PANDEMIA, CAPITALISMO Y NUEVA NORMALIDAD

La ciudadanía de nuestro país no sólo está muy preocupada por los estragos que la Covid-19 está causando día a día, sino también indignada por el retraso en la administración de las vacunas, achacable, sin duda, a la avaricia de las multinacionales farmacéuticas; por la evidente descoordinación entre territorios para hacer frente a la pandemia; y, en los últimos días, por el afloramiento de la picaresca, más bien corrupción, por parte de quienes, saltándose los protocolos, se creen con derecho a situarse por encima de los demás.

En ese contexto, lo que parece fuera de toda discusión es que la rápida extensión, con sus variantes de última hora, de la Sars-CoV-2, nos pone en alerta sobre la salud del planeta y pone en evidencia, una vez más, la perversión del sistema capitalista neoliberal, que privilegia los beneficios económicos por encima de la salud de la población.

La responsabilidad humana: el antropoceno

A juicio de muchos expertos, estamos en el punto álgido de la radical transformación de los ecosistemas terrestres por la actividad humana, cuyo origen más próximo sitúan algunos ya a mediados del siglo XVIII, con la primera Revolución Industrial. Pero hoy, con el doble de CO2 concentrado en la atmósfera respecto de esa etapa histórica, estamos de lleno en una nueva era que separa al Holoceno de lo que algunos denominan ya el Antropoceno, que arranca a mediados del siglo XX cuando coinciden el ‘boom’ demográfico en países ricos y pobres, se intensifica el comercio mundial y aparece el turismo de masas. No obstante, la señal distintiva del daño que le hemos hecho a la Naturaleza son los isótopos radiactivos, procedentes de las pruebas nucleares, cuyo rastro se calcula que perdurará 4.500 millones de años, la misma edad de la Tierra.

La nefasta acción antropogénica sobre nuestro medio ambiente es evidente: aunque los seres humanos suponemos sólo el 0,01% de la biomasa terrestre, hemos provocado que, desde el despertar de las primeras civilizaciones, haya desaparecido el 80% de los animales salvajes, el 80% de los mamíferos marinos y la mitad de las plantas.

El sociólogo César Rendueles, en artículo reciente, cita al sueco Andreas Malm, la estrella emergente de los análisis marxistas en estos momentos, para el que, en relación con la Covid-19 y en su obra El murciélago y el capital, a la vista de la dinámica extractiva y agresiva del sistema capitalista mundial, la cuestión no estribaba tanto en saber si la zoonosis se iba a producir, sino cuándo lo haría. Hoy ya sabemos que la deforestación causada por los monocultivos industriales está detrás de la destrucción de los ecosistemas y, consecuentemente, de la ruptura de las barreras que se interponían en la transmisión de virus de los animales a los seres humanos, situación que puede verse agravada cuando el calentamiento global derrita la capa del permafrost del Ártico y se liberen a la atmósfera ingentes cantidades de metano además de virus y bacterias quizás hoy desconocidos.

Coronavirus y capitalismo

La eclosión y la rápida extensión del virus que está poniendo en jaque a la economía mundial y segando millones de vidas es, efectivamente, para Claudio Katz, economista argentino, una calamidad natural en la que la acción humana tiene mucho que ver, pero que se solapa y coexiste con una economía especulativo-financiera, junto a la sobreproducción, el segundo desequilibrio que irrumpió junto a la pandemia. En ese marco, según él, la tradicional voracidad del capitalismo hizo que las advertencias de la irrupción de esta grave enfermedad fueran ignoradas por la ‘baja rentabilidad’ de las políticas de prevención. Si a eso le sumamos la feroz competencia entre las farmacéuticas, la situación ha derivado en auténtica piratería por parte de algunos Gobiernos.

Para reforzar la tesis del desinterés del sistema capitalista mundial, el sistema-mundo (Immanuel Wallerstein), para hacer frente a la pandemia, basta constatar que la actual crisis sanitaria acrecienta la desigualdad: en EE UU el virus se propaga con rapidez entre los 30 millones de personas que carecen de seguro médico. En África y Sudamérica el porcentaje de vacunación es bajísimo, sobre todo entre los sectores populares con menos renta. Mientras, las grandes multinacionales farmacéuticas, fieles a su máxima de privilegiar los beneficios sobre la salud, en complicidad con el pirateo de algunos Estados, están vendiendo la producción al mejor postor, cuadruplicando el precio de las vacunas e incumpliendo los contratos firmados, como en el caso de la multinacional AstraZeneca, que ha reducido drásticamente la cantidad de dosis que se comprometió a entregar a la Unión Europea (UE) pese a haber recibido 330 millones de euros de Bruselas. Por ello, la eurodiputada Sira Rego defiende la propuesta de suspender las patentes de la Covid-19, lo que permitiría aumentar exponencialmente la producción de vacunas en todo el planeta y salvar millones de vidas humanas.

En ese contexto de neoliberalismo puro y duro en relación con un bien básico como es la salud, una gestión preventiva de la pandemia hubiera requerido una respuesta global por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero este organismo no goza del estatus ni de la fuerza de otras instancias supranacionales, ni ha sido nunca el epicentro de los debates de Davos ni del G20.

¿Y después de la pandemia?

Es difícil predecir cómo será la vuelta a la nueva ‘normalidad’, qué habremos aprendido de esta crisis, cuál va a ser la evolución del sistema capitalista neoliberal. Expongo, a continuación, la opinión de algunos expertos.

C. Katz cree que la convulsión sanitaria actual puede llevar a más desigualdad, a que las clases dominantes aprovechen este escenario de crisis para, en sintonía con la ‘doctrina del shock’ (Naomi Klein), profundizar la flexibilización laboral. Sin embargo, el economista Santiago Niño Becerra, con una visión más optimista, predice que el actual ciclo del capitalismo que conocemos acabará en unos cincuenta años y un nuevo sistema económico ha de llegar para suplir tantas carencias actuales.

Pascal Boniface, geopolítico francés fundador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), afirma que el mundo occidental se creía a salvo de una pandemia, pensando que solo afectaría a los países asiáticos y africanos, pero, de hecho, los países europeos se han llevado la peor parte. Considera, pues, que la pandemia viene a recordarnos que el multilateralismo, en aguda crisis hoy, es una necesidad imperiosa en un mundo globalizado.

Immanuel Wallerstein, historiador, sociólogo y economista ya fallecido, estaba convencido de que, desde hace tiempo, vivimos en una era de crisis estructural del sistema-mundo, por lo que creía que la lucha de clases es el instrumento fundamental para influir en la construcción de aquello que en el futuro reemplazará al capitalismo.

Julián Rebón, profesor de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, nos recuerda que hemos constatado que podemos vivir con muchísimo menos, que hay una posibilidad, pues, de repensar el consumo. Por eso tendrá que haber una batalla política y cultural ejemplar. «Nos hemos dado cuenta», afirma, «de que los animales podían volver a habitar las ciudades, de que el aire puede estar más limpio... pero eso presupone un montón de cambios y habrá que entablar batallas para mantenerlos». En este horizonte de incertidumbre, «es el momento de tomar grandes decisiones» y de eso va a depender nuestro porvenir como especie.

Profesor de Historia @didacMurc