Muchos le culpan de que nuestras décadas, siglos y milenios empiecen con el correspondiente año acabado 1 en vez de con el acabado en 0. Hay incluso quienes se refieren a él con más soltura y menos verdad de las aconsejables. Javier Sampedro decía en un artículo en El País que «la trifulca sobre el 2000 o el 2001 tiene también su origen en un lamentable error: el cometido por un monje del siglo VI a quien sus colegas llamaban, con dudosa corrección política, Dionisio el Exiguo (debido a su baja estatura). El papa Juan I encargó a Dionisio una cronología del mundo y de la cristiandad, y [€] tuvo que echar mano de la contabilidad creativa de la época€». Seguramente muchos recuerdan haberlo oído en clase de religión y lo darían por más o menos cierto sin dudarlo. Pero si nos atenemos a las investigaciones de Florea Duta, Georges Declercq y algunos otros, la simplificación de Sampedro en aquellas líneas contradecía la verdad histórica comprobable.

De entrada, el encargo fue sólo una ampliación de las tablas usadas hasta entonces para calcular la fecha de la Pascua; si lo terminó en 525, es más probable que le hubiera sido hecho por Hormisdas (papa de 514 a 523) que por Juan I (523 a 526), y no puede hablarse de ´error lamentable' por no haber introducido el ´año cero', pues se limitó a situar el nacimiento de Jesús (equivocadamente) en el 753 a.u.c. sólo a efectos de su tabla pascual; su uso por historiadores como referencia de la era cristiana es dos siglos posterior (Beda el Venerable) y no se generalizaría hasta pasada la Edad Media. Pero hasta eso podría no ser verdad: según Alden A. Mosshammer, «buena parte de la información sobre Dionisio el Exiguo [€] perpetúa errores de investigación de principios de la era moderna. Ninguna de las hipótesis sobre cómo estableció su fecha [€] es convincente. De hecho, bien pudo haber adoptado una ya establecida, así que es en sus fuentes donde deberíamos buscar una solución al ´problema de Dionisio'».

Finalmente, tampoco parece cierto que sus colegas le llamaran ´el Exiguo' debido a su baja estatura, sino más bien, como recuerda Mosshammer, que «si de verdad usó ese apodo, fuera por humildad monástica frente a la grandeza del Papa, más que por su estatura [€] En una carta dirigida al papa Hormisdas [€] se refiere a sí mismo como mea parvitas (mi pequeñez) en contraste con la ´bienaventuranza' de Hormisdas». Es incluso posible, recuerda igualmente Mosshammer, «que Dionisio nunca hablara realmente de sí mismo como ´Exiguo', y que la presencia de ese apodo en el encabezamiento de algunos de sus escritos sea obra de editores y copistas posteriores».