Parecía que nunca iba a llegar, pero ya está aquí, hoy es el solsticio de invierno, el principio del fin de este maldito año bisiesto que parecía no querer acabarse. Hace ahora un año China no había comunicado aún oficialmente a la Organización Mundial de la Salud (lo haría el 31) la existencia de varios casos de neumonía en Wuhan, capital de la provincia de Hubei y la ciudad más poblada en la zona centroriental de China, situada en la confluencia del río Yangtsé con su afluente más grande, el río Han, aunque parece bastante probable que los primeros contagios se habrían producido entre mes y medio y dos meses antes y que las autoridades chinas habrían hecho uso de todos los medios a su alcance (incluido el confinamiento riguroso y/o encarcelamiento de los primeros médicos que dieron la voz de alarma) para minimizar la difusión.

En Europa todo aquello sonaba a pesadilla lejana que parecía improbable que llegara a afectarnos. Abundaron las declaraciones y/o entrevistas en las que médicos o epidemiólogos tendían a minimizar el riesgo de pandemia. Valga como ejemplo la del portal ConSalud.es a los profesores de la Universidad Europea José Miguel Mansilla, y Margarita Rubio, de cuyas respuestas parecía desprenderse más serenidad y tranquilidad que preocupación: «Sociedades científicas como la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph) aseguran [€] que no existe motivo para la alarma en estos momentos, ya que existe un muy bajo riesgo de que se produzcan casos en España», pues, aunque «existe la posibilidad de que el virus se expanda, [€] desde las autoridades sanitarias nacionales se insiste en que actualmente en nuestro país no existen razones para la alarma. España cuenta con un Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, en contacto continuo con la OMS y el ECDC, Unidades de Alertas de Salud Pública en la mayoría de CCAA y Servicios de Medicina Preventiva en los hospitales encargados de gestionar el riesgo de transmisión».

Por todo lo cual se nos venía a hacer pensar que finalmente, como con los coronavirus anteriores SARS-CoV-1 de 2003 (el de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave del sudeste asiático) y del MERS-CoV de 2012 (el del síndrome respiratorio de Oriente Medio), Europa en general y España en particular resultarían escasamente afectadas, y el episodio se saldaría más como una alarma informativa que como una amenaza real para la población y los sistemas sanitarios. El resto es de sobras conocido y merecedor del más oprobioso olvido, si no fuera porque debiera servirnos de lección y aviso de caminantes para el futuro.

Como plegaria al sol invicto para que nos proteja e ilumine en lo sucesivo.