Esa Venezuela que tanto admiran algunos miembros del actual gobierno de España acaba de dar otra lección de lo que no debe ser una democracia. Las recientes elecciones legislativas que han sido boicoteadas por la oposición y que apenas han tenido un 30% de participación ciudadana son un monumento al cinismo del chavismo que adopta las apariencia externas de una democracia para luego vaciarla de contenido.

Javier Cercas diferenciaba en un artículo reciente los golpes de Estado clásicos de los que llama posmodernos, que se diferencian en que se dan desde dentro, desde el poder, «erosionando previamente las instituciones que garantizan la democracia para evitar que, llegado el momento, puedan resistirse al golpe: por eso es un autogolpe». Su segunda característica es que no se dan «contra la democracia -como los viejos golpes- sino en nombre de la democracia». Eso es precisamente lo que acaba de ocurrir en Washington con el asalto al Capitolio por una chusma azuzada por el propio presidente y compuesta por «patriotas» que querían recuperar la democracia de manos de políticos que habrían «robado» la elección. Porque el coronel mostachudo que da un golpe de estado, espadón en ristre, es un modelo pasado de moda y el mismo Cercas cita como ejemplo de golpe posmoderno lo acontecido en Cataluña con las leyes de desconexión aprobadas en el Parlament el 6 y 7 de septiembre, continuadas por el referéndum ilegal del 1 de octubre, y la declaración de secesión del 27 del mismo mes.

Pero ni Cataluña ni Estados Unidos han inventado nada porque eso mismo hacen a diario Maduro en Venezuela, Putin en Rusia, Duterte en Filipinas, Bolsonaro en Brasil, Orban en Hungría, Erdogan en Turquía, Netanyahu en Israel, Xi en China y a veces da la impresión de que les gustaría hacer a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias cuando consideran modificar por las bravas y a pesar de las advertencias de Bruselas la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial y acabar así con el impresentable y antidemocrático bloqueo al que le somete el Partido Popular. Todos ellos tiran por la calle de en medio cuando algo les molesta, olvidando que la democracia consiste en negociar y convencer porque para imponer ya están los dictadores.

Un rasgo de nuestro tiempo es precisamente que las democracias pierden atractivo para muchos ciudadanos agobiados por el virus, el desempleo y la crisis que no les deja llegar a fin de mes. Es algo que lleva varios años constatando Freedom House pero que se ha intensificado últimamente tras el paso de Trump por la Casa Blanca y supongo que lo hará aún más tras la traca final del asalto al Capitolio. Así, China trabaja en favor de un orden internacional acorde con su filosofía política donde los regímenes autoritarios no tengan que estar a la defensiva y aguantando constantes lecciones de ética por parte de democracias que considera decadentes. A su favor juega la admiración que en muchos países despierta la forma en que ha conseguido controlar la pandemia (usando métodos draconianos) después de alumbrarla en Wuhan, y que aumenta al constatar que China es el único país del mundo que crece al 2% en 2020 mientras que el nivel de vida desciende en todos los demás.

Es precisamente por ofrecer al mundo una forma alternativa de gobernanza autoritaria que la Unión Europea ha definido a China como un «rival sistémico», y por eso una de las principales tareas del presidente Biden será restablecer las relaciones con Europa, muy deterioradas por Donald Trump, y buscar una línea de acción conjunta con respecto a China y a Rusia sobre la base de los valores que compartimos a ambos lados del Atlántico, sin dejar por ello de defender los intereses particulares de cada uno porque no son iguales. Biden también quiere convocar una Cumbre de las Democracias en 2021, mientras el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano acaba de publicar un documento con una serie de ideas para una posible cooperación con Europa sobre China. Todo ello con el objeto de reforzar los valores que sustentan el modelo democrático en el mundo porque si no lo defendemos nosotros, nadie lo hará.