Entre otras muchas cosas, la pandemia ha venido a demostrar lo importante que es el aire libre y el ocio en la naturaleza. Todos hemos descubierto el placer de andar por el monte, el campo o la huerta. Buscamos lugares del entorno de nuestras ciudades y pueblos para salir en pequeño grupo los sábados y los domingos a andar y a disfrutar de la naturaleza, el deporte suave y la compañía. Nunca el senderismo había sido una actividad tan demandada como en esta época. Y eso es bueno, y ojalá que llegue para quedare.

En nuestra región contamos con un enorme patrimonio constituido por una gran cantidad de caminos públicos, sendas de montaña, trazados de ferrocarril en desuso, vías pecuarias, pistas forestales, caminos de servicio asociados a infraestructuras como el trasvase o el Taibilla, motas de ríos y otros varios tipos de lugares por donde andar, pedalear o ir a caballo por el medio natural y rural de nuestra tierra.

Centenares de kilómetros de senderos, algunos adecuados para su uso y bien señalizados y otros muchos no tanto, que permiten explorar y sentir el territorio, hacer deporte, adentrarse de forma segura en los espacios naturales, peregrinar, encontrar formas sostenibles para el turismo o simplemente pasear disfrutando de la belleza y los contrastes de un mundo que, sin los senderos, no estaría tan al alcance de nuestra mano.

Aunque es evidente que en este tema nos falta mucho camino por recorrer, nunca mejor dicho, nuestra región ha avanzado en las dos últimas décadas en la puesta en valor de este patrimonio colectivo. Es el caso del excelente trabajo de la Federación de Montaña con los senderos señalizados de pequeño o gran recorrido y locales, del impulso del Instituto de Turismo y los ayuntamientos a la red de itinerarios ecoturísticos, o también de la consejería de medio ambiente con los senderos naturales en espacios protegidos, a los que se pueden sumar el camino jubilar de Caravaca, iniciativas de senderos de los proyectos Leader y de desarrollo rural, rutas del vino y culturales y otras variadas iniciativas de ayuntamientos o incluso de asociaciones.

Sn embargo, la experiencia ya registrada muestra que este enorme patrimonio no ha estado desde siempre bien usado, ni regulado, ni mantenido. Tenemos en la Región de Murcia muchos senderos, pero muchos de ellos están muy abandonados. Las Danas, las bicicletas de montaña mal usadas o el paso del tiempo hacen que muchos senderos no sean muy practicables. En el caso de la cartelería, la falta de mantenimiento e incluso el vandalismo dejan su huella en los senderos.

Esta región está necesitada de apuestas decididas por el territorio, por el contacto de las personas con su identidad, su cultura y su naturaleza y por la promoción del patrimonio. Por eso, aunque ya entiendo que esta no son épocas para muchos gastos, ampliar, mejorar y, sobre todo, mantener adecuadamente los senderos, debería ser una buena idea.