Una terracita con césped artificial y unas lucecitas frente al Auditorio se llena de gente al atardecer cuando en mayo los días largos de la ciudad tocan ya los naranjas de la huerta cercana. El río abraza la punta de la ciudad entre tráfico y ríos de gente dispar con zapatillas blancas. Las manzanas de Vistabella han quedado incrustadas en la popa urbana formando una estrella cuadrada de cinco puntas. Como si fuera la muralla de un castillo moderno flanquean la villa un mercado gigante y murciano, una plaza de abastos en la que suenan los quintos a alegría asumida, el recinto de la Fica que reverbera sonidos planetarios, el río Segura por el que transita la ciudad y la huerta y el hospital rodeado de viejos y señoriales ficus bandera de Murcia. Le ha quedado a Vistabella un eje de otro siglo que no pasa de moda, con su Placica de los patos y su cole de película de cine. Casitas bajas y coquetas rodeadas de coches aparcados. Entre Paz, Fama y un Infante.

En 1982 hice un muñeco de nieve en la Placica de los Patos. Es de los recuerdos más antiguos que tengo. La casa de Capitán Balaca donde vivían mis abuelos fue mi casa muchos días. Quizás ahí juego con esa ventaja que nos concede la nostalgia. Y cuando vuelvo, siento que estoy en casa. Pero es un sentimiento mucho más amplio. Parecido al que he sentido viajando, lejos, en ciudades en las que me he perdido paseando hasta encontrar un mercado o unas calles especiales, donde más que turista me he sentido tan de allí como cualquiera. Como si el pasear de los vecinos, su ir a comprar a la plaza o al mercadillo fuera construyendo en el barrio una zona óptima para la acogida de todo el que sepa sonreír de forma natural y sea capaz de doblegar problemas. Hace pocos días pasamos allí un rato con mascarilla. Vistabella nos dio lo que siempre nos ha dado.

Vistabella es una canción que ilumina ya muchos recuerdos entre El Jumillano y un grupo británico que nos gusta. Vistabella son niños que jugan con dinosariuos disfrazados de David Bowie en la Placica de los Platos. Vistabella es la mística de la mezcla cultural absolutamente diluida en una ciudad pequeñita dentro de una ciudad pequeña. Vistabella son tesoros escondidos en casitas con encanto y patios interiores. Vistabella es tránsito de la cultura, las fiestas populares y los mercados. No es Camden ni El Raval. No es Cabañal, ni Malasaña, ni Bryant Park. No es el Pier 39, ni Shinjuku. Qué va. Vistabella sólo es Vistabella, y eso es mucho más. Vale.