Me van a permitir ustedes, y el periódico que me acoge, la libertad de dedicar mi artículo de esta semana a la aparición del libro que, sobre la azarosa odisea bélica de mi padre, hemos escrito entre mi hermano y yo. Su título: El Teniente Galindo (biografía autorizada de un piloto de la República española) es como un acta notarial que da fe de su contenido. Mi hermano, Jesús, ha vertido en él todo su aporte de excelente documentalista que es, y buen selector fotográfico que ilustra la obra, y yo me he reservado la parte narrativa de la misma. El libro ha sido editado por Planeta, bajo su sello Universo de las Letras y, cuando esto se publique, ya se encontrará en nuestras librerías más cercanas, así como en toda la red de distribución de Planeta, a disposición de los lectores.

Mi hermano y yo hubiéramos querido haber hecho una presentación oficial, en forma, como merecía la memoria de nuestro padre, y como merecen todos ustedes, los que lo conocieron, los que nos conocen, o los seguidores e interesados por nuestra historia más reciente, que nos forma y nos conforma a todos. Pero los idus del Covid han impedido nuestros buenos deseos. No obstante, sí que les anunciamos, mientras tanto, que una vez pasado este aciago trance que hace imposible que podamos reunirnos los amigos de esta causa, en el momento en que nos autoricen a juntarnos, trataremos de celebrarlo con un modesto acto, a pesar de que ustedes hayan (así lo espero) disfrutado con la lectura de este libro, que pone fin a una aspiración largamente anhelada y que pretendemos sea más conocida. Para nosotros será un honor y un privilegio poder agradecérselo, de una forma más personal, a cuantos lo deseen y tengan interés en asistir, por lo que lo comunicaremos a su debido tiempo.

La narración está hilada en primera persona. Todo un riesgo y un atrevimiento por nuestra parte. Pero lo consideramos necesario para dar fuerza al relato, veracidad al personaje y rigor a los hechos. Cuando Jesús me dijo que era mejor encararlo de esa forma, debo confesar que se me aflojaron las piernas. Reconozco que contar con las tremendas experiencias vividas personalmente por mi padre narradas por él mismo, supone una ventaja, pero meterme en su piel, tratando de re-vivir y con-vivir sus sentimientos en unas circunstancias tan excepcionales es todo un reto; y toda una osadía. Un reto del que no sé si habré salido bien librado. Eso se lo dejo a la subjetividad de ustedes, de los que lo lean y que se aventuren en las aventuras, valga la redundancia, de mi padre. Sí que les aseguro a ustedes, que me costó dominar muchas emociones, bastantes nudos en la garganta, y alguna que otra lágrima. Y tener que reescribir varias veces una palabra, una línea, un párrafo.

Lo que sí queremos hacer constar es que nos hemos esforzado, y mucho, en seguir una línea argumental y de los hechos estrictamente verídica e histórica. Nada se ha dejado al albur de la novelación ni del acaso. Absolutamente nada. Todo se sujeta fielmente a lo que ocurrió, cómo ocurrió, dónde ocurrió y cuándo ocurrió. El por qué ocurrió se lo dejamos a la reflexión final de cada cual. Hemos querido que el libro sobre las vivencias y experiencias de nuestro padre sea extrapolable a toda aquella generación que vivió, luchó y sufrió aquel tiempo terrible de guerras, por un lado y por otro. Y que sea un texto cabalmente histórico. Hemos contado con la inestimable colaboración de diversos historiadores y personajes que han querido aportar sus conocimientos y vivencias y de los que hemos podido entresacar una valiosísima información que nos ha servido para certificar determinados pasajes de esta historia, y a los que, desde aquí, se lo queremos agradecer de forma expresa. En definitiva, un pedazo de la historia dentro de la gran Historia, y exento de ideologías combatientes y condicionantes, pero no así de lealtades que honran a las personas que, como es el caso del biografiado, sufrieron las desdichas, no solo de una, sino de dos guerras.

Precisamente por esto último, no es tampoco un libro del que se pueda extraer ningún sesgo político. No se ha querido torcer ni enderezar nada, pero sí que es un reconocimiento a la dignidad del ser humano en situaciones tan precarias y extraordinarias como las que tuvo que soportar nuestro padre y tantos otros como él. A final de tan terribles vivencias, en el crisol de la gente normal que las ha padecido, abrasada toda la ganga que causa tanto desastre, solo quedan las gemas de la paz, de la tolerancia, la convivencia y el perdón, sobre todo, en los que más han perdido, porque perder, lo que se dice perder, todos pierden en una guerra civil. Existen ganadores, pero no vencedores.

En fin, todo esto, y puede que un poquico más, es y no es, el libro del Teniente Galindo, del que me he tomado el plácet para escribir esta columna de hoy, y que espero sepan los que me siguen disculparme, explicarse mis motivos, y aprovecharse de su contenido, si es que en algo les sirve a ustedes.

Hace 85 años que sucedieron estos hechos. Toda una larga vida y algo más. Forman parte tanto de nuestra genética histórica como de nuestra genética de sangre. Eso es inevitable. Pero es una herencia que nos debe servir para aprender lecciones que nos ayuden a superarnos a nosotros mismos, y a ser mejores para no caer en los mismos y miserables errores. Lo intelectual debe superar lo visceral. Si así no fuera, no habríamos aprendido nada. Este es el mensaje, último y sucinto, que mi padre nos dejó a mi hermano y a mí. El colofón de toda una vida: la suya. Vivió el odio cainita con todas sus consecuencias, y terminó ahíto de sus frutos. Así nos lo transmitió, y así hemos querido transmitírselo nosotros a través de este libro.

Ojalá y les guste. Será el mayor y mejor homenaje que podemos brindar, entre ustedes y nosotros, a toda aquella gente.