Cuando la plataforma Netflix sacó The Queens Gambit o Gambito de Dama, una serie de este año 2020, sobre una jugadora de ajedrez imaginaria, cuya vida transcurre en los años de la Guerra fría, sin duda había planeado cuidadosamente cuáles eran los ingredientes necesarios para conseguir un éxito. No tenemos, ni hemos visto nunca, las plantillas que utilizan los estudios para idear un producto ´narrativo' con visos de triunfar, pero no es difícil suponer que se basa en mezclar lo inédito con lo familiar, lo elitista con lo popular, lo nuevo con lo viejo, en un cóctel cuya combinación resulte atractiva para el apetito (cada vez más cultivado y también estragado) del consumidor/a habitual de series y películas. Y en este caso, ha sido brillante poner a una niña/mujer joven como novedosa protagonista de una afición elitista, anticuada y predominantemente masculina.

Pero esta serie, y esto nos parece importante, tiene su origen en una novela, ya que, aunque luego el argumento se simplifique, esto dará siempre una profundidad, unas raíces, a la historia, que los productos creados ´ad hoc' no alcanzan. En este caso, se trata de la novela homónima de 1983, del escritor norteamericano Walter Tevis, un escritor poco conocido, ya muerto. No le sorprenderá a nadie que haya visto la serie, saber que Tevis era un alcohólico y también un obsesivo jugador de billar y ajedrez, que en su tiempo libre escribía y daba clases de literatura para ganarse la vida. Un tipo singular, que atrapado en la manida dialéctica norteamericana de perder o ganar, tenía la curiosa inclinación de empatizar con los perdedores. Entre sus personajes principales hay bastantes borrachos que juegan al billar, un marciano solitario y una jugadora de ajedrez.

Pero volviendo a Gambito de dama, su éxito ha sido equiparado a una especie de Rocky, en el que en vez del boxeo hay ajedrez, y en vez de machos sudorosos, una chica muy lista. Imaginamos que a lo que se alude con esa peculiar comparación es al género al que ambos pertenecen: la novela de ´aprendizaje' o Bildungsroman, un término que fue acuñado en 1819, y un género que ha tenido siempre un gran éxito de público, sea en manos de Dickens o de Thomas Mann, por citar a los más clásicos. En el ámbito femenino también se ha dado, el primer ejemplo que nos viene a la cabeza es la maravillosa Jane Eyre de Charlotte Brönte, pero todas las novelas de Jane Austen podrían entrar en esa categoría y más recientemente La amiga estupenda de Elena Ferrante, sería un buen ejemplo.

Se ha dicho que su ´gancho' es, por lo tanto, el de narrar la historia de un ´éxito' improbable, y que, haciendo un guiño a la cultura del feminismo, ese éxito sea protagonizado por una mujer (lo que para algunos críticos de cine masculinos ha sido considerado un detalle irrelevante).

La protagonista es una heroína maltrecha por las circunstancias de su infancia: madre suicida, huérfana, recluida en un orfanato€y su condición de mujer que (y esto es uno de los éxitos de la historia) va reclamando su propio modo y estilo visual a lo largo del relato, pero también, por su ´genio'. Y esto es la clave diferencial de esta historia. Beth Harmon, la protagonista, no es solo una mujer inteligente que se encuentra aislada en un ´mundo de hombres', sino que es un genio.

Y si bien hay bastantes historias de ´aprendizaje' en clave femenina, hay menos historias de genio. El genio femenino es un concepto inédito: merece reflexión y mucha visualización. Ahora mismo hay varios proyectos en marcha, biografías de mujeres de genio: esperemos que no se centren tanto en sus ´logros', en su paciencia, en su disciplina, como en el retrato de su ´genialidad', que es energía creativa en potencia, capacidad libre e inexplicable€ aunque también puede ser, por su propia fuerza singular, destructiva€Y eso es lo maravilloso de la serie, no refleja a una mujer haciendo uso de su ´poder femenino', ni tampoco es la historia de su acceso al ´Poder' (masculino)€ Es el ´poder' en estado puro en la mente de una niña/joven mujer, igual que en Una mente maravillosa, El indomable Will Hunting, o en las memorias de Stephen Hawking, y eso no se ha visto a menudo reflejado en una historia de mujer.