El ayuntamiento de Madrid finalmente ha tenido que mantener el mural en el polideportivo del barrio de La Concepción, en Ciudad Lineal. En él están representadas un grupo de mujeres que han destacado a lo largo de la historia por su arte, su lucha por los derechos civiles y por la igualdad entre los géneros. Frida Kahlo, Rosa Parker, Angela Davis entre otras. El lema que aparece en el mural dice: «Las capacidades no dependen de tu género».

El pleno del Ayuntamiento, a propuesta de Vox, y con votos a favor del Partido Popular y Ciudadanos, había aprobado retirarlo y sustituirlo por otro en el que aparecieran representados atletas paralímpicos. La movilización vecinal y feminista, junto con la presión política, ha impedido su destrucción. Ciudadanos, que había votado a favor de su destrucción, finalmente ha cambiado su voto. Este mismo partido había votado a favor de la realización del mural en 2018, cuando el colectivo Unlogic lo realizó con la colaboración de numerosas vecinas y vecinos. Es importante conocer que el propio polideportivo dispone de espacios libres suficientes para hacer un mural en homenaje al deporte paralímpico.

El mural se queda, pero el Ayuntamiento de Madrid va a eliminar la Dirección General de Igualdad en plena ofensiva de Vox contra el feminismo (eldiario.es 25/01/2021). Desde que la extrema derecha llegó a las instituciones, la lucha contra la violencia de género, los organismos responsables de velar por la igualdad y los presupuestos dedicados a asociaciones feministas han sido el blanco prioritario contra el que han disparado desde su discurso y sus políticas. Lo ocurrido en el ayuntamiento de Madrid es sólo un ejemplo más. En nuestra Región han aparecido pintadas en los carteles contra la violencia de género. La última, en Moratalla (La Opinión, 19/01/2021).

¿De dónde proviene este odio recurrente dirigido a impedir que las mujeres puedan desarrollar el ejercicio pleno de sus derechos?

Desde el primer momento del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, las acciones dirigidas a eliminar los derechos que las mujeres habían adquirido durante la II República fueron inmediatas. Las mujeres tenían que volver a ser, sobre todo, seres abnegados, con una vida dedicada al servicio de los demás. Las mujeres republicanas o con familiares destacados por su apoyo a la República sufrieron un doble castigo: por ser vencidas y por ser mujeres.

La incitación a la violencia contra las mujeres comenzó ya en los primeros días del golpe de Estado. El general Gonzalo Queipo de Llano (la máxima autoridad militar de Sevilla), sólo cinco días después de empezada la Guerra Civil, decía en la radio: «Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a sus mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen. ¿No han estado jugando al amor libre? Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad, y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que pataleen y forcejeen» (Nuria Alabao, Ctxt 20/12/2017).

A las mujeres vencidas se les impuso un castigo de género: ser rapadas. Ya el mismo verbo rapar implica su deshumanización: rapar como a los animales, no afeitar. A veces les dejaban un mechón de pelo que ataban con un lazo rojo. El rapado iba acompañado con un ritual de humillación, se les hacía beber aceite de ricino. Esta práctica se había copiado de los fascistas italianos. El ricino era un poderoso laxante. Después de haberlas obligado a ingerirlo, se las paseaba por las calles mientras defecaban, en algunas ocasiones acompañadas de la banda de música del pueblo, y se las obligaba a bailar. Todo esto ante la burla e insultos de sus propios vecinos y vecinas, muchos atemorizados o deseosos de congraciarse con el nuevo régimen.

Estos castigos ejemplarizantes tenían un efecto demoledor no sólo para las mujeres rapadas, sino para el conjunto de las mujeres. Tenían que aprender cuál era su sitio: encerradas en el hogar y al servicio de los demás. Estas mujeres permanecían encerradas en sus casas mientras les crecía el pelo. Además, con frecuencia eran obligadas a limpiar el cuartel de la Guardia Civil y la iglesia del pueblo. Que quedara claro que su lugar estaba ´fregando'. Estas humillaciones las acompañarían a lo largo de los años. Fueron paseadas delante de sus familiares y vecindario, con quienes habrían de convivir el resto de su vida.

María Dolores Martín-Consuegra, directora del Centro para la Investigación y la Memoria: Mujeres, Memoria y Justicia (www.mujeresmemoriayjusticia.es), en el marco del Curso «Entre el silencio y el olvido. Los crímenes de género durante el Franquismo y su influencia actual» (Ciudad Real, 2018) explicaba cómo descubrió que la expresión ´levantarse el mandil' hacía referencia a las agresiones sexuales que habían sufrido durante más de veinte años las mujeres de su pueblo, Herencia, por su pasado republicano, por razones de parentesco o por su condición de pobres. Martín-Consuegra, en su investigación etnográfica sobre los crímenes de género durante el franquismo y la transición democrática, destaca que «aunque la Ley de Memoria Histórica de 2007 ha impulsado el reconocimiento de aquellos que padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil [...] las medidas adoptadas en este sentido vienen adoleciendo de un marcado carácter androcéntrico, al dejar fuera de su aplicación a la mayoría de mujeres que sufrieron exclusión, persecución o violencia sexual en la dictadura».

Por todo este sufrimiento y por la pérdida de derechos que supuso para las mujeres españolas los años de la dictadura, no podemos consentir que los avances de la extrema derecha cuestionen nuestras conquistas. Ni las políticas, ni las jurídicas, ni las simbólicas. Que el mural se quede es una muestra de respeto a la memoria de las mujeres que enfrentaron, desde lo público y desde sus casas, al horror de la extrema derecha de la que Vox es heredera directa.