Cada comienzo de estación me hago una lista de libros. Imagino que abro una maleta y los voy metiendo al azar, desordenados, por la intuición de que me llevarán al lugar que necesito. Hay estaciones que invitan a la aventura, otras son final de línea, nos esperan de regreso, nos atraen desde el lugar donde empezaron las cosas. Este invierno, sin embargo, la maleta no pasará de ser una pobre metáfora. No habrá más viaje que el de la lectura. Los trenes serán imaginarios.

Casualmente este invierno algunos de los libros elegidos tratan sobre el regreso, la vuelta al hogar. No ha sido premeditado, el azar lo ha querido así, quizá guiado por la pena de no poder volver a casa por Navidad. La estación que me espera se alza en el lugar de la memoria, hecha por esos recuerdos que no se borran por mucho tiempo que pase, superpuestos por tantos regresos sucesivos, todos iguales, calentados en una llama que no se apaga nunca.

La lectura, como la vida, nos lleva hacia delante abriéndonos caminos todavía inexplorados, por eso se utiliza para describirlas la imagen del viaje. Y como todo viaje, es incierto, está lleno de nuevas posibilidades, nos hace crecer al plantearnos interrogantes y mostrarnos todo lo que todavía nos queda por ver o lo que no hemos visto del todo bien. A una estación le espera la siguiente, lo que significa que en ninguna sentiremos que hemos llegado, que ya encontramos nuestro lugar, que el viaje se ha terminado, como si los raíles estuvieran suspendidos en el aire y se borraran con la niebla del horizonte.

El vértigo de dejarlo todo atrás es también un aprendizaje para la vida. La maleta bulle de palabras. En el murmullo de sus frases se agita nuestra sed de aventura con una mezcla de inquietud y promesa. ¿Adónde nos llevarán? Sin embargo, me pregunto si no serán en el fondo todos los viajes un viaje de regreso, si no serán todas las lecturas la búsqueda de un nuevo comienzo, la vuelta al punto de partida, el hogar de la infancia, ese lugar en el que apenas se veía nada, pero todo lo que se veía era de verdad, donde sentimos que teníamos una única certeza que después extraviamos en alguna estación. De esta forma, creyendo ir hacia delante, en realidad vamos vagando a tientas hacia una estación que se aleja cuanto más avanzamos en el tiempo.

Este año terrible puede hacer que el tren se detenga en todas las estaciones equivocadas y, finalmente, pase de largo, pero lo que no podrá hacer es desviar el camino del regreso al hogar.