Dicen que 1945 fue un año común, marcado por el final de la Segunda Guerra Mundial. Seguramente el mundo ya no soportaba más dolor ni más blanco y negro, y entonces nació ella. Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Långstrump (hija de Efraim Långstrump, pirata). Tal vez el mundo necesitaba una heroína que mitigara todo ese desconsuelo que años de barbarie y conflagración habían esparcido. Era necesario que a los niños se les borrase de inmediato la cara de tristeza generada por el abandono, el miedo, el hambre, la sinrazón o el horror de ver estallar un misil.

Y a los niños hay que darles lo que merecen, todo el amor y la protección que nos sea posible, todo el que seamos capaces de dar. Pipi Calzaslargas reflejaba indirectamente todo eso , ya su personaje era el de una niña cuya madre estaba muerta y con un padre ausente, una chiquilla vestida con ropas hechas a retazos, habitando una casa semiabandonada que seguro había visto mejores épocas. Fue creada como una niña vigorosa, tan fuerte que era capaz de levantar a su caballo en peso. Tan fuerte, como emocionalmente les tocó ser a los niños de post-guerra, sometidos a asedios, bombardeos, subyugados a la más cruel de las violencias por las que jamás deberían haber pasado. Y aunque nuestra protagonista tuvo la fortuna de nacer en un país neutro durante el conflicto (Suecia), seguro que sirvió de estímulo a otros muchos de distintos lugares.

Por desgracia los niños españoles no pudieron disfrutarla, ya que muchas mentes retrógradas y por ende el franquismo censuraron la serie de televisión al considerarla poco pedagógica, algo de esperar en una época tan gris como a la que le tocó vivir a este país. Y no, no se nos permitió aprender de sus virtudes , mostrar sus divertidas andanzas ni seguir a un ser tan libre, soberanamente ácrata. Nos prohibieron admirar su libertad, disfrutar con su alegría y aprender de su independencia.

Pero el verdadero mensaje de Långstrump fue la magistral lección de feminismo que nos dió a las niñas de las generaciones que sí tuvimos acceso a ella. Con sus correrías y aventuras nos enseñó a muchas a barrer con todo lo escrito. Cambió nuestro concepto de lo que significaba ser una ´niña bien´. Bien vestida, bien hablada. Pipi nos enseñó que era importante y divertido ser diferente y aceptar a quien lo era, que la felicidad radicaba en la libertad y que no había necesidad de tener una familia convencional, ya que los amigos podían perfectamente sustituir al mejor de los hermanos. Pero sobre todo y el más cabal de los mensajes que la pelirroja manifestó, es que los límites nos los ponemos nosotras mismas , no somos más completas por tener una vida usual o compartirla con un hombre. Nadie tiene derecho a llegar para decidir cómo cuándo y dónde, porque como Pipi Calzaslargas, «ya me cuido yo solita, usted no se preocupe por mí».