No sé cómo has acabado el 2020 o empezado el 2021, pero yo acabé el año desatascando el fregador. Aunque nos venía avisando varios días, fue después de la cena de nochevieja cuando sufrió un colapso, y se atascó sin remedio. Qué noche. A las dos de la mañana me acosté, después de haber probado casi de todo. No le eché aguafuerte por temor a quemar las tuberías. Fíjate hasta dónde llegaba mi desesperación. Cuando vi la hora que era, pensé que había llegado la ocasión de que le dieran morcilla al fregador, y que viniese otro a arreglarlo. Quizá por la mañana ya no habría atasco, o que era menor, con todo lo que había hecho yo para desatrancarlo. Pero qué va, ni en sueños se desatrancaba aquello, y eso que hasta desmonté el desagüe y todo (creo que se llama así). Tenías que verme. Bricomanía en versión torpe y cabreada.

No sé qué me preocupaba más, si el atasco de las narices, o cómo decirle a Antonio el plan que le esperaba para el día de Año Nuevo, encima con todo cerrado.

Él tan tranquilo, sin saber nada del estropicio. Se levantó diciendo que se iba en bici. Me dio pena y esperé a que volviera, pero no pasó de la puerta cuando le solté el pastel. Uy se puso de un humor que no veas. Y yo, pues aguantando el chorreo, en plan desahógate hombre, qué le vamos a hacer.

Lo único que puedo reprocharle, es que tiene la dichosa manía de vestirse poco menos que de boda, cada vez que hay que hacer alguna reparación. ¿No será mejor ponerse un chándal, o ropa vieja, para meterse debajo del fregador, a esperar que caiga un diluvio de mierda? Se ve que no. Yo no decía ni pio, pero en cuanto pude le di un delantal, algo quitaría.

Así que se puede decir, solemnemente, que hemos empezado el año sacando mierda. Eso sí, una vez que se quedó arreglado, que nuestro trabajico nos costó, sólo queda esperar a que vengan cosas buenas. Y limpias, por favor, que vaya río de porquería pasa por ahí abajo.

Ni qué decir tiene que, de la quedada con la familia, o ese paseo mañanero el día de Año Nuevo, que, aunque hace frío, hace sol, o un aperitivo para celebrar el nuevo año? ni la sombra. Cuando miré el reloj ya era la una del mediodía, la comida sin hacer, y mi cocina parecía la de Esta casa es una ruina. Tenías que vernos, Antonio empujando con el desatascador, yo con el cubo debajo del desagüe. Quítame el trapo de ahí, que no traga. Pon la rosca, que es para la derecha, lo estás haciendo al revés. Así se está mojando todo. Pasa la fregona, ya la he pasado, lo menos cien veces. En fin, lo más normal del mundo para empezar el año.

Todo ello animado con una serie de, como diría mi padre, consideraciones innecesarias, acerca de cómo hay que fregar los platos o dónde se deben echar estos u otros residuos que, si no fuera porque estaba anestesiada por tantos cubos de agua sucia llenados y vueltos a llenar, me hubiera tirado por la ventana. Qué hartazón de fregador. Por momentos pensaba que a la porra. Una casa nueva con fregador nuevo. Ya está bien, hombre.

Y mira, una de las veces aquello tragó y nos quedamos maravillados viendo el agua correr, sin subir de nivel, ni hacer ruidos raros. Y la camisa de Antonio, encima, limpia. Está claro que estamos de suerte. Feliz año a todos.