Albert Ribera, anda en eso de vender su libro, Un ciudadano libre. El fundador de Ciudadanos, el artífice del triunfo de ese partido en Cataluña, el que consiguió 32 escaños en el Congreso, el mismo que lo ha hecho desaparecer prácticamente de Cataluña (las encuestas hablan de ello), el mismo que lo bajó a los diez escaños en el Congreso de los Diputados (en algún momento de su vida debió de pensar que como el partido era suyo podía romperlo) anda de entrevista en entrevista promocionando su libro, y hablando de política, claro. Y como todos los políticos que se ven forzados a dejar lo que les hizo sentirse importantes, no soporta que el partido pueda continuar caminando sin él. Y, claro, ha caído en la tentación de dar clases de cómo hay que hacer las cosas. Es decir, se ha ido, pero quiere que sea poquito.

Y habla, y dice muchas cosas desde la soberbia del que fue triunfador. De lo que no habla es de que, por esa misma soberbia, puso en peligro la vida del partido que fundó, porque en un momento en el que atisbó la posibilidad de ser vicepresidente del Gobierno se le vino a la mente lo del posible ´sorpasso' (expresión italiana que introdujo en el leguaje español el desaparecido líder de IU Julio Anguita, cuando soñaba con adelantar en las elecciones al PSOE, algo que no ocurrió) al PP, y prefirió echar toda la carne en el asador en ese objetivo, antes que ayudar a la gobernabilidad de este país, al que dice amar tanto, con una vicepresidencia que debió parecerle poco.

En ese mismo momento, decidió abandonar el centro, haciendo posible algunos Gobiernos en los que la sombra de Vox es imprescindible para que Ciudadanos, junto al PP, gobierne. En ese mismo instante, provocó que su partido perdiese sentido en el panorama político español. Porque sí, en ese punto, dejó a este país sin un partido de centro-liberal que, como ocurre en otros países, sirve en momentos determinados para ayudar a la gobernabilidad, quizás porque el término liberal da para muchas interpretaciones: en Estados Unidos, por ejemplo, se asocia a lo que aquí se estima como ´muy de izquierdas' y, por el contrario, en países como Francia o Bélgica, pongamos por caso, se consideran ´bastante de derechas', y en el Reino Unido se presentan como progresistas, pero con matices. Y, por supuesto, partidarios del libre mercado. Así es que, como el nacimiento de Ciudadanos fue de centro izquierda, se le continuó creyendo de centro cuando se definió como liberal, por lo que sorprendió mucho cuando su ambición pudo más que su sentido de Estado.

Albert Rivera, en una entrevista en televisión, días pasados, evitaba comprometer su voto en las próximas elecciones generales al partido que fundó, diciendo cosas como «cuando uno deja la política se siente más libre para opinar sin las siglas en la boca». Eludía hablar de su sucesora, Inés Arrimadas, y afirmaba que espera «poder votar a Cs y por muchos años» sin darlo por seguro, y apuntando que «cuando uno deja las trincheras, el carné, las siglas», se siente con más libertad para opinar. Y me pregunto qué quería decir con esto. ¿Que ahora puede fastidiar a ese partido que destrozó con su altivez? Una altivez que se evidencia cuando afirmó que pudo ser vicepresidente del Gobierno con Mariano Rajoy y no quiso porque «lo que quería era un proyecto para liderarlo». No dijo lo del ´sorpasso', pero se le entendió todo.

Sí, Ciudadanos fue una obra suya, pero suyo es también el desastre electoral de las ultimas elecciones. Y ahora, si fuese menos fatuo, haría bien en vender su libro; para eso lo ha escrito, pero ganaría mucho demostrando el sentido de Estado que le faltó, en otra ocasión, no perjudicando a su partido: es importante para este país que una formación de centro, que en todos los países facilita la gobernabilidad, salga del pozo en el que él la dejó.

Arrimadas lo está intentado, dando muestras de una gran sensatez.