Las personas, cuando algo está acabando, nos aferramos a lo nuevo. Quizás sea este un mecanismo psicológico de defensa para no sentir que perdemos, que nos precipitamos a un final. Será por eso, también, que cada diciembre, por estas fechas, restamos con cierta inquietud hasta las horas que quedan para despedir el año y comenzar uno nuevo cargado de propósitos con los que confiamos mejorar. Esa sensación de que lo que está por llegar será mejor nos hace mas liviana la pérdida de todo lo que abandonamos en el ejercicio anterior. Sin embargo, difícilmente habrá otra ocasión en la que deseemos con más fuerza olvidar los días del año que ya pasó.

Hay años y años y el 2020 pasará a la historia como aquel en el que, de repente, ´nos robaron el mes de abril'. Quizás algún día contemos a nuestros nietos que vivimos un año sin besos, en el que los abrazos quedaron embargados y donde casi estaban prohibidos los encuentros. Un año en el que ver una sonrisa era una extravagancia, que podía pagarse caro, y en el que las mascarillas que las secuestraban se convirtieron, paradójicamente, también en nuestro mejor aliado. Un año en el que todos los bares, y hasta los parques, cerraron; pero poco había que celebrar y las penas, que eran muchas, nos acostumbramos a ahogarlas en privado. Un año en el que los padres compartían el rol de maestros y estos se convirtieron en youtubers para poder continuar enseñando. Un año en el que los abuelos estuvieron más solos que nunca y los niños más encerrados. Un año en el que el recelo a todo acabó cediendo el paso a gestos más solidarios. Un año en el que los médicos y enfermeros trabajaron sin descanso, dieron consuelo y mucho lloraron. Un año en el que la muerte se hizo más dura que nunca al venir con la soledad de la mano.

Todo esto pasó y aunque fue muy triste, algunos, tendremos la suerte de contarlo. Y es que hasta las campanadas, que este año se darán con una Puerta de Sol vacía y cerrada, vienen marcadas por el drama de alguien que intenta recomponerse, demostrándolo públicamente, tras haber perdido a quien más quiso víctima de otra enfermedad también completamente inhumana. Ha sido un año aciago, siniestro y especialmente duro para el alma, pero a las puertas del nuevo hay que sacar fuerzas e ímpetu y pelear por hacer volver todo aquello que fue tan nuestro y que este 2020 nos ha arrebatado.