Dicen los astrónomos que desde este miércoles y hasta el día de Navidad va ser visible este fenómeno en las noches de la Región.

Al menos así se le llama a lo que se verá como una luz nítida y brillante en el firmamento. Algo que, probablemente, avistaron aquellos hechiceros que viajaban con las caravanas comerciales procedentes de Oriente y cuya reinterpretación adaptó la incipiente fe cristiana para aportar la ´magia´ en el alumbramiento de Jesús.

Luego se supo que no se trata de una estrella sino de la alineación de Júpiter y Saturno a una distancia que les hace parecer uno y que proyecta una luz más potente de lo habitual.

Fue en el año 1226 la última vez que ocurrió y no volverá a suceder, con tanta claridad, hasta el 2.400. Una conjunción planetaria mucho menos dudosa que la que auguraba Leyre Pajín en aquella absurda loa a Rodríguez Zapatero.

Lo que no deja lugar a la duda es que será la primera y última vez que ustedes y yo lo podamos ver.

Aunque si pensamos en cómo será este mundo dentro de casi cuatro siglos lo mismo ya nos hemos extinguido como civilización, eso sí, después de dejar arrasado el planeta. O lo mismo resulta que tenemos colonias, urbanizaciones y hasta centros comerciales a los que acudir en chándal espacial repartidos por medio sistema solar.

Levantar la vista al cielo estas noches significará tener un punto de referencia, el que tanto echamos en falta en la tierra donde la zozobra y la incertidumbre gobiernan las decisiones de nuestros políticos a la hora de enfrentarnos al coronavirus.

Estoy cansado de que ellos nos muestren señuelos con expresiones de luces y túneles, de brotes verdes, de principios de fines y de supuestas victorias épicas gracias a la unidad de todos. Como si el mal se fuera a terminar pasado mañana con unos miles de vacunas.

La realidad es otra y durísima. Lo dice Angela Merkel en Alemania, que no ha llorado una sino tres veces en los últimos tiempos, cuando a los suyos les ha puesto ante la realidad de lo que se espera a comienzos de año.

Aquí, con el doble de muertos diarios que entre los germanos, no he visto a nadie de los electos que le temblara la voz siquiera. Estos días, cuando ellos nos apunten a la ansiada Estrella de Belén yo seré de los que no me quedaré mirándoles el dedo.