¿Qué tal ha arrancado el año nuevo? Aunque sin besos ni abrazos, espero hayan mandado bien lejos el pasado 2020 y recibido 2021 con fuerza porque la vamos a necesitar.

Si me lo permiten, en los escasos tres días que lleva este año nuevo, me ha sucedido algo con lo que podría escribirles varias columnas juntas; no voy a ocasionarles semejante tortura, pero sí me gustaría que me acompañen y me dejen contarles una historia llena de odiadores, haters y amantes del conflicto, a raíz de una publicación Twitter el pasado 31 de diciembre, cuya autora no es otra que la que les escribe esta columna.

«Me encanta el olor a napalm por las mañanas. Huele a victoria», como dice en Apocalypse Now Robert Duvall. Soy una persona que va de frente, de las que se mojan y se mete en charcos, no con afán de buscar conflicto, el insulto o la descalificación, sino con el ánimo de conocer diferentes puntos de vista, expresar mis ideas y sentirme todo lo libre que llevo sintiéndome desde que el mundo es mundo. Llevo en redes sociales desde que se inventaron, me dedico a la comunicación y publicidad desde hace más de veinte años, y no me gustan las explicaciones ni los dramas, pero tras lo sucedido el pasado 31 de diciembre en Twitter me veo en la obligación de explicarles algunas cosas.

La pasada mañana de Nochevieja levantaba a mamá como cada día; ella desde su cama siempre escucha en una vieja radio diferentes emisoras que la entretienen, ninguna fija, algunas mañanas tiene puesto a Alsina, otras a Herrera, no es fiel ni groupie. La mañana de autos yo tenía el absoluto convencimiento de que tenía de fondo la Cope, mientras la aseaba y vestía; había oyentes que llamaban para contar sus mejores deseos para el nuevo año, alguno recordaba su infancia, como la señora a la que escuché, motivo por el que media España quiere lapidarme.

Para su tranquilidad me estoy cosiendo una letra escarlata para que me reconozcan por la calle. ¡Mira la filoterrorista del burrito, la radio y la ciénaga! en fin. Sin identificar ninguna de las voces radiofónicas que normalmente sería capaz de reconocer, varios colaboradores hicieron referencia al campo y lo divertido que era de pequeños montar en burrito; la señora que llamó mi atención también hablaba de su infancia y del campo, decía que para ella no era divertido ver montar en burrito porque desde pequeña trabajaba en el campo y para ella era duro. Nada más escucharla miré el aparato de radio de mamá y dije: Bravo, señora. Me pareció maravilloso su comentario, era un gran zasca mañanero que quise compartir en Twitter y aquí es cuando empieza el rock and roll.

El tuit empezó a correr como la pólvora, fue compartido, citado por miles, sí, miles de tuiteros que a la vez pedían escuchar el audio con el testimonio homérico que yo había compartido en mi tuit. El día avanzaba, fin de año, mil cosas por hacer, no estuve muy pendiente de cómo la bola iba creciendo hasta que empezaron los insultos y aquí es cuando decidí silenciar la bomba de relojería que llevaba en la aplicación del teléfono. Pasaron las horas y menos mal que Miguel Ángel Hernández, escritor de dolores y siestas para los que no le conozcan y gran amigo para mí, con el que estaba tomándome una copa para despedir este año de mierda, me alegró la tarde al ponerse al mando de unos teclados callejeros y tocar Rincón Exquisito, que como cierre al 2020 era un broche perfecto, mientras mi teléfono seguía ardiendo. Para muchos con mi tuit me estaba metiendo con Herrera, ¡santo cielo, qué equivocados están! Aplaudía la espontaneidad de la señora y su zasca al clasismo, pero, claro, dar por hecho que lo escuchado era en el programa de Herrera tuvo consecuencias fatales.

Ilusa de mí, ya se mascaba la tragedia desde bien temprano, hordas de haters, odiadores profesionales, trolls, y amantes del conflicto como decía al comienzo de esta columna, saltaban a mi yugular. Entre los piropazos que me han dedicado: estoy aleccionada por Juan Carlos Monedero, no tengo pensamiento propio porque estoy dirigida por la extrema izquierda que me dicta lo que tengo que decir, soy una resentida porque fui diputada del PP y como no me colocaron, ahora escupo odio. Han añadido mi perfil a listas de Stop Bulos y aseguran que pertenezco a una red organizada de fake news, soy una jeta, una sinvergüenza, y alguna que otra cosa que por decoro no voy a transcribir, pero lo que me van a permitir que les diga yo a ustedes es: «¡Me cago en mi puta vida, señores». No les voy a negar que he estado unas horas algo sobrepasada por lo sucedido y menos mal que no he querido leer ni la mitad de las burradas que han dicho. He tenido que proteger mi cuenta, he borrado el tuit, porque estoy harta de tener que soportar los insultos y frustraciones de una cantidad obscena de seres podridos que sólo se dedican insultar y tienen escasa comprensión lectora.

Aunque me molesta profundamente desaprovechar mi humilde columna de hoy para tener que aclarar lo ocurrido, no tengo ningún problema en decir que cometí un error al asegurar que lo que escuché fuera en la Cope y más concretamente en La Mañana de Herrera, y no me avergüenzo por ello. Sé lo que escuché y que aplaudí a aquella señora ante el clasismo de los que hablaban, por lo que sinceramente lo di por hecho. Mis disculpas a las hordas de liberales, groupies del de Cuevas de la Almanzora, por sentirse ofendidos por mancillar el programa de su amado líder. Y a la señora que escuché, decirle desde aquí que siempre estará en mi equipo.

Cierro esta desagradable anécdota, pero me quedo con un gran aprendizaje y alguna que otra reflexión que me apetece compartir con ustedes. Yo he cometido una torpeza pero de ahí a que todo es una confabulación judeomasónica orquestada por la extrema izquierda que me utiliza para no sé qué plan maestro, o que me he inventado esta absurdez... Discúlpenme, pero no tengo tanto tiempo libre ni tanta imaginación. Eso sí, voy sobrada de sentido del humor para añadir lo ocurrido a mi lista de ´unzurrunzagadas', no lo duden. Pero, de verdad, todos aquellos que escriben con tanto desprecio, háganse un favor y límpiense un poco el odio que tienen.

Yo he venido a Twitter a ver en bucle vídeos perretes gordos, disfrutar de la creatividad y sentido del humor del personal, así como a denunciar aquello que considero injusto, o debatir sobre ideas políticas o compartir mi visión de la vida a través de esta columna de cada domingo, siempre con respeto y mucha educación, porque si se tiene, se nota, como las erecciones. Lo que me ha demostrado lo ocurrido es que de educación van algunos cortitos, sobre todo por redes. Se envenenan y llenan de odio con una facilidad que asusta. Nunca había tenido una sensación de angustia como la vivida ante algo que considero una absurdez magnificada, y qué quieren que les diga, no es nada agradable.

El poder que adquirimos a través de una pantalla y un teclado debería hacernos reflexionar sobre cómo podemos hacer daño, porque todos somos responsables de algún modo. Descuiden, he aprendido la lección, ojalá ustedes también la aprendan. En cuanto a lo de tirar la vieja radio de mamá por la ventana aún no lo descarto.

¿Qué les parece mi arranque de año? Maldito guionista.