Mintieron como bellacos. Dijeron en rueda de prensa, a eso de las cinco de la tarde pasadas, que la dimisión de Isabel Franco de la vicepresidencia del Gobierno no estaba en la agenda, y lo hicieron inmediatamente después de haberse reunido con Isabel Franco, a eso de las cuatro de la tarde pasadas, para pedirle que dimitiera de la vicepresidencia del Gobierno. ¿Cómo se las maravillan estos 'nuevos políticos' que venían a sustituir a la 'vieja política'? Ahí los tienen, mintiendo como bellacos. Para este viaje no eran necesarias las alforjas de Ciudadanos. Ni siquiera se cuidaron de distiguir lo orgánico de lo institucional: con Franco se reunieron en el despacho de la vicepresidencia, y con López Miras, en San Esteban. Dos aparatchis que confunden el partido con las instituciones (Estado, Gobierno y partido, la misma cosa es), y no son precisamente comunistas. Es seguro que sus egos estarán compensados, pero es obvio que se lían con los estamentos.

Cuadrado y Espejo, los 'hombres de negro' de Ciudadanos, tomaron tierra esta semana en Murcia para instar a Isabel Franco a que ceda su cargo de vicepresidenta del Gobierno regional en favor de la delegada territorial del partido, Ana Martínez Vidal, recientemente designada a dedo como tal por ellos mismos. Ya lo habían intentado hace meses, cuando convocaron a Franco en la sede central del Cs y la recibieron en el cuarto de las escobas, con cámara grabadora más o menos disimulada. En Murcia, una vez que la protagonista había rechazado acudir de nuevo a Madrid, disfrazaron su embajada, no solo ante la prensa (es decir, ante los ciudadanos informados), sino también ante su residual militancia, como un pase de revista.

Pero la estela que han dejado es una nueva exhibición de que Ciudadanos es un 'no partido', un artefacto centralista y autocrático, al que no le importa desautorizar incluso la supuesta autoridad concedida a Ana Martínez Vidal. Porque si ésta necesita que vengan de Madrid a pedirle al presidente que la nombre vicepresidenta ¿en qué queda su propia solvencia como directiva regional? Después de esto, López Miras, a quien ella tanto amonesta, estará autorizado para replicarle que no la considera interlocutora y que, para sus relaciones con Ciudadanos, lo más práctico para él sería ponerse en contacto con Fernández y Fernández, es decir, Cuadrado y Espejo. Dos tipos perfectamente desconocidos en estos lares que pretenden hacer y deshacer en el Gobierno de la Región de Murcia.

Es marca de la casa, pues basta recordar que el antecesor de uno de ellos, el siniestro Fran Hervías, se permitió tomar la palabra ante los medios de comunicación, en vez de Isabel Franco, tras el pleno de constitución de la Asamblea Regional, dando a entender que el Grupo Parlamentario autonómico sería dirigido desde el aparato central del partido y que los diputados de Ciudadanos eran meras marionetas activadas desde su despacho en la lujosa sede central. El tal Hervías, cuyos métodos pornopolíticos le obligaron a la retirada tras la dimisión de Rivera, sigue actuando a través de Cuadrado y Espejo, tras haber pactado permanecer en la sombra a cambio de que coloquen a su esposa en la Junta de Andalucía y que a él lo designen senador autonómico por esa Comunidad. Ande yo caliente, y ríase la gente. He ahí la calaña de estos prohombres.

En el fondo, Cuadrado y Espejo vinieron a intentar cambiar el estatus institucional de Murcia para advertir a los otros tres vicepresidentes de las Comunidades en que cogobiernan (Andalucía, Castilla y León, y Madrid) que están en sus manos.

