El peor año de nuestra historia. Lo dijo Time y punto redondo. Como si lo hubiera dicho Blas. Hombre, no. Lo que nos pasa a nosotros siempre es lo peor. ¿Usted cree que este ha sido el peor año de la vida en la mayoría de los países africanos? Pues no. Los han tenido peores. Para esos países donde no hay más que años malos, este ha sido uno más. Para ellos la covid19 ha sido un mal menor al lado de los males cotidianos, Todo depende desde qué punto de vista se mira.

Hay una muy divertida película del año 1994 que Emilio Martínez Lázaro tituló Los peores años de nuestra vida. Y lo eran porque, desde el punto de vista de aquellos jovenzuelos, las complicaciones del ligoteo hicieron de aquellos meses los peores de su vida. No es más que una comedia, pero sirve para demostrar lo subjetiva que es esta cuestión. Los detractores del sensacionalista título de Time se han apresurado a recordar la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, Hiroshima. Aquellos sí que fueron años malos.

Es más, sobre las consecuencias de aquella guerra hay otra película titulada Los mejores años de nuestra vida, realizada por William Wyler en caliente, solo un año después de terminada la guerra. Con Los mejores años de nuestra vida, Wyler no estaba haciendo un juego de palabras, sino refiriéndose a los años (los mejores) que habían perdido los jóvenes de aquella generación. Y esa debería ser la cuestión. ¿Hay años, según la edad, más valiosos que otros? ¿Son más valiosos los años de juventud que los de la vejez, con la que tanto se ha cebado la pandemia?

No debiera haber vidas que valgan más que otras. Ya se discutió mucho al respecto en los peores momentos, cuando los médicos hubieron de enfrentarse al dilema de salvar unas vidas en detrimento de otras. A veces, parece que hayamos perdido la perspectiva a la hora de la valoración. Cuando se publican titulares como «un año sin abrazos», «un año lejos de casa por Navidad» o «un año sin vernos las caras» deberíamos tener un poco de ponderación. Parece que quisiéramos enmascarar lo verdaderamente grave con lo anecdótico. No estaría de más tener en cuenta que se trata de un sacrificio mínimo a cambio de proteger la vida. Vale, los gestos son importantes, pero también conviene no convertirlos en rutina y renovarlos de vez en cuando.

«He tenido años peores» es una respuesta frecuente y conformista cuando nos preguntan qué tal y no queremos entrar en detalles. El que no se conforma es porque no quiere. Pero, curiosamente, tendemos a no acordarnos como sociedad de los años buenos. ¿Ha oído alguna vez decir qué gran año fue el 75 o el 82 o el 92? No, salvo que sea en referencia a las cosechas.

Lo verdaderamente importante de este acabado 2020 (al que por cierto recibimos con jolgorio: qué número más bonito) es saber si ha sido un año perdido o un año ganado. No creo que acierten aquellos que dicen que fue un año en blanco. Habrá sido, si acaso, un año negro para quienes se dejaron la salud o la vida en él. Pero no en blanco.

En el peor de los casos, este 2020, maldito para tantos, nos deja muchas enseñanzas. Y la principal de todas es la capacidad de la sociedad para enfrentarse (con mascarillas, con sacrificios, con prudencia) al jinete del Apocalipsis del caballo pálido de la peste y de la muerte.

Es pronto para saber cómo pasará este año a la historia. ¿Será el año del covid-19 o el año de la vacuna? Igual, visto en perspectiva dentro de unos años, lo positivo se impone a lo negativo y se habla del año en que la humanidad fue capaz de vencer a la primera pandemia global. Que todos lo veamos.

De momento, feliz 2021.

Periodista