Durante todo este tiempo de la pandemia he intentado no hablar de lo que está ocurriendo con el Covid-19 porque entiendo que no es fácil gestionar algo así, y porque ahora, más que nunca, se necesita la fuerza de todos para salir de esta. Pero hoy, ante el ´cantinfleo' que se está produciendo con la vacuna en la mayoría de las Comunidades autónomas (en la nuestra también) no resisto la tentación de reflexionar sobre la realidad de nuestra sanidad pública, tan variada dependiendo de la Comunidad en la que se viva, cuando algo tan importante debería estar en unas solas manos: las del Estado.

Durante años nos vendieron que teníamos el mejor sistema de salud del mundo mundial. Y a la vez que nos contaban esto, Comunidades autonómicas, mayormente las de un determinado signo político, fueron desmantelando la sanidad pública y fortaleciendo la privada, y el resultado lo tenemos con el Covid-19, para el que faltan médicos, enfermeras, personal auxiliar, porque durante años se han ido reduciendo las plantillas y dejando vacantes las plazas que se producían, mientras que muchos sanitarios españoles se han visto forzados a salir de su país, para ganarse la vida en Alemania, Francia o Reino Unido, pongamos por caso, donde se les considera más y se les remunera mejor.

No hay médicos ni personal de enfermería suficiente en el ámbito nacional; en el regional tampoco, donde hace tiempo ya mostraba su preocupación al respecto el presidente del Colegio Oficial de Médicos de la Región de Murcia diciendo aquello de que faltaban quinientos médicos en la Región. Y los recortes de la sanidad publica para buscar el fortalecimiento de la privada han traído como consecuencia que la falta de sanitarios se haya convertido en un problema estructural, muy difícil de solucionar en pocos meses, pero quizás se hubiese logrado con un poco más de buena voluntad o de capacidad para encontrar las soluciones adecuadas. Y la prueba de esta incapacidad, en nuestra Comunidad autónoma, la tenemos en las ofertas públicas de empleo de este sector que parecen estar diseñadas por el peor de los enemigos, y que afectan de manera especial a enfermería (suponemos que en el resto de especializaciones sanitarias ocurrirá igual), donde desde 2018 se han celebrado dos oposiciones y, aunque parezca extraño, aún no están resueltas.

Después de dos años estas oposiciones no están resueltas, pero para sorpresa del personal continúan sucediéndose las convocatorias de empleo público, o eso anuncia el SMS. Y todo esto, cuando hay muchas personas que desconocen si tienen plaza de la convocatoria anterior. Aunque parezca extraño, por no calificarlo de manera gruesa, en 2018 los que aspiraban a una plaza de enfermería hicieron el examen de la convocatoria de plazas correspondiente a 2014, 2015 y 2016, optando a 125 plazas en total, y tras dos años aportando méritos, baremando y todos los etcéteras del mundo, por fin se ha resuelto, aunque al parecer, aún no han tomado posesión de las plazas, con la que está cayendo en sanidad.

Pero la historia no acaba aquí. En 2019 se ofertaron 1208 plazas correspondientes a 2017 y 2018. Salieron las notas y se aportaron los méritos que se reclamaban. Pues bien, a estas alturas, los afectados desconocen los resultados del examen que se realizó en mayo del 2019.

Y con todo esto por resolver, ahora nos llega que van a convocar otra OPE, con plazas acumuladas de 2019 y 2020. Una noticia que sonaría muy bien (la necesidad de sanitarios es alarmante) si antes de esta convocatoria dictaminaran sobre la anterior. Más que nada, para que los y las opositoras no tengan que continuar estudiando sin saber si tienen plaza en la convocatoria anterior, y porque profesionales que padecen contratos que renuevan, con mucha suerte, cada tres o cuatro meses, y nunca en el mismo servicio, merecerían otro trato de la Administración.