¿No les ha pasado nunca que antes de que empiece un año ya quieren que acabe? Pues así estaba yo el 31 de diciembre, deseando decirle adiós a un año que todavía no me habían presentado. Y veo que tras los escasos diez días que llevamos y los acontecimientos, no me equivocaba al no querer intimar con 2021, que ya me cae mal.

A pesar de no simpatizar nada con el nuevo año, les confesaré una debilidad, con el comienzo de cada año, compro una agenda, odio google calendar, adoro el papel y su olor, me gusta el ritual de estrenar agenda, de esas que cada página es un día de la semana, donde viene el santoral, los días festivos de las Comunidades Autónomas, pero por favor que no lleven frases a lo Paulo Coelho, porque la estampo contra la pared. Si lo deseas y lo sueñas, Paulo, no sucede, creeme.

Me encanta mirar en qué día de la semana caerá mi cumpleaños, los puentes, o las fechas de los festivales a los que voy a ir y que en mi cabeza empiezo a planificar, aunque algo me da en la nariz que este año quedarán en mis sueños, esos de los que habla Paulo y bailar poco.

Aunque pensándolo bien, igual soy yo que tengo el gafe y una permanente nube de Gárgamel (el malo de los pitufos) sobre la cabeza y vivo una constante serie de catastróficas desdichas, como castigo a no seguir la inspiración de Coelho, no como a Trump, creo que soñó fuerte con el asalto al Capitolio e intentar aferrarse al sillón y toma, no sé si fue Paulo o los Reyes Magos, pero se lo sirvieron en bandeja.

¿Pensaron alguna vez que verían las imágenes del pasado miércoles en Washington? Yo todavía me froto los ojos ante semejante barbaridad ocurrida en pleno siglo XXI y no les miento si les digo que aunque a lo largo de la tarde hubo muchos momentos para la risa, lo sucedido me parece aterrador y no tan lejano.

Lo más parecido que hemos visto a lo sucedido en EEUU ha sido en películas, pero lejos de ser una ficción a lo Jungla de Cristal, Asalto al Capitolio con Bruce Willis diciendo «Yippee ki yay», lo mejorcito de cada casa se puso sus pieles de salir a misa los domingos, sus cuernos y un par de lanzas junto a la bandera de los estados confederados, todo muy normal y ´pa la calle', arengados por el presidente de la primera potencia mundial, lo escribo y sigo en shock, a la vez que me parece gravísimo.

La democracia de Estados Unidos y sus admirables siglos de historia vivieron hace unos días el mayor ataque orquestado por un presidente que no asume su derrota y a golpe de twitter (que lo carga el diablo, se lo digo yo que sé de lo que hablo) fue dirigiendo el asalto al edificio que alberga las dos cámaras del Congreso. Se llevaba días hablando de calma tensa, el señor de cara naranja y líder mundial desde su derrota, no hacía más que mandar mensajes claros y muy peligrosos a sus seguidores tachando las elecciones en las que había perdido por una amplia diferencia de votos, de fraude, echando gasolina a un discurso que arengaba a sus hordas de fanáticos a plantarse en el Capitolio el día del recuento final de votos que daban clarísimamente la victoria a Joe Biden? Y lo que en circunstancias normales debía ser la finalización de la era Trump y el comienzo oficial del presidente electo Biden, se convirtió en una batalla campal con fanáticos, trepando muros, rompiendo ventanas, asaltando despachos, robando muebles históricos y dando un espéctaculo que ni Sorrentino habría filmado las imágenes que saldrán en los libros de historia y nosotros no olvidaremos.

Cuatro muertos y ver cómo se tambalean los cimientos de la democracia de la primera potencia mundial nos debe hacer reflexionar a todos, porque no se equivoquen, lo ocurrido al otro lado del charco no está tan lejos.

