Una mirada de abanico es el título de una exposición que en 2006 el Centro Pompidou de París le dedicó a Charlotte Perriand (1903-1999). Una expresión que define muy bien a una mujer a la que le interesaba todo. Pero será la Fondation Lous Vuitton la que en 2019 con motivo del vigésimo aniversario de su muerte, celebrará una importante exposición de su trabajo donde se exploran los vínculos entre arte, arquitectura y diseño.

Charlotte Perriand tenía 24 años cuando en 1927 atraída por la importancia de su obra, visitó el estudio de Le Corbusier para pedir trabajo como diseñadora de interiores. Es conocida la respuesta que recibió del famoso arquitecto: «Lo siento, aquí no bordamos cojines»,y la invitó a irse. Esa actitud hacia las mujeres no era excepcional en la época. Los fundadores de La Bauhaus enviaban a los telares a las jóvenes que deseaban estudiar arquitectura.

Pero Charlotte Perriand rompió todas las barreras. Su vida atravesó un siglo en el que las mujeres tuvieron grandes dificultades para ocupar un espacio en la arquitectura y el diseño. Su obra estuvo guiada por un fuerte compromiso social y su generosidad la llevó a dar una gran importancia al trabajo en equipo.

Este compromiso social la llevó a colocar a las personas en el centro de toda su obra para mejorar sus condiciones de vida y procurar el bienestar de las que iban a usar sus muebles. Un ejemplo es es el sillón giratorio B302 (1928), con su respaldo curvado para contener la espalda y hacer más cómoda la postura y además les da la libertad de interactuar con el espacio que las rodea permaneciendo sentadas. Se adelantó a su tiempo y «anticipó en sus muebles conceptos como funcionalidad y aprovechamiento del espacio al alcance de todos». «Se da cuenta de la necesidad de adaptar el diseño a las demandas de las poblaciones urbanas e industriales» (Isabel Gómez, La Vanguardia, marzo 2020).

Cuando unos meses después de rechazarla, Le Corbousier visitó Bar Sous le Toit, un interiorismo de Charlotte Perriand que había realizado en su apartamento de la Plaza Saint Sulpice para la exposición del Salón de Otoño en París, la invitó a unirse a su estudio .

Según palabras de Perriand, «Le Corbusier me contrató porque pensó que yo podía llevar a cabo las ideas, porque estaba familiarizada con la tecnología, porque sabía construir, porque sabía cómo funcionaba el tubo metálico, los cojines... porque sabía como tenía que ser un mueble» (García de Paredes, F. J. March 2019).

Integrada en el estudio de Le Corbusier, «Perriand reinterpreta el movimiento para adaptarlo a las personas y realizó numerosos estudios sobre el bienestar del usuario... Pero Le Corbusier publica estos estudios si mencionarla. En 1929 se publica una monografía de muebles diseñados por Le Corbusier y Jeanneret donde la mencionan, pero sólo como colaboradora» (García Aranda, marzo 2020). La ruptura es inevitable.

Defensora de la síntesis de distintas artes, del aprovechamiento del espacio y materiales cercanos, buscaba en la naturaleza una fuente constante de inspiración. Cuando en 1940, a causa de sus ideas políticas, se marchó de Europa y se estableció en Japón experimentó con nuevos materiales.

Cuando regresa a Europa participa con su amigo Jean Prouvé en el diseño de los muebles para la residencia de estudiantes de la Maison Tunisie, pero de nuevo queda relegada: aunque Prouve sólo fue el fabricante, aparece como diseñador. «En este trabajo se observa una vez más su interés por resolver problemas reales, utilizando elementos prefabricados y modulares» (García Aranda, 2020). Cuando los muebles son fabricados en serie su nombre no vendía, tenía que aparecer unido al de Prouvé. Perriand no era lo suficientemente conocida.

Consecuente con su respeto e inspiración en la naturaleza, en su proyecto Les Arcs, para Los Alpes, los edificios eran escalonados y con terrazas que no arrojaban sombra sobre el apartamento de abajo.

Charlotte concebía el mobiliario como motor de una nueva forma de vida, para ella los muebles no eran objetos independientes, quería una atmósfera habitable, las mesas no ocupaban una posición central, eran extensibles, utilizaba los muebles para separar espacios. Incorporó la fotografía a la decoración y creía que el arte debía formar parte de la vida cotidiana.

La importancia de la vida y la obra de Charlotte Perriand es inmensa. Noelia Terrón la llama la arquitecta del arte de vivir. Como mujeres queremos destacar la importancia que tuvo su diseño de las cocinas. En una época en la que las mujeres permanecían aisladas cocinando en un espacio cerrado e independiente, separado del resto de la casa, ella potencia la relación entre la cocina y el cuarto de estar, utilizando un mueble separador que hoy nos resulta tan cotidiano. De esta forma, la mujer, que era la que cocinaba, estaba en contacto con el resto de la familia. Este diseño también fomentará con el tiempo la incorporación de otros miembros de la familia a las tareas culinarias. Ella siempre quiso transformar la sociedad a través de su trabajo. Su último proyecto lo realizó con 90 años, La maison du thé (1993), en la cubierta verde de la sede de la Unesco.

Ella quería con su trabajo mejorar la vida de las clases populares. Los cambios que introdujo en la manera de concebir el espacio y el mobiliario han sido tan importantes que podemos decir como, Isabel Gómez dice en su artículo de La Vanguardia de marzo de 2020, que Charlotte Perriand está en nuestras casas.