Ya no está presente el año bisiesto 2020, pero sus secuelas siguen persiguiéndonos, como un fantasma malhumorado y vengativo. Y no me refiero a Filomena. que es original del 2021 y al fin y al cabo en nuestra Región no podemos quejarnos. Aunque por solidaridad y porque indirectamente afecta también al transporte y a los negocios regionales, lo de Madrid ha sido una pasada. De la belleza de la nieve se ha pasado al desastre de las comunicaciones y la imposibilidad de libre circulación de personas y vehículos. Para acabar con la secuela del hielo y suelo congelado, que más de una muñeca, rodilla y cadera ya se ha cobrado en la capital de España. Y eso que veníamos avisados, qué sería de no haberlo sabido, no quiero ni pensarlo. Y encima no tienes ni un mínimo derecho a ser indemnizado por nadie. En derecho existe una necesidad de que el daño causado sea intencionado, o concurriendo culpa o negligencia, para que seas indemnizado. Con la única salvedad de la responsabilidad objetiva, que es muy concreta y limitada a los casos específicos contemplados por las leyes.

La nevada y el posterior hielo del centro de España no da lugar a que te paguen la cadera rota si te caes en la calle, ni tampoco si pierdes dinero porque no puede llevar los productos a la tienda o mercado de destino. Tampoco esas horas que te has quedado tirado en la cuneta o dentro de un coche con la ansiedad y el estrés que ello produce. Daños morales, por ende, que tampoco son indemnizados. Todo porque en Derecho la fuerza mayor como el caso fortuito no son indemnizables, Y en el supuesto de la nieve y del hielo, es claramente una fuerza mayor que excluye el reintegro económico a los afectados, tengan o no seguro de cualquier tipo, que también expresamente los excluye. Si ya es difícil, a veces, que te reconozcan las aseguradoras tu derecho a ser indemnizado o reparado los daños cuando llueve y tienes goteras, por ejemplo, porque dicen que no ha caído agua suficiente según el centro metrológico de turno, que a ti te da igual la cantidad, pues lo cierto es que tienes goteras.

Otra secuela que seguimos padeciendo desde hace diez meses es el coronavirus, que como era de esperar en navidades la familia y el ocio proliferan. Pues ahí tenemos las consecuencias. Ya no podemos salir de nuestra Comunidad autónoma, y ni siquiera del municipio donde moras. Los aforos de tiendas se limitan al cincuenta por ciento. los bares y restaurantes cerrados, solo comida a domicilio. Y eso por ahora, pues como siga esto así ya el Colegio de Médicos ha solicitado algo más que un cierre perimetral, y es que volvamos todos a encerrarnos sí o sí en las viviendas respectivas, y hacer el trabajo cuando se pueda de forma telemática, que no telepática como por error a veces aparece.

Por eso cada vez entiendo menos a los espabilados que niegan el virus y que no quieren ponerse la vacuna contra el mismo. Eso se llama, además de incultura, incivismo. Pues, aunque vivas en el campo, por ejemplo, los demás también tenemos derecho a que te vacunes, para cuando te relaciones socialmente, o simplemente me cruce contigo por la calle.

Y ahí es donde los jueces van a tener que intervenir obligando a vacunarse a aquellas personas que no quieran y pongan en riesgo a los demás. Y también en los supuestos en los que los tutores legales o los directores de residencias de mayores o menores no quieran que sus tutelados se vacunen. Otra cuestión sería que los trabajadores se nieguen a ser vacunados: ¿cabría un despido procedente? Veremos qué dice el Tribunal Supremo cuando le llegue. Me inclino por el sí.