No sé si ustedes habrán visto la serie danesa Borgen. Va de la vida de una presidenta del Gobierno de Dinamarca, que pertenece a un partido de centroizquierda „un PSOE, pero menos socialista„ que ha de gobernar en coalición con otros dos partidos, uno que se sitúa más a su izquierda, muy ecologista y bastante radical, y otro más de derechas „una especie de Ciudadanos„. La serie es realmente buena y muestra varias cosas que ahora estamos viviendo en España y de las que no sabíamos nada. Este mundo de los pactos, de los encuentros y desencuentros de los miembros de la coalición, de las presiones e influencias para sacar adelante los programas de cada partido nos era completamente ajeno. Nuestra historia política desde que disfrutamos de la democracia se había convertido en un ´ahora gobierno yo y tú me haces una oposición canalla, y ahora gobiernas tú y yo te hago la oposición más cabrona que se pueda llevar a cabo'. Algún minoritario consiguió gobernar en ayuntamientos, pero casi siempre se repetía la misma historia: PSOE, PP; PP, PSOE, y así sucesivamente.

Pero, las cosas devinieron en que la derecha se dividió y los más ultras de ese partido y los que quedaban por ahí del mismo modelo, junto a unos cuantos jóvenes que no habían vivido el franquismo, el Señor no lo permita, se unieron y montaron Vox, donde lo mismo cabe un franquista que un nacionalista, que un populista, que un ´exagerao'. Y a la izquierda le salió Podemos, como una flor, un capullo que se abriera en primavera y esparciera su aroma progre, pero ´honrao', a menudo muy pasado de rosca y con poca visión de la realidad, y sin esa cosa tan romántica que tenía la izquierda radical antigua comunista y tal. Y materialmente sin obreros, que esa es la otra. Pero está claro que tanto el partido a la derecha del PP como el que nacía a la izquierda del PSOE eran una respuesta a las sensibilidades de muchos españoles puesto que, en cuanto aparecieron, una buena cantidad de personal los votó, quedándose los tradicionales con los ojos en blanco y encomendándose al santo del día.

Y, entonces, como en Borgen, hubo que pactar, pero sin haberlo hecho nunca, sin saber lo que había que hacer. En un momento dado de la serie, la presidenta dice: «La democracia es diálogo, es ceder, es acordar», y está claro que muchos de nuestros políticos no tienen tiempo para ver series, porque yo no he visto a nadie más torpe a la hora de presentar un frente común con lo que los une y no dedicarse a tirarse los trastos entre ellos, porque son muy cabezones y no saben ceder, y algunos ni siquiera saben hacerse un moño.

También está lo del estilo de los políticos que, los de Borgen, al ser daneses, son distintos a nosotros los españoles. Un ejemplo: cuando en el Parlamento danés se enzarzan y a uno de ellos se le va un poco la pinza y dice algo que pueda ofender, aunque sea ligeramente, al antagonista, es absolutamente normal que el ofensor pida perdón, públicamente o en privado. Nuestro Parlamento tira más a la cosa latina, y dicen que les va a pedir perdón su madre, de ellos, de los antagonistas, aunque gracias a Dios, hasta ahora, no han acabado dándose guantazos.

Otra cuestión de los gobiernos de coalición es el reparto de ministerios (o consejerías, recordemos que en nuestra propia Región hay un gobierno de coalición Partido Popular-Ciudadanos), y de cómo se producen choques ideológicos, traiciones entre los propios compañeros de partido, puñaladas traperas y hasta chantajes. De eso aquí mismo en Murcia estamos viendo algunas escenas tremendas, como lo de Ciudadanos y el quítate tú que yo quiero ser vicepresidenta, que qué más da que tú fueses la número uno en nuestra lista, y que tu gestión haya sido buena, etc., si ahora mando yo en el partido, guapa.

Y, por último, en Borgen los políticos las hacen de todos los colores, también en los temas familiares. Hay divorcios, abandonos de hogar por la política, envidias, problemas con los hijos, acuestes con el chófer o el guardaespaldas (en House Of Cards se acuestan con el segurata los dos, el presidente y su mujer), y también hay cuernos, muchos cuernos. Esperemos que en la política española no se den estas tragedias en los hogares, ni en Madrid, ni aquí, aunque sé yo de algún importante político murciano al que puede verse al anochecer comprando comida preparada en una tienda de Murcia, quizás porque no tiene a nadie que le haga la cena en su casa. Como diría Lola Garcia, por nadie pase.