Ya sabemos todos que las lentejas no tienen término medio, que si las quieres, las tomas, y si no, las dejas. Aunque en los tiempos que corren son muchos los que, como le ocurría a Esaú en el libro del Génesis, tienen tanta hambre que venderían lo más valioso que tuvieran por un simple plato de estas legumbres. La pandemia también lo es de colas: las del supermercado, las del colegio para recoger a los niños, las del banco en plena calle y las de las vergüenzas que está destapando este maldito virus, que nos muestra vulnerables e incapaces de sostener una sociedad basada excesivamente en lo material. Comedores, economatos sociales y las Cáritas de las parroquias están casi tan desbordadas como las UCI de los hospitales. Y de hambre también se muere, por eso Esaú cedió su primogenitura a su hermano Jacob, por saciar su necesidad de alimentarse tras un arduo trabajo. ¿Y tú? ¿Serías capaz de malvender algo valioso o de traicionar a alguien o a ti mismo por un simple plato de lentejas, si estuvieras muerto de hambre o si tus ansias fueran insaciables?

Aunque no lo creamos, nos encontramos más veces de las que pensamos en una tesitura así, pero no es cuestión de ir contando nuestras nimiedades, sino de analizar, o al menos intentarlo, la actualidad municipal y de opinar sobre ella. Como estamos empachados de coronavirus y toda esa nueva terminología que nos infecta por doquier, he optado por estrenarme este nuevo año en este rincón con lo de siempre: la tensión política. Porque 2021 no es solo el año de la esperanza, del principio del fin del Covid-19 y del camino hacia la recuperación de los besos y los abrazos. En nuestro municipio, en nuestro Ayuntamiento, también es el año del relevo, del momento en que la actual alcaldesa, Ana Belén Castejón, le cederá el bastón de mando a la ahora vicealcaldesa, Noelia Arroyo, para intercambiar sus cargos. Así está escrito al menos en el guión del pacto que alcanzaron ambas hace más de año y medio con el consentimiento y el voto de sus respectivos equipos y de los ediles de Ciudadanos, que convirtieron a Manuel Padín en el primer teniente de alcalde, pero que, sobre todo, tumbaba las ilusiones del líder de MC, José López, de repetir como alcalde de su Cartagena, la de todos. El edil de la formación cartagenerista logró la victoria en las urnas, pero se topó con la realidad de las votaciones del pleno, que le arrebataron el bastón que ya acariciaba con los dedos. En realidad, recibió de su propia medicina, porque él hizo lo mismo con el PSOE y la propia Castejón cuatro años antes, para arrebatarle la alcaldía a Pilar Barreiro, con el ya histórico ´pacto de la servilleta'. Dicho acuerdo repartía el mandato de cuatro años en dos para López y dos para Castejón, del mismo modo que el que alcanzó esta última con Arroyo tras las elecciones municipales de 2019.

Ignoro si será cierto eso que mantienen algunos de que la historia no es lineal, sino cíclica, pero el caso es que volvemos a encontrarnos en la tesitura de un relevo de alcaldes, en este caso, de alcaldesas, cuando aún queden dos años de Gobierno por delante. Aparentemente, será una transición tranquila, aunque esperemos que no como la que le ha prometido Trump a los demócratas de Biden. Lo que llevamos de alianza municipal entre las dos lideresas, con la matemáticamente necesaria aportación de Cs, ha transcurrido sin fisuras ni enfrentamientos entre ambas, al menos de cara al exterior. Eso sí, Castejón pagó con la expulsión del PSOE formar un Gobierno de la mano del PP. Ella y todos sus ediles socialistas. Todos menos uno, que prefirió dimitir nada más otorgarle su voto a la reelegida alcaldesa, porque no compartía o no le gustaba algo de lo que había ocurrido.

Manuel Mora renunció a su acta de edil y a integrar el tripartito cartagenero. Los cinco concejales socialistas restantes optaron por seguir adelante con el pacto con los populares, para lo bueno y para lo malo, hasta que las urnas o una nueva votación plenaria los separen. Mora dejó el cargo en el momento en que debía, si no estaba de acuerdo con la alianza gubernamental. Los demás, daban su consentimiento, con su permanencia o con su silencio, o con ambas cosas.

A mediados de este año, el relevo de Arroyo por Castejón como alcaldesa precisa de los siete votos de los concejales del PP, que se dan por hechos; pero requiere también al menos otros siete de los seis de los ediles socialistas y los dos de Ciudadanos, que también se deberían dar por hechos, si no fuera porque, en política, los números no siempre suman y ya ni siquiera nos espanta que quien hoy juega con la camiseta de un color, al día siguiente se ponga la del contrario.

Cabe recordar que ni siquiera José López faltó a su palabra ni al ´pacto de la servilleta' y cumplió con sus votos para nombrar alcaldesa a Castejón, pese a que, seguramente, le hubiera gustado hacer lo contrario, porque sus diferencias y sus disputas eran ya públicas y manifiestas.

En unos meses, los mismos ediles, entonces del PSOE y ahora no adscritos, tienen en su papeleta el futuro de nuestro Ayuntamiento y ya hay quien ronronea sobre supuestas traiciones que se han puesto, incluso, en negro sobre blanco y que prometen derramar al menos unos cuantos chorros de tinta más.

En cualquier caso, la futura alcaldesa en potencia, Noelia Arroyo, haría mal en preocuparse y ocuparse de estas tentadoras y distraídas batallitas. Le agradecemos que, como responsable de los Servicios Sociales, se centre en la coordinación de la atención a los más necesitados de nuestro municipio en un momento tan trágicamente duro como para que nadie se dedique a vender lentejas, sino más bien a tratar de que no le falten a nadie. La líder del PP en Cartagena se muestra comprometida con la importante misión que desarrolla desde hace un año y aún le quedan meses por delante para no cejar en ese empeño. Esa será su victoria. Al contrario de lo que pensamos habitualmente, un líder no necesita mandar, sino que le hagan caso.

Culmino con el refranero español con el que he empezado y que también sostiene sobre las lentejas, que como las ovejas y las abejas, todo son consejas, o lo que es lo mismo, narraciones de un suceso fantástico que se cuentan como si hubieran sucedido en tiempos lejanos. ¡Mira que es sabio nuestro refranero!