El problema es que con Isabel Franco han dado en hueso. A la vicepresidenta la acusan de 'desleal' por no someterse al dictado del partido (el partido somos nosotros, al estilo Flaubert respecto a Madame Bovary). Pero ella replica que precisamente, hasta ahora, su pecado ha sido la lealtad. Ella y no otra tuvo que acarrear con las antipatías de los partidarios de Miguel Sánchez, el anterior líder electoral que fue destronado por Hervías; ella y no otra se sometió a un proceso de primarias en el que el aparato central la apoyó 'demasiado', tal vez haciendo trampas innecesarias (de las que, en todo caso, serían responsables Hervías y sus comandados) y, no obstante, se recorrió la Región de punta a cabo para convencer a los militantes; ella y no otra dio la cara en los mítines electorales y participó en debates frente a líderes más experimentados; ella y no otra tuvo que matizar por indicación nacional la propia promesa de Arrimadas ante la Catedral de Murcia acerca de que Cs no iba a promover cuatro años más de Gobierno con 'los de siempre'; ella y no otra fue quien, tras hacer seguimiento del lema nacional «nunca nos sentaremos a negociar con Vox» se sentó a negociar con Vox y puso su firma en dos documentos sucesivos que comprometían con ese partido la política de la legislatura.

Tanta lealtad fue recompensada, desde el mismo inicio del nuevo Gobierno de coalición, con la puesta en marcha de un proceso de legitimidad que parecía un trasunto del caso de Juana la Beltraneja e Isabel la Católica. Es lógico entender que Franco suponga que la utilizaron para hacer el trabajo sucio y ser inmediatamente sustituida por la impoluta Martínez Vidal. Y más cuando en el proceso de elección de Arrimadas la sujetaron para que ella no impulsara otra candidatura a su favor, y la consecuencia ha sido que Martínez Vidal, sin presentarse ella misma, haya sido designada coordinadora sin tener el detalle de incluir a Franco en la dirección regional siquiera como vocal. Y no solo a Franco, sino a nadie de su equipo (militantes todos del partido), ni a quienes están en su órbita. ¿Quién juega aquí al fraccionamiento del partido? Indudablemente, quien no integra, quien no despliega habilidades para la interlocución y colaboración con la parte discrepante, quien busca la aniquilación de sus antipáticos, en este caso, encima, pretendiendo que se hagan el harakiri.

Llama la atención, además, que entre las últimas incorporaciones a la dirección regional, ante la presencia de los dos comisarios políticos nacionales, se incluyan dos personas caracterizadas por comentarios machistas en redes sociales y en ciertas grabaciones de las que tiene constancia la dirección nacional, estas últimas de las que es víctima Valle Miguélez, obligada a partir de ahora a convivir en el mismo órgano con quien la despreció en su condición de mujer. Una decisión salomónica algo sorprendente en una líder, Martínez Vidal, que invoca un feminismo liberal sui generis siempre frente a sus críticos por ser críticos, discriminándolos de sus aduladores sueltos de lengua.

La vía de la 'lealtad' a las consignas de su partido no le ha sido recompensada a Franco. Y menos cuando contempla la contradicción de que Cuadrado y Espejo glosan, tal vez exageradamente, sus excelencias como consejera de Política Social: lo hicieron en la rueda de prensa de las cinco y pico de la tarde y, reiteradamente, en un videochat posterior con militantes del partido. «Estamos muy orgullosos de la gestión de las residencias de ancianos en Murcia». ¿Cómo se explica que si la candidata electoral cumple adecuadamente como gestora se la quiera desproveer del título que le correspondía en la oferta electoral y tan solo a poco más de un año de su ejecutoria? Según Cuadrado y Espejo, parece lógico que la coordinadora regional sea la vicepresidenta, pero esa lógica es extraña, porque lo verdaderamente lógico sería que la vicepresidenta, si es verdad que tan bien lo hace, fuera la coordinadora.

En realidad, Cuadrado y Espejo pretenden que Franco se mantenga como consejera, transfiriendo a Martínez Vidal el título de vicepresidenta, porque temen que si aquélla decide quedarse como diputada rasa podrían producirse convulsiones en el Grupo Parlamentario. Franco les dejó muy claro que si la despojan de la vicepresidencia no seguirá como consejera. Y que hay tajo en la Asamblea. Nada de irse al Grupo Mixto, pero ejerciendo con la misma independencia de que ahora hace gala frente a quienes confunden lealtad con sumisión.

