La delegada de Ciudadanos en Murcia, Ana Martínez Vidal, ha hecho lo que tenía que hacer, y al hacerlo ha transmitido la impresión de que ese partido, que había perdido su pulso original, parece intentar recuperar su primer aliento, ahora que los fundadores catalanes, decepcionados de la deriva de Albert Rivera, cuyas consecuencias son constatables, le acaban de dar una prórroga de confianza. Martínez Vidal ha estado firme en la exigencia de responsabilidades por el ´caso vacunas', y no cabe la menor duda de que si Fernando López Miras ha dejado caer al consejero de Salud, Manuel Villegas, ha sido por la actitud de su socia de Ciudadanos. Esa cabeza no la habría cobrado nunca la oposición (PSOE y Podemos), pues el presidente habría pretextado que bastaba con la petición de disculpas del consejero y que no era este el momento para hacer un cambio en el timón de la gestión de la crisis sanitaria. Habría instrumentado el famoso recurso de ´aguantar una semana de cierta prensa hostil', y después, a otra cosa, mariposa. De modo que ha sido Martínez Vidal quien ha empujado al presidente a tomar la decisión de destituir a Villegas, pues de no haberlo hecho se habría producido una crisis irresoluble en la coalición gubernamental. Una medalla política merecida, pero no aplaudamos todavía.

La decisión de forzar la dimisión de Villegas, como todo en Ciudadanos, se produce por una estrategia del aparato central de Madrid, del que Martínez Vidal es una agente disciplinada, gracias a lo cual está donde está. Y esta estrategia se enmarca en las elecciones catalanas, que están a la vista. El desmarque en Murcia de Cs respecto del PP se ubica en ese horizonte, de modo que la ´recuperación de la identidad' de aquel partido tiene un indudable tufillo de coyuntura electoral. Más gráficamente podríamos decir que la Región de Murcia está siendo utilizada por Ciudadanos como campo de pruebas de su campaña catalana, en la que está obligado a bracear apresuradamente a la vista del hundimiento que le predicen las encuestas.

Es por esta razón por lo que Martínez Vidal ha actuado como si en vez de formar parte del Gobierno se situara en los bancos de la oposición. Porque la exigencia de responsabilidades políticas ante la actitud de Villegas era de libro, pero hay formas y formas de hacerlo en el marco de un Gobierno de coalición. Así, la propia Inés Arrimadas calificó de ´caradura' al consejero, probablemente porque desde Murcia nadie la había ilustrado acerca de que Villegas, aparte de su insoportable error, es una personalidad prestigiosa y, por tanto, a Cs le sería preciso modular la expresión de la crítica si no quiere correr el riesgo de que su legítima posición sea percibida en la sociedad murciana como histérica o desmesurada. El fondo, bien; las formas, poco políticamente inteligentes para consumo regional en el ámbito sociológico del centroderecha. Un dato más que ilustra sobre que el mensaje no va dirigido a Murcia sino a Cataluña.

En ese mismo orden, Martínez Vidal ha calificado el caso de las vacunas como de ´corrupción', y se popone solicitar en la Asamblea Regional una comisión de investigación sobre el listado de altos cargos vacunados indebidamente, una decisión adecuada que el oscurantismo del PP le pone en bandeja, pero conviene matizar que con ella lo que políticamente pretende es mantener el protagonismo en un asunto que en teoría se habría agotado con la dimisión del consejero y así suministrar a la cúpula nacional de Cs más material en su estrategia electoral catalana. Si lo que preocupara realmente a la delegada de Cs fuera la corrupción, tiene la oportunidad de ampliar esa comisión parlamentaria a la indagación sobre los contratos a dedo de la Comunidad ´por el procedimiento de urgencia' a causa de la pandemia, que siempre van a parar al mismo entorno; la adjudicación al grupo La Generala del concurso de ambulancias que desmanteló la estructura empresarial de un sector que venía funcionando con excelencia, o pondría atención especial en lo que se viene fraguando sobre el concurso de la televisión autonómica. Ahí tiene tajo.

En cuanto a preocupaciones reales de la delegada, basta constatar que a la misma hora en que se desarrollaba una de las reuniones de la Comisión Covid, en la que Martínez Vidal está integrada, aparecía en su cuenta de Twitter un elogio firmado por ella a la periodista Anna Grau, fichada por Cs para integrar la candidadura al Parlament catalán (Cataluña de nuevo), señal inequívoca de que esta consejera es capaz de atender a dos cosas al mismo tiempo, aunque una de ellas sea de tanta gravedad como la gestión de la crisis sanitaria y económica derivada del impacto del covid.

La sobreactuación de la Consejera Portavoz en el ´caso vacunas' provoca escepticismo, pues precisamente por su condición de tal no cuela que quiera estar a la vez en el Gobierno y en la oposición, al modo Pablo Iglesias. Debo subrayar otra vez de antemano: pedir a López Miras la dimisión del consejero que se ha vacunado al margen de la letra y del espíritu del protocolo legal, y autorizados por él, medio centenar de cargos y funcionarios de su departamento, es una obligación, incluso si se comparte silla en el Consejo de Gobierno. Ahora sí, aplausos. Pero es inevitable observar el postureo. Martínez Vidal recibe la orden de Madrid de adoptar esa posición; lo hace, e inmediatamente un tuit del tal Cuadrado, uno de sus mentores en el aparato nacional, elogia su actitud, como si él mismo no fuera el inductor de la misma. Es este juego de partido de cartón piedra lo que provoca que ni aun cuando aciertan resulten creíbles.

