Pues sí, las calles de Murcia adolecen de la falta de un enclave ciudadano para dárselo a esta mujer, que supo triunfar en el país cuna de la libertad, Estados Unidos, donde la competencia es la más feroz del planeta. Y siempre recordó su procedencia.

Las calles de Murcia, como casi las de toda España, están permanentemente ocupadas por los nombres de los políticos de XIX y algunos del XX. Se debería tener la costumbre, hecha ley, de que ningún nombre de calle durara más de cien años. Y el que durase fuese excepción, y se requiriese unanimidad consistorial para permanecer. Y, así, Cánovas, Sagasta, Dato, Canalejas y otros absorben los nombres en lo mejor y más céntrico de las ciudades españolas. Ya está bien, ¿no?

Y, por eso, porque, injustamente, las principales calles las tienen copadas aquellos señores de bombín o sombrero de copa, grandes bigotes o florida barba, hay que buscar calles en las pedanías alejadas o urbanizaciones extremas, a los que no llega ningún correo debido a la disminución de los intercambios postales. Bien, que, acaso, ahora, con las compras por internet resucite algo el postalismo. Pero no es igual. No hay comercios, y nadie ve el rótulo de la calle en la esquina, acompañado de un infame revoltijo de cables de la luz, algunos tan viejos como los mismos nombres de aquellos señores que digo.

Y, eso, vamos al hoyo, al meollo, al cogollo y al zarangollo. Este artículo es para que se ponga el nombre de Paseo del Río Charo Baeza desde el Puente de Hierro hasta el Puente Viejo o de los Peligros, largo y tendido, al nuevo andamómetro allí abierto. Como larga y tendida es la fama de nuestra compatriota chica en todo el mundo. Sí, ya sé que se ha echado mano de ella en muchas partes, como en la Biblioteca Regional, cosa que es muy loable, pero no queda. Una calle es otra cosa. Una calle es para cien años, como hemos visto.

Yo no voy a hacer el panegírico de Charo Baeza aquí. Piquen su nombre en Google, y les saldrá todo su curriculum entero. Murciana universal y pizpireta. Buena moza y excelente comunicadora, que enamoró al país que la acogió, y al que ella se lanzó valiente y decidida.

Ah, y encarguen a un buen ceramista un par de placas que recuerden a la bella a los paseantes, que, en cuanto que pase esta pandemia, volverán, volveremos, a caminar el trayecto entre los dos puentes más viejos de Murcia.

A ver si convocan la comisión, y se ve la propuesta.