% al 4,3%, con un descenso de 106.000 millones de euros respecto de 2019 por impacto de la Covid-19. Es evidente que el eco de los acontecimientos seguirá notándose en el sector durante este año y el siguiente, teniendo un solapamiento con la crisis económica global que afecta a gran parte de la economía mundial, al margen de otras cuestiones de gran valor como el Brexit.

Esta situación de bloqueo del sector turístico puede dar un giro importante solo motivado por el avance positivo de la Covid-19 que puede permitir salvar la temporada de verano. Las propias condiciones del sector turístico aceptan poder moverse con gran rapidez, ofreciendo un desarrollo óptimo de sus productos de cara a la época estival, pero el empuje estará en función de la capacidad que tenga España para permanecer en los mercados como líder mundial.

Para ello debe sacar su artillería y basarla en tres retos principales. El primero es la conducta del talento de los equipos, que deberán poner en marcha nuevos y reorganizados modelos de negocios adaptados a la realidad. El segundo es el desarrollo de alianzas estratégicas que permitan resistir la tempestad, como hemos visto con la unión de las grandes cadenas hoteleras nacionales que, bajo el proyecto ‘Turismo del Futuro’, quieren acceder a las ayudas Next Generation UE e impulsar una inversión de 5.800 millones de euros para hacer frente a los nuevos desafíos del sector. Y el último de estos desafíos se basa en estimular de forma prioritaria la transformación de la cadena de valor, mediante la construcción de un modelo sostenible y tecnológico. Todo esto llevará a completar la metamorfosis del sector turístico, ofreciendo un marco de inspiración que definirá la nueva industria y una nueva generación turística.

El cumplimiento de estos retos marcará la continuidad de la posición internacional de nuestra industria en el mundo. La recomposición del tejido empresarial pondrá en valor las estructuras en las que se ha basado durante tanto tiempo su crecimiento: la alta calidad de oferta, la formación en el sector de la hostelería y el turismo, la solidaridad turística territorial, la cooperación, las redes de conocimiento, la posición de las marcas y la gestión de la inteligencia turística.

Llevamos tiempo construyendo lo que hoy se cae a pedazos, con la impotencia de que la solución ‘trabajar duro’ ya no sirve de nada. Este último tsunami que vivimos está destruyendo sin piedad más de treinta años del esfuerzo de emprendedores sin descanso que, cuando les dejan, trabajan. En este panorama encontramos la confrontación entre comunidades autónomas, donde las aplicaciones de las medidas para contener la pandemia han aportado aún más división territorial y un marco de incertidumbre diferente según el suelo que pisas. Decisiones de lo más variadas que, al final, han llevado a todos al mismo lugar: un número descontrolado de contagios, demostrando la vulnerabilidad, no del sector, sino del sistema.

Es evidente que después de casi un año de pandemia seguimos evaluando la situación bajo la excusa de los principiantes, pero esto ya no sirve. Así, una de las principales políticas de prevención ha sido abrir o cerrar terrazas, interior, barra sí o no, etc. Una suma de quitar y poner difícil de descifrar, cuya efectividad es complicada de valorar y donde unos han perdido más que otros. Este proceso de ir y venir lleva a pensar que esto se trata de responsabilidad. Responsabilidad tanto social como política. Social ante lo que se debe hacer por parte de la sociedad, y política porque cada decisión debe llevar una respuesta traducida en un plan que manifieste su intención real de ayudar, a los que aguantan y a los que no lo han soportado. Si no respondemos a esta situación, dejaremos encima de la mesa la peor base para construir una sociedad de emprendedores que arriesguen su vida profesional y sus sueños sin tener una red sobre la que caer.

No se trata de reconstruir, sino de seguir construyendo el futuro del turismo en la Región de Murcia. Se saldrá de esta hibernación con el mayor valor que tenemos, las personas. Se debe reforzar el tejido empresarial, base del cualquier desarrollo turístico, dando alas a los que quieren volar. Hagamos estructuras de cooperación mixtas y estables que respondan a proyectos concretos. Tomemos la sostenibilidad como la mejor bandera en cada una de las decisiones y, después, solo se debe seguir recto, con visión e inteligencia.

Vicedecana del Grado de Turismo de la UCAM