Para conmemorar la victoria de Teseo sobre el Minotauro y la liberación de Atenas de la obligación del tributo anual de vírgenes y efebos a Creta, cada año se celebraba un viaje a la isla en el barco que había conducido al héroe a los predios del rey Minos. Esta tradición debió prolongarse en el tiempo, pues el barco sufría deterioros por el uso, de modo que hubieron de ir sustituyéndole piezas hasta que la estructura del mismo no conservaba ninguna de las originales. Mientras tanto, alguien había ido construyendo otro barco, varado en la playa, con los desechos del primero. La pregunta es: ¿cuál era el auténtico barco de Teseo? ¿El que oficialmente navegaba con ese título sin que Teseo lo hubiera pisado jamás o el que había sido reconstruido con las piezas averiadas y no podía navegar?

He recordado este fragmento mitológico al escuchar a Pablo Casado bautizar a su partido como Nuevo Partido Popular (NPP) y asegurar que del que administró Bárcenas, es decir, el de Aznar y Rajoy, no queda nada. Solo le faltó añadir, como dijo en su día López Miras respecto a la herencia de Valcárcel, que él estaba tocando la flauta cuando Bárcenas repartía sobres entre la nomenclatura del PP.

Es verdad que esta generación es insultantemente joven, pero no tanto como para que no los hayamos visto crecer a las haldas de la ‘vieja escuela’, siempre en defensa del estatus preexistente ellos, incluso en los asuntos más vidriosos, y promocionándose políticamente gracias a esa actitud. Si Casado o López Miras hubieran fundado un nuevo partido en vez de nacer al poder en partos del PP estarían buscándose la vida en otro oficio.

Vienen a hacer una singular tabla rasa, pues se quedan con la marca, aunque no quieren saber de los marrones que ésta arrastra, y sí de sus efectos políticos inerciales, creados precisamente gracias a los oscuros dopajes de su historia. Como el que compra una empresa y no se hace cargo de las deudas. Aquí todo se limpia cambiando las caras y sofisticando los métodos.

¿Qué será eso del Nuevo PP si no han cambiado más que los nombres de la dirigencia y siguen mintiendo aún con más desenvoltura que sus predecesores? Véase a López Miras asegurar sin inmutarse ante Ana Rosa Quintana que su consejero de Salud se vacunó porque creía que lo podía hacer, justo el que estaba más obligado a saber que no podía hacerlo, ni él ni los tropecientos de las Termópilas que lo hicieron con él. O más tarde cantando las bondades del obispo Lorca Planes, también clandestinamente vacunado, ofreciendo la insoportable imagen de una autoridad pública que defiende, de púlpito a púlpito, lo que a todas luces parece, como poco, un abuso.

No sabemos si el barco del PP es el construido con piezas viejas o el reconvertido con nuevas. Lo que sí sabemos es que el nuevo no puede ser más viejo.