Desde finales de 2020 todos los edificios públicos y privados que se construyan deben concebirse para un consumo de energía casi nulo. El objetivo es suprimir emisiones contaminantes de gases de efecto invernadero (GEI) y reducir drásticamente la necesidad de consumir energía en los edificios, y la que se precise para complementar la calefacción, el agua caliente sanitaria (ACS) o la electricidad en general, que provenga de entre las renovables. El consumo de energía en los edificios no es igual en unos climas que en otros: el frío obliga al uso de calefacción y el calor al de refrigeración. A este respecto la Fundación Estudios Calidad Edificación Asturias (FECEA) está liderando un proyecto de investigación sobre rehabilitación de edificios colectivos de interés social, usando fondos europeos e incluyendo a las universidades de La Rochelle, de País Vasco y el Minho, y al Gobierno de Cantabria. La temperatura adecuada en el interior de los edificios y las viviendas la calculamos para 20ºC, e intentar superarla podría ser considerado como un gasto energético y económico innecesario con carácter general. Ya sabemos que cada cuerpo necesita más o menos abrigo para la misma temperatura, pero para resolverlo podemos aumentar los grados en calefacción, afrontando sus costes y la contaminación, o bien seguir echando mano de la ropa, como se vino haciendo toda la vida. Si utilizamos calderas de biomasa para la calefacción y el agua caliente, en lugar de otras que usan combustibles fósiles, la reducción en el consumo de energía contaminante será mucho más eficaz y notable. Y para estas empresas capaces de producir ´pellets' o similares, podrían ser un interesante complemento a su economía. Son varios los edificios que disponen ya de ese sistema de combustible no contaminante. Y del mismo modo existen las calderas de condensación, que reducirían la contaminación alrededor del 30%-40%, o el agua subterránea (geotermia), que rebajaría el gasto en aproximadamente un 30% incluidos costes empresariales. Pero en los próximos años veremos cómo estos u otros nuevos sistemas proliferarán. Asimismo, consumimos electricidad a través de nuestras lámparas y electrodomésticos, pero las nuevas tecnologías ya han inventado bombillas de bajo consumo y se sigue, afortunadamente, investigando para reducir gastos y consumos. El CTE (Código Técnico de la Edificación español) obliga a obtener un determinado porcentaje de agua caliente a través de una energía renovable como pueden ser las placas solares térmicas. Y también a mejorar las condiciones térmicas de los edificios, lo que significaría la utilización de sistemas constructivos característicos y específicos para la ejecución de la ´envolvente', es decir, como si fuera la ´piel' que recubre todo el edificio (fachadas, suelo y cubiertas), lo que técnicamente significa orientarnos hacia lo que llamamos edificios pasivos: los que no necesitan apenas consumos de energía para mantener el necesario confort y una óptima/saludable habitabilidad. Asimismo, podemos mejorar nuestra salud si complementamos las técnicas en los aislamientos con otros criterios de renovación de aire más allá de aperturas de ventanas, pues en muchas épocas del año este viejo y normal criterio va a enfriar nuestras casas en invierno o a calentarlas en verano. Es probable que muchos lectores hayan oído hablar de las ´fachadas ventiladas'. Una adecuada renovación del aire en nuestras casas evitará contaminación y muchas de las causas que dan lugar a diversos tipos de humedades, con su efecto directo y negativo en nuestra salud. Para progresar en la dirección comentada es imprescindible investigar e innovar, así como establecer ingeniosas complicidades entre los distintos poderes, públicos y privados, con los ciudadanos; pues solo con información cierta encontraremos argumentos para exigir y para colaborar con convicción, eficacia y esperanza.