Me alineo con la mayoría que considera, cuando menos, equivocado, la vacunación administrada a toda la consejería de Sanidad, administrativamente hablando. Un error con dolo, ya digo en el más benevolente de los casos. En el peor, un caso de prevaricación. A lo largo del día he esperado consecuencias.

No ya que faltaban, leo de fuentes bien informadas, sanitarios de primera línea por vacunar. Es que faltaban los docentes. Sí, hay que vacunar a los docentes más o menos inmediatamente. Están cayendo poco a poco, de manera incesante. Su profesión es de riesgo. No tanto como los sanitarios de ambulatorio y hospital, pero sí están continuamente con no convivientes, alumnos y padres. Y no hay más que explicar. Expertos y asesores tienen quienes gobiernan para diagnosticar esto que digo. Y si no fuera así, habría que comprobar su acreditación de expertos y asesores cualificados.

Incluso si se decretara la suspensión de las clases, habría que proceder a la vacunación de los docentes. Y ello debido a que es seguro que volverían a las aulas, más tarde o más temprano. Solamente si mediara una mínima condición de respeto subyacente a la nobilísima tarea de los maestros y profesores, ya se hubiera tenido en cuenta a la profesión para ponerlos inmediatamente detrás de los sanitarios en el orden de prioridad de la vacunación. Sí, junto a militares, policías y bomberos, otras profesiones indispensables. Pero ´los maestros' continúan, en el subconsciente de una mayoría de la población, siendo «ésos que tienen tantas vacaciones», y otros tópicos por el estilo que no acabamos de erradicar. La no consideración de ser vacunados entre los primeros adolece de esa displicencia hacia ellos.

Por eso es especialmente grave la decisión del consejero de Sanidad de vacunar a todo el personal administrativo de su consejería, con una preeminencia que la mayoría no vemos. Nadie es imprescindible, ni nadie es la persona ideal para estar donde está, haciendo lo que está haciendo. Hay muchas personas que son prioritarias a la hora de vacunarse, habiendo escasez de viales para inyectar. No es válida la inocencia y buena intención como causa del error. El error es error. Y en política debe pagarse.

Los docentes pasando frío, y viendo como cada día cae un compañero en tal colegio, o en el suyo propio, no pueden entender esa frivolidad de ´vacunémonos todos, y yo el primero, antes de que puedan dejar de venir vacunas'. Pero, insisto: vacunen a los docentes; adviertan su riesgo y el servicio que hacen al mantenimiento de la actividad económica, al acoger, enseñar y educar al alumnado, mientras padres y abuelos trabajan.