Lo más sorprendente de todo esto es que la vicepresidencia es un cargo virtual que carece de competencias; es algo así como ser marquesa en el actual sistema monárquico o como tener un tío en Graná. López Miras está encantado con esta polémica, que alienta discretamente por diversas vías, pues no hay mayor rédito que el que proviene de la división del adversario, aunque éste sea obligado socio, por más señas en decadencia extrema en los sondeos electorales. Que se maten entre ellos (o entre ellas), debe ser la reflexión del presidente.

Cuadrado y Espejo podrían haber planteado a López Miras el cese de la vicepresidenta a cambio de acelerar la reforma de la Ley del Presidente para permitirle una tercera oportunidad de acceder al cargo. Sería un mal negocio para Ciudadanos y particularmente para Martínez Vidal, pues el poder de ésta en el Gobierno deriva de cuanto prolongue esa decisión legislativa. El día en que López Miras se vea legitimado legalmente para volver a presentarse a las elecciones dejará de mantener su actitud de prudencia frente a los envites de Martínez Vidal, y tal vez impulse la 'acción de oro' que tanto él como el alcalde de San Javier, Luengo, tienen guardada acerca de determinadas actuaciones de la lideresa de Cs durante su etapa de concejala del PP en el ayuntamiento de Murcia. El consejero de Presidencia, Javier Celdrán, tiene el dedo en el gatillo, tan solo a la espera de la reforma de la Ley del Presidente.

Pero López Miras también está en un brete. Se mostraría encantado de cambiar de vicepresidenta (a pesar de que mantiene una relación de simpatía con la actual, que es mutua) si es para resolver pronto el cambio legislativo que le acucia, pero ¿y si Isabel Franco, algunos otros diputados de Cs y los tres disidentes de Vox, incluso el portavoz oficial de este partido, no secundan la iniciativa porque pudieran entender que no ganan nada en el pacto del PP con Martínez Vidal? López Miras tiene prisa, pero ya no tanta, pues al parecer, los congresos regionales del PP, fechados para primeros de año, se trasladarán a final de 2021, ya que Pablo Casado todavía no se ve consolidado y se querría dar una tregua para fortalecer sus extrarradios. López Miras quiere llegar al congreso regional con la solución de la Ley del Presidente, pues el PP necesita un líder regional del partido que sea inequívocamente candidato electoral, pero va a tener prórroga probablemente hasta final del año próximo. A su vez, Martínez Vidal podrá mantener su presión sobre el PP mientras no firme la nueva Ley del Presidente, y esto es lo que incomoda a López Miras. Por tanto, estaría tentado de darle ya el capricho de la vicepresidencia a la coordinadora de Cs para quitársela de encima, pero no tiene la seguridad de que el Grupo de Cs más Vox y los exVox rematen la jugada. Por otro lado, si Martínez Vidal tuviera buenos asesores, es claro que la advertirían de que sería un mal asunto para ella obtener la vicepresidencia a cambio de la firma de la Ley del Presidente, pues a partir de ese momento en el PP dejarán de aguantarle sus discursos.

Por otro lado ¿en qué lugar quedaría López Miras acatando de inmediato la indicación de un par de aparatistas nacionales de Cs que han venido a decidir un cambio en su Gobierno en favor de la consejera que le espeta en las reuniones del Consejo que preside que él está ahí porque ella, que así lo ha decidido, estaría en esa Mesa en cualquier caso aunque López Miras no fuera el presidente? Ese tipo de reiteradas presunciones minan la autoridad del líder del PP ante los suyos, y más lo haría si como respuesta elevara a vicepresidenta a quien le recuerda su fragilidad de manera tan gráfica. Es la misma actitud que, por la misma razón, mantienen los socialistas: «Martínez Vidal no nos va a utilizar coqueteando políticamente con nosotros respecto a los Presupuestos para hacerse valer ante López Miras».

Puede que Cuadrado y Espejo hayan quedado muy satisfechos personalmente de su poder para acceder a los despachos institucionales de Murcia, pero en lo que se refiere a Isabel Franco la han encontrado bien plantada después de tanto ninguneo. Acabarán echándola, claro, pero dejando un desierto tras ellos para Ciudadanos. Y de manera tan incomprensible.