La política a nivel mundial sufre desde hace años su peor crisis y sin duda se lo ha ganado a pulso, el poder llama a lo peor del ser humano, lejos de ayudar a mejorar la vida de las personas, ha mejorado la vida de unos pocos y ha sacado lo peor de los gobernantes, escándalos, corrupción, avaricia y claro, la sociedad ha llegado un momento que ha dicho «basta», les hemos perdido el respeto y así, poco a poco a fuego lento, es como se ha ido cocinando un caldo de cultivo muy peligroso que ha sido capaz de llegar al poder, el populismo y con él, la polarización de la política.

Qué peligro, qué crispación, qué ataque constante y cuánto daño nos estamos haciendo por culpa de unos cuantos, siento asco y una gran desesperanza al ver en lo que nos hemos convertido, todos, porque no se equivoquen, lo que sucede en Estados Unidos, está pasando aquí en nuestro país, y qué quieren que les diga, no me gusta un pelo. La moderación ha desaparecido, el sentido común, el diálogo, no existen, sólo hay ataques, discursos de odio, mentiras que repetidas como mantras trepanan cerebros, mensajes muy peligrosos para la sociedad, que por desgracia calan, consiguen votos, ganan elecciones y hasta gobiernan. Me hace mucha gracia los que se dejaban los dedos el miércoles condenando el ataque de los acólitos de Trump, mientras gobiernan nuestra región con los primos hermanos de los America First. Unos y otros, de izquierdas o de derechas, los extremos me repugnan, pero una cosa tengo clara, que pretendan hacerme ver y comparar lo sucedido en yankeelandia con lo ocurrido en España, el 29 de octubre del 2016 con las manifestacione ´Rodea el Congreso', lo siento pero no.

El único asalto a la soberanía nacional de nuestro país lo intentó cometer un tipo con tricornio y pistolas un 23F, fin. Puedo criticar a Podemos en todo, pero que comparemos algo tan grave como un intento de golpe de estado con muertos y mucha violencia sucedido el pasado miércoles en Washington con las manifestaciones de Madrid es como decir que penetrar y rodear es lo mismo, y quien piense así, tiene un problema y no sólo semántico.

Qué rápidos han estado nuestros políticos saliendo a vomitar odio, la condena ante lo perpetrado por Trump debe ser unánime sin matices, aunque claro, para los señores de verde lo sucedido les debe sonar. Aún recuerdo a Abascal llamando traidor y gobierno ilegítimo a Sánchez y arengando a sus seguidores a manifestarse en el congreso tras las elecciones que ganó el partido socialista, sin violencia eso sí, pero en temas de estrategia, oigan no se a ustedes pero a mí me parecen dos gotitas de agua.. ¿ No les asusta? Porque a mí, bastante, ¿saben por qué?, porque se han hecho un hueco en nuestras instituciones.

Y mientras la política se revuelca en su propia ponzoña, nosotros seguimos en mitad de una tercera ola de una pandemia a la que le hemos cogido cariño y, lo peor, le hemos perdido el respeto y, lo más escalofriante, nos hemos acostumbrado.

Es 10 de enero, hace cinco años murió Bowie, cómo se te echa de menos querido Duque Blanco. Madrid está cubierta por la nieve, algo que empezó siendo bonito para alguien como yo que ha vivido en Murcia media vida, ver nieve es todo un acontecimiento, pero les aseguro que ha dejado de ser romántica la estampa. Me he pasado medio 2020 encerrada en casa por una pandemia y llega 2021 y me sepulta en nieve literalmente, tengo la impresión de que es el mismo guionista del 2020, pero con más mala baba y creo que se está vengando; si no, de qué nos pone un tío de dos metros con un casco con cuernos liderando la toma del Capitolio o un tipo en trineo tirado por perros en mitad de Madrid. Una cosa tengo clara, 2021 promete, aburrirnos ya les digo que poco, sólo espero que mientras el mundo se vuelve loco, no dejemos de vacunar y al menos nos podamos meter mano.

Cuídense.