La dimisión de Manuel Villegas es un noble gesto de responsabilidad política que honra a un magnífico profesional que, desde mayo de 2017, ha gestionado la sanidad regional con honradez, eficacia y auténtica vocación de servicio público, especialmente durante estos difíciles meses de la pandemia. Una persona de una gran humanidad que ha evitado el drama en muchas familias murcianas anticipándose con sus medidas. Cabe recordar que el doctor Villegas y su equipo han sido los artífices de que el inicio de la crisis sanitaria tuviera mucha menos incidencia en la Región, además de ser pioneros en medidas que después adoptaron el resto de Comunidades, como situar a la Atención Primaria como dique de contención, el uso de la mascarilla, del gel hidroalcohólico y el lavado de manos, la realización de tests de forma masiva y la coordinación con los Ayuntamientos.

Ha sido, en suma, un gran consejero de Salud, que en todos estos meses ha priorizado, ante todo, la protección de la vida y la salud de los ciudadanos, tomando decisiones difíciles, muchas veces incomprensibles, pero efectivas. Con su renuncia ha antepuesto, una vez más, el interés general al despejar de distracciones y obstáculos la lucha contra la pandemia, que en estos momentos ha de centrar los esfuerzos de nuestro sistema sanitario.

Porque no basta con predicar la ejemplaridad, sino que hay que practicarla, especialmente si se quiere conservar un mínimo de credibilidad. Pues bien: poco después de que Manuel Villegas diera el mejor de los ejemplos con la generosa renuncia a su cargo, Esther Clavero, alcaldesa socialista de Molina de Segura, se aferraba a su sillón pese a que había sido descubierta ´colándose' y saltándose el protocolo de vacunación. Un inadmisible trato preferente que de ninguna manera se puede justificar: muchos ciudadanos de la Región, en iguales o peores circunstancias que la regidora socialista, están esperando para recibir la dosis.

Que la señora Clavero se haya vacunado por ´enchufe' puro y duro es una ofensa para los 70.000 vecinos de Molina de Segura, y también para los enfermos y pacientes que han de aguardar su turno. Encima, ha insistido en justificar su indebida vacunación haciendo uso de mentiras, incluso llegando a utilizar informes burdamente amañados, hechos por amigos, por los que el Servicio Murciano de Salud ha abierto una investigación.

Comportamiento tan vergonzoso e inaceptable solo se puede reparar con la entrega de su acta de alcaldesa. Sin embargo, Esther Clavero se enroca y, lo que es todavía más bochornoso, Diego Conesa, que tantas veces se ha presentado como adalid de la ejemplaridad y la regeneración políticas, lo consiente. Que no engañen a nadie: ante quien se ha aprovechado de su condición de alcaldesa para vacunarse incumpliendo el protocolo nacional, y además ha mentido flagrantemente a la opinión pública, no procede la mera suspensión de su militancia, sino la dimisión y que se marche a casa.

Que Conesa no haya tenido la valentía de pedirle a Clavero su salida de la alcaldía destapa la farsa de su discurso regenerador. Tampoco se ha atrevido a hacer públicos los nombres de dirigentes de su partido que se han vacunado incumpliendo el protocolo, a los que, si fuera coherente con la vara de medir que le aplica al PP, debería además destituir de manera fulminante. No pedimos ni más ni menos que lo que él ha exigido al Partido Popular.

Aunque, claro, ¿con qué autoridad moral va a exigir nada a nadie el líder de los socialistas murcianos, que acababa de salir de los juzgados tras declarar como imputado por un delito de prevaricación? Una declaración en la que, por cierto, el propio Conesa reconoció ante la juez que su competencia como alcalde era firmar los decretos de sanción, pero sin embargo no tramitó la multa al concejal de IU, su socio de gobierno. Se constata, por tanto, que incumplió su obligación, y que guardó, presuntamente, en un cajón esa multa para conservar el sillón de la alcaldía.

Por tanto, no está el señor Conesa precisamente en posición de dar lecciones de limpieza y regeneración. Tampoco su partido, el PSOE de la Región de Murcia, cuya imagen de partido corrupto, con toda su cúpula investigada, no es nada buena para la Región. Y es que ninguno de sus muchos dirigentes con causas judiciales abiertas por delitos de corrupción (entre ellos, además del propio Conesa, el Delegado del Gobierno José Vélez, el secretario de Organización Jordi Arce, el alcalde de Lorca y la alcaldesa de Águilas) ha asumido responsabilidades políticas. La ejemplaridad se demuestra con hechos, y hasta ahora los imputados socialistas, no solo no dimiten, sino que tan siquiera se dignan a dar explicaciones.

Cuando llega el momento de ser ejemplo de limpieza y transparencia, los socialistas echan balones fuera. A la hora de la verdad, frente a la ejemplaridad del PP, las mentiras del PSOE.