Es precisamente en el trayecto que va desde la consumada destitución (dimisión forzada) de Villegas hasta el nombramiento del nuevo consejero cuando Martínez Vidal la pifia. Y todo por culpa de Twitter, una herramienta infernal en manos de personalidades incontenidas. La consejera ofrece a Onda Regional un titular que se amplifica en un tuit en el que advierte que la sustitución del consejero de Salud podría ser la ocasión para una remodelación más amplia del Gobierno. Y ahí es donde se desvela un ansia política fuera de lugar, pues todo el mundo interpreta que pretende aprovechar la crisis para colocarse de vicepresidenta. De ahí que sea legítimo suponer que el zarandeo al Gobierno tuviera como pretexto afianzar su propia posición en él, lo cual derrumbaría lo construido con su inesperado impulso regeneracionista al hacer trascender por ella misma un interés personal.

Finalmente, como hemos visto, su profecía no se ha cumplido. López Miras se ha limitado a reponer la pieza (le ha llevado tres días hacerlo, de modo que hay otra lista que nos produce curiosidad: la de quienes no han aceptado el cargo), y no hay más cambios, de momento. La portavoz, al parecer, habría sugerido que una posible remodelación del Gobierno pactada con López Miras para después de las elecciones catalanas (véase de nuevo la influencia colateral en Murcia del pulso catalán) podría adelantarse aprovechando que el Pisuerga pasaba por Villegas. Habría tenido gracia que en esta minicrisis hubieran caído del frente sociosanitario el consejero que se vacunó, Villegas (Salud) y la consejera que no se ha vacunado, Franco (residencias de ancianos).

López Miras, ya digo, se ha limitado a reponer pieza y, además, ha comentado a quienes le han preguntado por el asunto de la remodelación pactada que no hay nada al respecto. Y es que las remodelaciones de Gobierno no se anuncian con tres meses de antelación (primero de Políticas, primer trimestre), pues cuando esto ocurre, el conjunto del Ejecutivo pasa a estar, en la práctica, en funciones. Por otro lado, es una deslealtad al presidente que un proyecto futuro de estas características lo anuncie alguien que no sea él mismo (primero de Políticas, segundo trimestre). Será curioso observar la cara de los consejeros en su próxima reunión, en la que cada uno podría preguntar a Martínez Vidal: ¿qué sabes sobre la salud de mi pescuezo, compañera?

Aunque lo que tampoco está claro es si a partir de ahora la Mesa del Consejo de Gobierno se completará con todos sus titulares. A la última, de los cuatro consejeros de Cs solo asistió la vicepresidenta, Isabel Franco (a la que ta vez ni la avisaron del propósito de desplante), pues los otros tres, incluida la portavoz y lideresa delegada, excusaron su asistencia en protesta por el hecho de que López Miras no haya entregado la lista completa de los vacunados, requerida por Martínez Vidal.

Hasta ahora habíamos asistido a escenas en que un grupo político o varios se ausentaban de las sesiones parlamentarias o municipales en protesta por alguna actitud del partido en el Gobierno, pero es absolutamente insólito que haya consejeros que se coordinen para no asistir a las sesiones del Ejecutivo al que pertenecen como ocurrió en la sesión extraordinaria de esta semana y por indicación expresa del responsable de Política Institucional de Cs, Daniel Sánchez Torregrosa, a su vez secretario general de la consejería de Martínez Vidal. Que alguien me corrija, pero creo que un suceso de estas características es la primera vez que se produce en Europa. En España, desde luego. Ni Podemos ha llegado hasta ahí.

Cabe preguntarse: ¿hay Gobierno? Si la parte contratante de la segunda parte no asiste a las sesiones, la parte contratante de la primera parte ¿es Gobierno?

Lo interesante del asunto es que a Martínez Vidal le asiste la razón, aunque sus procedimientos de oposición desde el Gobierno respondan a un estilo impropio de un partido de orden. Y es que López Miras está obligado a hacer pública la lista de los altos cargos que se han vacunado. Encerrarse en el pretexto de la ´protección de datos' es de chiste. El presidente debiera colegir que ese empecinamiento alienta los rumores de que él mismo podría haber incurrido en esa debilidad. Le sería fácil despejar toda duda acerca de su Gobierno y del staff político de la Comunidad promoviendo, aunque fuera por primera vez, un gesto de transparencia. La confidencialidad, es obvio, afecta a los historiales clínicos de las personas, que son sagrados, y ya lo eran antes de las Leyes de Transparencia, pero la vacunación no se puede incluir en este apartado, ya que nos hemos de vacunar todos. Y en lo que se refiere a los cargos de designación política, la posible burla del protocolo sanitario no puede cobijarse en el concepto de intimidad, pues primaría el interés público para constatar si se ha defraudado la confianza prestada. La Agencia de Protección de Datos alude a «datos personales relativos a la salud física o mental de una persona física que revelen información sobre su estado de salud». No se trata de conocer el estado de salud de nadie, sino si hay algos cargos políticos, además de los ya sabidos, o personal de confianza de éstos, que se han saltado el protocolo oficial sanitario. ¿Tan difícil es de entender? Y más claro: ¿tan difícil sería despejar toda duda?

Esta resistencia está dando alas a una crisis de Gobierno en la cresta de la pandemia que no se ha saldado con la dimisión del consejero. Al contrario, a partir de ahora es cuando empieza la fiesta. Pónganse las mascarillas.