Escribo esto en la mañana del día 1 del 1 del 2021, sin resaca alguna. La Nochevieja de este año ha sido una noche como las otras en las que los dos seres humanos que habitamos nuestra casa hemos cenado como cada día. Como todas las fiestas pasadas, a mediodía hemos comido con familiares, solo 6, en una terraza, y esa ha sido la celebración, muy agradable, por cierto, y sin preocupación por el contagio porque estábamos teniendo todo el cuidado posible para no fastidiarnos los unos a los otros.

Esta Nochevieja ha sido así, pero hubo otras, y podría ser bueno recordar cómo fueron las que yo viví hace ya muchos años. Quizás a alguno de ustedes les resulten familiares, y los que no las vivieron pueden saber cómo eran los cosas, aunque solo sea con unos apuntes referidos a distintas épocas.

Al principio, cuando era un crío, el fin de año era como el principio de año y los meses subsiguientes, una cosa bastante triste, oscura, pringosa y desgraciada porque la gente mayor que me rodeaba había vivido la Guerra Civil y todavía llevaban encima el estigma del horror que habían presenciado: las muertes, los bombardeos, los fusilamientos, las pérdidas de familiares y amigos, y, aunque trataban de pasar un buen rato, se palpaba la tristeza, el miedo, el cambio tremendo que habían sufrido sus vidas. Como, además, éramos gente sencilla, tampoco es que se notara mucho que estábamos de celebración. Lo que sí recuerdo es que los vecinos subían a mi casa después de cenar y se tomaban una copa de anís con unas tortas de pascua que aportaba alguien, pero, los críos acabábamos durmiéndonos siempre antes de las 12, así que, ya les digo, la nochevieja cutre total.

Más tarde, con la juventud, cambió mucho la cosa. Las nuevas generaciones, aunque sintiendo a nuestro alrededor la desgracia de la dictadura, tomó aires mucho más optimistas. Comenzaron a llegar turistas extranjeros a nuestras costas que venían sobre todo en verano, pero también en Semana Santa o en Navidad. Algunos de nosotros, los de la Región de Murcia (por cierto, entonces no era región, era una provincia canallesca y eran murcianos también los de Albacete, fíjate tú) nos íbamos a pasar la Nochevieja a las costas, no a las de Murcia, que aquí todavía estábamos un poco fuera de combate, sino a las de Alicante o las de Málaga que ya habían comenzado a recibir personal extranjero. Con decirles que una de esas noches de fin de año conocí a una japonesa con kimono y todo (y que hay que ver lo bien que lo pasé yo, y creo que también la japonesa), terminando la cosa viendo amanecer en una playa... Ya se pueden hacer una idea de que con veinte años todos los gatos eran pardos, y más todavía si hablabas inglés y la japonesa también, un poco, y lo demás por señas.

Cuando uno se casa comienza otra vida, sobre todo si tienes tres hijos en dos años y luego viene un cuarto. Por entonces, al menos en Cartagena que era donde yo vivía, en Nochevieja, se puso de moda vestirse de pontifical y acudir a cenas organizadas en hoteles, casinos y clubes. Lo de pontifical lo digo porque las señoras iban de traje de noche, más guapas que un sol, y nosotros de esmoquin con pajarita y todo.

Se cenaba, se bailaba, se ponía uno un gorro y se tocaba el pito. Normalmente íbamos grupos de amigos así que lo pasábamos muy bien, aunque ciertamente se empinaba el codo bastante, y era normal que a la mitad de la fiesta vieras a uno medio muerto en el suelo, con el gorrito puesto y balbuceando ´¡voy a vomitar!'

El tema complicado era cómo volver a tu casa con medio litro de cerveza, otro medio de vino, tres copas de champán y cuatro cubatas. Lo normal era hacerlo en taxi, aunque alguna vez volvimos en el coche de un amigo que decía que no había bebido apenas nada, aunque no sé yo.

Y así pasaron los años, y las nocheviejas fueron vividas, celebradas y cantadas en compañía de buena gente. Cada año era despedido con más o menos agradecimiento y el salto al siguiente fue considerado siempre como un canto a la esperanza, como una certeza de que todo iba a ser aún mejor.

Y este año ha sido como ha sido, y solo pensamos en una cosa hacia el futuro: que nos pongan a tiempo la vacuna, lo antes posible, oiga, que queremos volver a ser nosotros, a nuestras vidas.