El Tribunal Supremo ha cambiado de criterio hace apenas unas semanas, y por fin dice que hay un uso abusivo y desmedido de las contrataciones temporales en las subcontratas, cuando hay trabajadores que llevan años desempeñando un mismo puesto de trabajo y, por lo tanto, será obligatorio hacerles fijos.

En este cambio de criterio, hasta hace poco, los tribunales no entraban en el fondo de este tema; cientos de miles de interinos pueden ver una luz donde ahora hay solo incertidumbre y nerviosismo, ya que con esta línea jurídica establecida por el máximo órgano judicial se abre una puerta obligatoria a que en la negociación colectiva se plantee la situación del personal interino e interina que llevan cinco, diez, quince y hasta veinte años de trabajo ininterrumpido en un mismo puesto de trabajo.

Algunas organizaciones sindicales ya se han lanzado a pedir ofertas de empleo masivas, con el fin de acabar con las intolerables altas tasas de temporalidad existentes y que con motivo de la pandemia se han visto incrementadas exponencialmente, sobre todo en los sectores educativo y sanitario.

De hecho, ya comienzan a presentarse y aprobarse ofertas de empleo para el próximo año, todas ellas basadas en los mismos procesos y criterios que hace sesenta años.

Apostar por seguir manteniendo un sistema decimonónico, injusto y sobre todo irreal, en pleno siglo XXI, lo único que conseguirá es bajar un poco la temporalidad y poco más; en cambio, no contribuirá en nada a mejorar y adaptar el modelo de servicio público que necesita la sociedad del nuevo siglo.

Se sigue sin ser lo suficientemente valientes para replantear un nuevo modelo de función pública, sobre todo ahora que la pandemia, de las pocas cosas buenas que ha traído, ha sido que nos ha puesto frente a un espejo, dejando al desnudo toda nuestras grasas (estructuras atrofiadas y sobredimensionadas), nuestras arrugas (más del 50% de las plantillas se jubilarán en la próxima década) y nuestras enfermedades (falta de cualificación técnica, tecnológica, y con una movilidad orgánica y funcional que brilla por su ausencia).

Si queremos convertir el servicio público como una parte fundamental de la solución a los problemas existentes, y dejar de seguir siendo en muchos casos parte del problema, si apostamos porque sea la administración la garante de una sanidad universal y de calidad, si decidimos que la educación sea sinónimo de igualdad, con altos estándares de control, si necesitamos a los mejores profesionales, tenemos que reconfigurar todo nuestro modelo público, desde los sistemas de acceso, carrera profesional, promoción y formación, y todo ello desde una única óptica: somos servidores públicos, nuestra misión es servir y hacer fácil la vida de nuestros conciudadanos, que son quienes con su trabajo nos pagan el salario. Los carteles 'vuelva usted mañana', o 'vuelvo en media hora', debe romperse en mil pedazos.

Pero si queremos seguir contratando gente haciendo trampas en las bolsas de trabajo, que un celador para aprobar una oposición sepa más derecho administrativo, constitucional y hasta europeo que un alto cargo que apenas conoce la legislación, o que la promoción profesional esté basada en una carrera continua de obstáculos absurdos, que lo único que hacen es crear frustración y desilusión en los empleados públicos, entonces, sigamos pegándonos coscorrones contra la pared, a lo mejor algún día conseguimos tirar el muro que nos separa de la realidad, aunque si algún día eso ocurre tendremos las cabezas llenas de chichones y moratones. Ha llegado la hora de saltar el muro y afrontar el nuevo mundo en el que vive la inmensa mayoría de la sociedad.