Me preguntó mi vecina si este año se celebra el Carnaval. Faltó poco para que me cayera hacia atrás. Hay preguntas que ni se hacen, pero respiré profundamente y contesté con un amable no. ¿No? me volvió a preguntar. Su insistencia fue tal que resolví preguntando porqué tenía tanto interés en el asunto, y su respuesta aún me tiene reflexionando. Al parecer, según me contó, lleva observando (tiempo no le falta y afición tampoco) que las gentes, como dice ella, se han comprado muchos disfraces. Es más, no quedan en las tiendas a las que ella suele ir. En este punto, me preguntó si me había comprado alguno. No, contesté, y entré en casa, tras dejarle en el rellano una sonrisa. Claro, ahora soy yo quien tiene una pregunta: ¿No serán algunos tan irresponsables como para disfrazarse en casa con los amigos? A ver, si estamos todos viendo en el horizonte la posibilidad de una nueva ola y, por otro lado, pensando en disfrutar un rato de fiesta privada a cambio de vidas ¿verdad que no? Espero que no. Téngase en cuenta que en estos momentos del disfraz a la mortaja solo hay una pequeña línea que los diferencia.Con mi salud y la de quienes me rodeen, no se juega. Por favor.