Me da vértigo cuando llegan estas fechas y un año más se va, me da vértigo ver como el tiempo pasa muy deprisa y no puedo hacer nada para pararlo. No me gustan los resúmenes, ni los balances, ni tampoco los propósitos de año nuevo. Desde hace tiempo dejé de engañarme a mí misma, haciendo una lista de las cosas que a las dos semanas no voy a cumplir para evitar frustraciones.Es la última vez que les escribo en este año de mierda, un año que, como dice Jose Luis Perales, es un ladrón que nos lo ha robado todo, y no sé ustedes, pero yo miro hacia atrás y lo tengo todo borroso, como en una gran resaca.

Recuerdo vivir en silencio, sin ganas de videollamadas, sin poder escuchar música, viviendo entre la cama y el tejado, y con mucha ansiedad en las primeras semanas. Recuerdo perder el gusto y el olfato y darme cuenta que tenía covid, recuerdo tener miedo, recuerdo llegar a 40 de fiebre y no poder abrir los ojos, recuerdo asustarme mucho, pero por suerte solo tuve síntomas leves. Recuerdo esperar la llamada de mis padres cada mañana para saber que estaban bien, recuerdo pensar en la pérdida, y cómo lo ocurrido nos debería hacer reflexionar sobre nuestra fragilidad. Recuerdo no ser capaz de ver casi nada en la tele, salvo marcharme al Renacimiento y perderme en Florencia con los Médicci. Recuerdo asomarme a la ventana a las 20 horas cuando el silencio en Lavapiés se rompía, gracias a los aplausos. Recuerdo escuchar un coche de la policía local con los altavoces a todo trapo y sonaba Pongamos que hablo de Madrid, o como cuando murió Aute y alguien del barrio al día siguiente por la mañana hizo sonar Al alba.

El mundo se paró, muchos pensarán que por culpa de las fuerzas del mal, el 5G y la teoría de la conspiración; otros, por un murciélago, pero lo que está claro es que un virus ha cambiado nuestra forma de entender la vida, de relacionarnos, destapando muchas carencias como sociedad que deberíamos hacernos mirar, pero lamentablemente lejos de mejorar vamos a peor.

Si algo debería avergonzarnos es cómo hemos tratado y llevamos tratando a nuestros mayores desde hace mucho tiempo, y cómo esta crisis sanitaria ha destapado el horror, del abandono de la generación que se partió la cara por nuestros padres y por nosotros para salir adelante.

Han vivido abandonados en residencias, sin visitas, sin recursos, sin empatía, sin profesionales que les atienda debidamente, porque, como dice David Cabrero, director de la residencia de San Jerónimo en Estella, esto no va de darles de comer y jugar al bingo. El covid les ha arrasado y debería pesarnos sobre los hombros a todos, sociedad y políticos, así como hacernos reflexionar sobre el modelo de residencias de nuestro país y ver en qué hemos fallado. Porque lo hemos hecho, pero parece que nuestros representantes políticos prefieren escurrir el bulto para que no se investigue lo ocurrido en las residencias, porque lejos de querer mejorar, lo único que importa es el autobombo y la propaganda, y me repugna.

Como me repugna el ruido político de un año que en general no deja muy bien parados a los que nos representan y que por desgracia de manera muy irresponsable han llevado a la calle sus miserias generando mayor crispación de la que ya existe. Si partimos de la base que la política y sus ideologías nos ha demostrado en este año que no valen para nada y que lo que necesitamos son gestores, puede que la frustración que nos invade a muchos sea menor. Tenemos a unos y otros dedicándose lindezas vacías de contenido, que sólo son titulares para llenar las redes sociales o la prensa. Ruido, polarización, crispación, demasiada hipocresía, y la gente cada vez alejándose más del inexistente discurso, y con razón.

Arrancamos el año con el primer Gobierno de coalición de nuestro país que deja al descubierto las discrepancias entre partidos. Señor Sánchez, déjese la propaganda y deje de amargarme los aperitivos de los domingos con sus comparecencias en las que no dice nada, le suplico que no incorpore a mi vocabulario ni una sola palabra más: confinamiento, cogobernanza, nueva normalidad, convivientes ?; con esta última ya me vine abajo. Señor Iglesias, está más preocupado en tuitear sobre series o por asuntos republicanos en tiempos en los que hay que dar de comer a mucha gente; preocúpese y ocúpese de la agenda social, esa que lleva el nombre de su vicepresidencia y de paso quítele el Ipad a Echenique y mire a ver si aprende algo de Yolanda Díaz. Y qué me dicen de la derecha de este país, que no para de hacer el ridículo, Pablo y Santiago, uno haciéndose fotos en donde pilla, sin ser capaz de hacer una oposición a la altura, dando bandazos y el otro a lo suyo con los Tercios de Flandes y sin dar un palo al agua. De los que se hacen llamar de centro y no saben ni donde están, qué quieren que les diga. Arrimadas ha pasado a la irrelevancia política y solo es cuestión de tiempo que bajen la persiana naranja.

Qué panorama¿eh? Tremendamente descorazonador, en plena crisis no solo sanitaria sino socioeconómica, que nos pasará factura en unos meses, y no quiero yo ser pesimista, pero no pinta bien. Y con este futuro incierto, crispado y lleno de ruido, no todo lo que saco de este año es malo, al menos a título personal me llevo un gran aprendizaje, así como grandes amigos que han sabido partirse el espinazo por tenerme entre sus brazos, como dicen los suecos en una canción. Y qué quieren que les diga, con esto me quedo.

Me quedo con saber lo fuertes que somos y que al final las cosas salen, me quedo con la gente buena que se preocupa, me quedo con ustedes que me han acompañado cada domingo en este año, dejándome contarles con mi particular visión filoterrorista, de cómo veo el mundo que nos rodea. Les estoy muy agradecida y en ocasiones hasta abrumada por su cariño a lo largo de este año, así como a esta santa casa que es Prensa Ibérica y el diario La Opinión, que me dejan cada domingo contarles mis pajas mentales.

No sé lo que viene por delante, ni qué nos tiene preparado el guionista del 2021; al menos el del 2020 a partir de hoy nos trae algo de esperanza con la llegada de la vacuna a nuestro país, y el comienzo de la vacunación para nuestros mayores y sanitarios. Ojalá aparezca un señor llamado Miguel de Cervantes y sea el segundo en vacunarse como en Reino Unido y la aparición de un señor llamado William Shakespeare sería uno de esos cierres épicos para este año que se merece que le digamos un par de cosas cuando lleguen las uvas, como dice la canción de Viva Suecia: «Deberíamos decir más veces: Te deseo lo que te mereces, pero pierde fuerza entre los dientes».

Ojalá vaya todo bien y cada día que pase estemos más cerca de volver a la normalidad, a la antigua, a esa en la que bailaba en festivales de música rodeada de gente, esa en la que sigo siendo una sobona con mis amigos, a los que me gusta tener cerca, esa que yo, una yonky del contacto necesita. Ojalá esta crisis sanitaria y la vida deje de robarle tiempo a mis padres, en un año en el que todos nuestros mayores han visto desaparecer algo tan valioso como es eso, el tiempo. Qué injusto y doloroso, ver cómo estos meses les han pasado demasiada factura. y sus vidas se han visto alteradas de manera cruel. Ojalá guardemos las mascarillas y los geles pronto en un cajón al que no volver nunca, ojalá 2021 sea el año de las buenas noticias y recuperemos el tiempo perdido. Ojalá perdamos el miedo y seamos de nuevo libres. Ojalá.