Si había que cumplir, gozosamente, con la efeméride de recuperar la ciudad y el Reino de Murcia para Castilla, la Cristiandad y Occidente, no se puede dejar de glosar, para restablecer equilibrios antropológicos, este suceso que ocurrió una decena de años después de aquella misa inicial en la Murcia de 1266. Nunca nadie es bueno para siempre, ni tiene la razón de su parte eternamente. Y, algunas veces, sí es oportuno juzgar el pasado con los ojos del presente.

En mi obra, inédita, Ajedrez Murciano, de hace ya décadas, identificaba cada pieza del ajedrez con una figura de la conquista de Múrsiya por la tropa aragonesa, en enero de 1266. Tanto en el bando moro como en el cristiano se emparejaba a un paladín de cada bando con una pieza del ajedrez. Bien, pues al final, tomado del excelente librito de Juan Torres Fontes La Conquista de Murcia (RAAX, 1987), transcribía un texto del historiador hispano-musulmán Ibn Idari, que me estremeció. Lo titulé Amén con Lágrima. Y dice así:

«...dieron Murcia a los cristianos. Salieron de ella por capitulación y se fueron a Al-Rasaca (barrio de la Arrixaca, hoy San Andrés y San Antolín), donde vivieron por espacio de diez años, hasta que les sucedió lo que les sucedió, cuando fueron expulsados el año 673 (7 de julio de 1284 a 26 de junio de 1285). Y los traicionaron a todos en el camino, en el lugar conocido por Warcal (Huércal-Overa). Robaron los cristianos a las mujeres y a los niños, y mataron a todos los hombres, después de sacarlos por capitulación y sin armas, disponiendo de ellos como quisieron, con las espadas y las lanzas. No hay fuerza sino en Dios, el Alto, el Grande»

Es el año de la muerte de Alfonso X, que fallecía el 4 de abril de 1284. Castilla está aún revuelta, la guerra fratricida entre Alfonso X y su hijo Sancho IV, termina. Murcia es de fidelidad alfonsina. Algunos se creen entonces autorizados para hacer esta criminal canallada en Murcia. Impelen a los últimos mursíes a irse a Granada, pero sin armas. Lo hacen y cuando van por Huercal Overa, les hacen lo que cuenta Ibn Idari, y Torres Fontes corrobora transcribiéndolo en su fundamental y conciso librito sobre este hecho histórico. Un hecho que avergüenza a la Humanidad entera.

Almogávares, soldados de fortuna, que guardan frontera, aprovechan la caravana indefensa para esquilmarlos y matarlos. Amén de hacer esclavos a sus mujeres y a sus hijos. Idari dice diez años, pero, si no equivocó fechas, el triste y malvado suceso ocurrió dieciocho años después. Le respetamos la fecha en el título. Nada sabemos de la complicidad de la ciudad de Murcia de entonces, salvo en expulsarlos. Nada quiere decir ni a favor ni en contra: nada sabemos. Pero la culpa pesa sobre todo el Reino.